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obras relacionadas
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Héctor Ricardo Leis
Un testamento de los años 70
Terrorismo, política y verdad en Argentina
notas de prensa
Un diálogo conmovedor de dos testigos de los 70 Clarín - Argentina, 6/15/2014
Campanella: "Veo una bola de violencia emocional, me da miedo" Infobae - Argentina, 2/10/2014
Libros para entender La Gaceta - Tucumán - Argentina, 12/22/2013
Usos del pasado: los 70, contados sin tabúes ni estereotipos La Capital - Rosario - Argentina, 7/28/2013
Los 70 en carne viva Perfil - Argentina, 7/27/2013
El Diálogo - Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis , 7/1/2013
"Pido verdad y reconciliación" La Voz del Interior - Córdoba - Argentina, 6/30/2013
Elogio del diálogo La Nación - Argentina, 6/25/2013
Una batalla no se le niega a nadie La Voz del Interior - Córdoba - Argentina, 6/20/2013
Memoria, justicia y también reconciliación Clarín - Argentina, 6/19/2013
Nuevas lecturas de los años 70 Clarín - Revista Ñ - Argentina, 6/3/2013
La nostalgia es el final de todo Perfil - Argentina, 5/5/2013
Revisar el revisionismo La Nación - ADN - Argentina, 5/3/2013
Elogio de la traición La Nación - Argentina, 4/24/2013
El populismo muere desde adentro Clarín - Argentina, 4/18/2013
Putting balance and context into recent history Buenos Aires Herald - Argentina, 4/15/2013
Héctor Leis: "Para que el país supere las divisiones que hoy lo aquejan, es forzoso hacer la catarsis de los 70" Entrevista La Nación - Argentina, 3/31/2013
título de la nota: Un diálogo conmovedor de dos testigos de los 70
autor de la nota: Ricardo Roa
medio: Clarín - Argentina
fecha: 6/15/2014
extracto
Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis no tienen nada que simular ni nada para disimular. Graciela es la madre de Pablo, desaparecido. Héctor, montonero que participó y se apartó de la guerrilla. Un diálogo entre ellos fue filmado y es un documental que echa mucha luz necesaria sobre los 70. Puede verse desde hoy en Clarín.com.
Es un documento más pero no es un documento cualquiera. Los dos están en la recta final de la vida. Graciela tiene arriba de 80 años y Héctor, una enfermedad progresiva. Ambos sienten que deben dar testimonio de lo que vivieron. Es un diálogo lúcido, valiente, conmovedor.
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Leis y Meijide cuentan y es como si pidieran que todos cuenten lo suyo. Que cada uno diga lo que vio. El tema, como siempre, es la verdad. Hay una diferencia entre haber estado ahí y pretender haber estado ahí, y hay una diferencia entre contribuir a la verdad histórica y tergiversar la verdad para usar la historia. Hemos pasado mucho tiempo con una historia sesgada y aprovechada. Es tiempo de sacarla de la leyenda. Leis y Meijide enseñan que nadie es necesario para decirnos cómo comportarnos para acercarnos a la verdad. Sólo nuestra conciencia.
Fuente: www.clarin.com
título de la nota: Campanella: "Veo una bola de violencia emocional, me da miedo"
autor de la nota:
medio: Infobae - Argentina
fecha: 2/10/2014
extracto
El ganador del Oscar con El Secreto de sus Ojos contó que está leyendo el libro de Héctor Leis Un testamento de los años 70 en donde se hace un análisis del odio en la Argentina desde sus orígenes. "Esto no empieza hace diez años, no jorobemos, y eso es algo de lo que quiero hablar".
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Campanella adelantó que posiblemente la temática de su próximo film esté relacionada con la obra literaria de Leis y no con una segunda parte de su exitosa Metegol, tal como se había especulado en las últimas semanas.
Fuente: www.infobae.com
título de la nota: Libros para entender
autor de la nota: Daniel Muchnik
medio: La Gaceta - Tucumán - Argentina
fecha: 12/22/2013
extracto
Análisis, investigaciones, testimonios y ángulos diversos para enfocar un período violento y complejo. ¿Qué textos debemos rescatar para repasar o conocer lo que ocurrió en una etapa que marcó profundamente a nuestro país?
En el último año y medio las editoriales ofrecieron al lector libros polémicos y poco concesivos sobre el período. Por ejemplo, Un testamento de los años 70, de Héctor Leiss, docente exiliado en Brasil; Usos del Pasado, de Claudia Hilb, y el valioso No eran héroes, eran humanos, de Graciela Fernández Meijide.
Fuente: www.lagaceta.com.ar
título de la nota: Usos del pasado: los 70, contados sin tabúes ni estereotipos
autor de la nota: Osvaldo Aguirre
medio: La Capital - Rosario - Argentina
fecha: 7/28/2013
extracto
- Un testamento de los años 70, el libro de Héctor Leis, renovó la polémica. Horacio González advirtió en un artículo sobre el riesgo de vaciar a la historia de sus clásicos enfrentamientos. ¿Qué opina?
- Tengo un gran respecto por Héctor Leis. No estoy del todo de acuerdo con sus perspectivas, pero sí comparto en gran medida muchas de las cosas que dice y sobre todo la necesidad de entrar en este tema sin ningún tipo de tabúes. Leí su libro y también el artículo de Horacio González, que es otra persona a la que respeto. No estoy de acuerdo con lo que dice Horacio: estaría bastante bien vaciar a la Argentina de sus clásicos enfrentamientos. Si miramos hacia atrás, la Argentina es un país que tiende a reproducir sus enfrentamientos y a exasperarlos, cosa que no es una necesidad ineluctable de la política sino un estilo muy argentino. Yo no consideraría para nada negativo que ese estilo se modificara hacia una búsqueda mayor del diálogo y de consensos. Es fundamental lo que hace Leis al sacar afuera todos los temas y que puedan ser discutidos. Hay que hacer el silencio con que estas cuestiones se cubren con demasiada frecuencia. Creo que se van produciendo cristalizaciones de la memoria. Estas cristalizaciones son por un lado necesarias, porque todo grupo humano va construyendo una memoria con ciertos contenidos compartidos. Pero hay que dejar abierta la posibilidad de cuestionarlas y de que proliferen otras interpretaciones de los mismos hechos. Yo estoy absolutamente a favor de sostener, con firmeza, el nunca más. Ahora, podríamos abrir un debate, por ejemplo, sobre qué queremos decir cuando decimos nunca más.
Fuente: www.lacapital.com.ar
título de la nota: Los 70 en carne viva
autor de la nota: Daniel Muchnik
medio: Perfil - Argentina
fecha: 7/27/2013
extracto
En los últimos meses se han sumado más trabajos editoriales. Están actuando como minas de profundidad porque hacen mucho ruido y llaman a la polémica, en la que muchos se resisten a entrar. Me refiero a Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en la Argentina, de Héctor Leiss. De igual manera, menciono el aporte de Graciela Fernández Meijide titulado Eran humanos, no héroes. Crítica de la violencia política de los 70. Sin olvidarme la indagación de Claudia Hilb, autora de Usos del pasado. Y prometen seguir otros más.
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Héctor Leiss interpreta la recurrencia de la violencia a lo largo del tiempo en la historia nacional. Y propone un "memorial conjunto" utópico que contenga a todas las víctimas, tanto de la guerrilla como de la última dictadura militar. Beatriz Sarlo, prologuista del aporte de Leiss, considera que la idealización de las víctimas, cuando se entregaba el Nunca más al presidente Raúl Alfonsín, fue probablemente necesaria en aquellos años pero hoy ya no lo es.
Todos estos escritos, producto de investigaciones y experiencias personales, vienen a juzgar la desmesura de recordatorios, desde el Gobierno, de aquellos que ingresaron -y la seguridad de matar si fuera necesario- a la guerra revolucionaria. No dudaron en hacerlo en gobiernos elegidos democráticamente.
Fuente: www.perfil.com
título de la nota: El Diálogo - Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis
autor de la nota:
medio:
fecha: 7/1/2013
extracto
Registro de un diálogo lúcido y conmovedor sobre los años setenta. Documental de Pablo Avelluto, Carolina Azzi y Pablo Racioppi.
Sitio de la película en Facebook: www.facebook.com/ElDialogo.Leis.Meijide
título de la nota: "Pido verdad y reconciliación"
autor de la nota:
medio: La Voz del Interior - Córdoba - Argentina
fecha: 6/30/2013
extracto
Héctor Leis comienza Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en la Argentina (Katz, 2013) con datos autobiográficos que constituyen una declaración de fe: "Nací en Avellaneda, Argentina, en 1943. En los años 60, fui militante comunista y peronista. Esta experiencia me llevó a participar en la lucha armada. Estuve un año y medio en la cárcel, fui amnistiado en 1973. Fui combatiente de los Montoneros hasta el final de 1976". Entonces, testamento, como indica la Real Academia Española, debe entenderse aquí como esa obra en la que un autor expresa los puntos fundamentales de su pensamiento. Para Leis, es un desprendimiento de la escritura de sus memorias, urgido por debatir sobre los '70, a causa del relato kirchnerista.
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- Un par de afirmaciones tuyas: Montoneros fue la organización guerrillera más terrorista de la región y el asesinato de Rucci fue el mayor acto terrorista de los '70; con todo, fue la que tuvo el mayor apoyo popular. ¿Cómo se explica esto, que bien puede ser una paradoja?
- Te agradezco la pregunta. Me permite hablar sobre la perversión de la cultura política argentina, que valoriza más la violencia que la palabra. La admiración argentina por la violencia viene de la época de las guerras civiles entre unitarios y federales. En el siglo 20, se encarnó por igual en importantes a sectores de los militares, del peronismo y de la izquierda (en ese orden). La intervención de todos ellos en los '70 es demostrativa del uso compartido de la violencia ilegal. A pesar de eso, disfrutaron de popularidad. La del peronismo y la izquierda continúan; la de los militares, no. A las nuevas generaciones les puede parecer increíble esto último, por eso es bueno que sepan que todos los golpes militares en Argentina, desde Uriburu en 1930 hasta Videla en 1976, tuvieron apoyo popular, así como los grupos guerrilleros en los '70. Después de que la sociedad tomara conciencia del terror salvaje y del alto número de víctimas producidos en los '70, principal pero no exclusivamente por los militares, esta cultura de la violencia fue atenuándose, pero nunca desapareció. No veo entonces ninguna paradoja en tu pregunta, los Montoneros construyeron su popularidad, precisamente, en el culto a la violencia.
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- Cuando se habla de los '70, hay dos palabras/acciones absolutamente vedadas: nadie, sea del bando que sea, puede autocriticar a su sector ni confesar en qué actos participó. Vos te atrevés a las dos cosas, y considerás que son necesarias para, otra palabra/acción prohibida, empezar a transitar el camino de la reconciliación.
- El punto de partida de mi análisis prioriza la política entendida como fortalecimiento de la nación como un todo. En la Argentina, gracias a su cultura política de la violencia, los conflictos y la relación amigo-enemigo (con énfasis mucho mayor en la definición del enemigo que del amigo) han pasado a comandar la política. A veces la confrontación no se puede evitar y la guerra civil se desata, pero el odio al enemigo que acompaña esa guerra, que representa el peor mal para una comunidad, no puede nunca superar al deseo de unidad que deberá ser buscada después. Esto quiere decir que, pasado el conflicto, les resta todavía a los ciudadanos enfrentados curar sus heridas para que el pasado no amenace su futuro. Los fundamentalismos marxista, liberal y populista son insensibles a esta necesidad, ellos privilegian el conflicto, y el vencedor, por encima del conjunto de la sociedad, se dedica a aumentar las diferencias y distancias entre vencedores y vencidos, en vez de atenuarlas. Mi pedido de verdad y reconciliación parte de estos supuestos, de que en la Argentina no deberían existir ciudadanos que tengan más derechos (humanos o de cualquier otra especie) que otros. Si alguien entiende esto como una defensa de Videla o los militares, lo siento mucho por su falta de ética. Yo tomé partido en el pasado y no preciso renegar de mis convicciones antiguas, estoy convencido de que cuando pido públicamente un único memorial para todas las víctimas de la violencia soy el mismo Héctor Ricardo Leis que era cuando agarré las armas en los '70. La única diferencia que podría admitir es la de una mayor edad y experiencia y, si el lector aprueba, un poco más de sabiduría.
título de la nota: Elogio del diálogo
autor de la nota: Pablo Avelluto
medio: La Nación - Argentina
fecha: 6/25/2013
extracto
En un encuentro lúcido y conmovedor, Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis, autores de sendos libros sobre la violencia de los años 70, dieron una lección sobre cómo construir aun en las diferencias.
Fui testigo de una situación extraña. Demasiado extraña para los tiempos que corren. Dos personas, muy respetables ambas, dialogaron durante una semana. Podría pensarse que esto no tiene nada de particular. Sin embargo, haber contado con el privilegio de ser testigo de las conversaciones entre Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis dejó en mí la idea de que hay algo que nos está faltando, algo que hemos perdido: tenemos la obligación y la necesidad urgente de volver a conversar entre nosotros, los argentinos.
Fernández Meijide y Leis han publicado en las últimas semanas dos libros importantes: No eran héroes, eran humanos (Sudamericana) y Testamento político [Un testamento de los años 70] (Katz Editores). Los dos vienen generando comentarios, debates, elogios, críticas y polémicas. En ellos revisan los orígenes de la tragedia argentina de la década del 70 de manera muy diferente. Los dos postulan ideas propias y nuevas. Fernández Meijide sostiene la importancia de realizar una fuerte crítica a las organizaciones armadas que intentaron tomar el poder en aquel tiempo a través de la violencia. Su crítica va más allá de lo bueno o lo malo de la estrategia de cada grupo. Se dirige al corazón del problema, es decir, el desprecio por la vida. Por su parte, Leis relata su propia biografía como combatiente en las filas de Montoneros y concluye con un pedido de perdón por sus acciones dirigido a la sociedad, al tiempo que propone un memorial único con los nombres de todas las víctimas de la barbarie, las del Estado y las de los grupos guerrilleros.
Demasiado joven para aquella historia -soy clase 66-, ambos libros me conmovieron. Por lo tanto, cuando Fernández Meijide me dijo que quería conversar con Leis, quien vive en Brasil desde hace muchos años, hice todo lo posible para que el encuentro pudiera llevarse a cabo. Pensé también que sería apropiado registrar las imágenes y el sonido de ese diálogo y convoqué a los jóvenes cineastas Carolina Azzi y Pablo Racioppi. Así, el 22 de mayo pasado partimos para Florianópolis junto con Graciela, con sus fuertes 82 años, y sin saber del todo qué ocurriría una vez allí y qué registraríamos en los siguientes siete días en la casa de Leis, en el interior de la isla de Santa Catarina.
El diálogo es una tradición, un hábito, una costumbre, que imperceptiblemente fue dejando de formar parte de nuestra cultura. No me refiero a la polémica ni a la confrontación, que, por el contrario, se han vuelto omnipresentes en la política y, en muchos casos, han hecho nido entre amigos o familiares. Nos hemos acostumbrado mansamente a los agravios, a considerar a los demás como adversarios o enemigos que deben ser derrotados, no escuchados, ninguneados. Hemos permitido que la chicana se convirtiera en nuestro instrumento primordial. El encuentro entre personas que piensan distinto es hoy un match de lucha en el barro. Uno debe ganar, el otro debe perder. Para el que gana, todo. Para el enemigo, ni justicia, como afirmó alguna vez Juan Perón en una de sus peores frases vista a la luz de los efectos que tuvo. El diálogo es otra cosa.
A lo largo de las más de veinte horas de conversaciones entre Graciela y Héctor no hubo una sola descalificación, no hubo ningún intento de convencer al otro del punto de vista propio. Aunque parezca mentira, dialogaron. Recorrieron cada uno de los episodios que contribuyeron a formar la historia negra de la violencia política en la Argentina desde la mañana del 16 de junio de 1955 hasta la del 23 de enero de 1989. Atravesaron los intentos de la democracia por superar, sancionar y olvidar el pasado: los decretos de diciembre de 1983, la Conadep, los juicios a las juntas militares, las leyes de punto final y obediencia debida, los indultos, los nuevos juicios y las experiencias de nuestros vecinos. Se contaron sus vidas, sus emociones y sus ideas mientras el país iba ensangrentándose por las motivaciones siempre tan nobles de unos y de otros. Se escucharon con atención, se interrumpieron con respeto. Se callaron cada vez que no había nada para decir. Y como en un acto de magia, que de mágico no tiene nada, comenzaron a brotar las ideas. Como una arquitectura donde cada uno aporta su parte a algo nuevo, que supera, que deja atrás, que construye. Sin la tiranía del tiempo ni la de la agenda. Sin interrupciones.
El poder del diálogo entre dos personas con vidas, edades y experiencias completamente disímiles se fue haciendo presente y se convirtió en metáfora de uno de nuestros principales fracasos como sociedad. ¿Cuánto mejores seríamos si pudiéramos dialogar? ¿Cuánto mejor nos iría? Es cierto, había un punto de partida que Leis recupera de los antiguos griegos: la phillia . El sentimiento fraterno. El afecto recíproco. El hecho de formar parte de una misma comunidad. Ese cemento extraño que nos mantiene unidos a pesar de nuestras diferencias. Pudieron dialogar porque se tienen ese tipo de respeto especial. La pertenencia a una historia común. El pacto inicial que constituye un proyecto de sociedad. Con todos, con los que piensan como uno y con todos los que piensan como ellos.
La posibilidad del diálogo abre puertas a dimensiones que los argentinos hemos olvidado y que muchos casi ni hemos conocido. El otro puede hablar y yo quiero escucharlo. Porque a partir de sus ideas puedo modificar las mías. Puedo volver a pensar lo que creía cierto. Puedo entender. Puedo analizar, ampliar, incluir, volver a pensar, encontrar mis propios errores. Y hasta puedo seguir pensando lo mismo que antes, pero habré mejorado en un plano más profundo y humano.
En el caso del encuentro entre Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis, todos los supuestos acerca del modo en que hoy es pensada la experiencia terrible de los años 70 fueron puestos a prueba. Desde el origen mismo de la violencia, la sociedad y la cultura que la hicieron posible, el candor juvenil, la muerte, sus razones y sus sinrazones, las responsabilidades, las mentiras, el demonio y los demonios. La idealización de las víctimas, la reescritura del pasado y su revisión, las cifras, los usos políticos de la historia en el presente, los juicios para algunos y la impunidad para otros, la noción de lesa humanidad, la de genocidio. La responsabilidad de no trasladar indefinidamente al futuro una cuenta impagable. Hasta la necesidad de las confesiones, del arrepentimiento, del perdón, de la reconciliación. Palabras envenenadas que ya no pueden ni siquiera ser mencionadas sin caer en las estigmatizaciones de unos y otros. Todo pudo ser dicho. Todo fue escuchado. Y todo pudo pensarse.
Finalmente, también dieron sus explicaciones pensando en las nuevas generaciones. Explicaciones dolorosas que aún estaban pendientes. Que permanecían ocultas en los pliegues de una historia que por motivos bien distintos los tuvo como protagonistas. Como dos viejos sabios que buscan que los jóvenes no tropiecen otra vez con la misma piedra. Señalando su propios errores, los de su tiempo, intentaban mejorar su legado e iluminar el camino para los que llegamos después y los que vienen aun después de nosotros. Graciela y Héctor, una y otra vez, desde mil lugares diferentes, volvían a preguntarse y responder por qué pasó, por qué no pudo evitarse lo que pasó.
En algunos momentos la emoción pudo más y no pude contener mis lágrimas. Me preguntaba a mí mismo por qué lloraba si sólo estaba escuchando con atención a dos personas conversando. Encontré la respuesta: lloraba por nuestro fracaso. Por tantas muertes inútiles. Por su uso vil. Por el pasado que no pasa. Lloraba por nuestra gran tragedia nacional y porque el diálogo, que siempre es sanador y terapéutico, se ha vuelto extraño. Y me di cuenta, profundamente, de cuánta falta nos hace.
Fuente: www.lanacion.com.ar
título de la nota: Una batalla no se le niega a nadie
autor de la nota: Adrián Simioni
medio: La Voz del Interior - Córdoba - Argentina
fecha: 6/20/2013
extracto
Dice Héctor Ricardo Leis en Un testamento de los años 70 (no recomendable para quienes estén satisfechos con la última historia oficial) que "el resentimiento surge a través de una operación sugestiva, mediante la cual el odio de los vencidos es transformado en victoria moral".
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Derrotero de derrotas. Mejor, volvamos a Leis, que vive en Brasil tras sobrevivir como oficial montonero a la carnicería setentista. Él dice que en los derrotados "se cristaliza la convicción de que la culpa es siempre de los demás" y que "los ciega un deseo de venganza que les impide emprender cualquier sacrificio por el bien común".
Leis habla de quienes reivindican la guerrilla y el terrorismo. Pero sus palabras parecen describir el mecanismo que gobierna la inmediata apertura de nuevos frentes de batalla tras cada derrota que es marca registrada de Cristina Fernández.
Fuente: www.lavoz.com.ar
título de la nota: Memoria, justicia y también reconciliación
autor de la nota: Gustavo Druetta
medio: Clarín - Argentina
fecha: 6/19/2013
extracto
El eje del discurso opositor en la pre-campaña electoral gira principalmente alrededor de la inflación, la inseguridad, la corrupción y la justicia. La cuestión de la defensa y las fuerzas armadas, como siempre, brilla por su ausencia.
Políticamente incorrecto parece, además, hablar de reconciliación.
La afirmación del ex montonero Héctor Leis respecto de que los militares no son los únicos culpables, que aun condenados son sujetos de DD.HH. y que la venganza es incongruente, ha escandalizado a más de un autodefinido "progresista".
Es una "tierra de nadie" donde cada vez que alguien saca la cabeza recibe fuego desde distintos ángulos. Especialmente desde el gubernamental, donde la invocación a la sangre derramada -la que nunca iba a ser "negociada"- de padres, hermanos, hijos, nietos y otros familiares y compañeros caídos o desaparecidos en la última dictadura o en sus prolegómenos- significa un salvoconducto genético para el acceso a cargos con altísimos sueldos y canonjías.
En la vereda de enfrente, hay sectores para quienes una reparación histórica exige la directa eliminación de los procesos y condenas por delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado más la reivindicación de sus autores.
título de la nota: Nuevas lecturas de los años 70
autor de la nota: Isidoro Gilbert
medio: Clarín - Revista Ñ - Argentina
fecha: 6/3/2013
extracto
Hay un trabajo que ha causado fuertes revulsivos y se verá por qué: Un testamento de los años 70 del ex montonero, hoy catedrático en Brasil, Héctor Ricardo Leis. Quiere dar el testimonio de su vida política juvenil, confiesa su participación en Montoneros lo que para él fueron glorias, derrotas y espantos. Pero es una ocasión para que emita algunos conceptos referidos a un análisis crítico de la guerrilla montonera y de la dictadura militar instalada en 1976. Entonces afirma: "Por lo tanto la lucha guerrillera contra la nueva dictadura militar no fue solamente suicida sino ilegítima. Y a pesar de haber sido demoníaca e ilegal, a pesar de haber llegado a extremos a los cuales la guerrilla nunca llegaría, la lucha de la dictadura contra la subversión fue legítima". Y finaliza el párrafo: "Sin embargo, sólo hubo condenas para los de un lado", como reclamando -no es el único aunque la patente la tienen sectores ultra conservadores- en favor de juzgar a las cúpulas de las organizaciones milicianas.
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Beatriz Sarlo, una de las dos prologuistas del ensayo de Leis, advirtió que sería acusado por sostener la "teoría de los dos demonios" y alaba el coraje intelectual de Leis, pero no hay duda de que se trata del mismo enfoque que dominó los primeros años de la recuperación democrática. Más tarde, los juicios a los represores, con la hendija que dejó abierta el primer tribunal que condenó a los comandantes en materia de niños desaparecidos en cautiverio y después de leyes absolutorias e indultos, llegaron a mediados de los 90 los juicios por el robo de bebes que condenó al recientemente muerto Jorge Rafael Videla: los tribunales no creen como Leis que salvar a los niños (aunque hayan fusilado a sus madres) haya sido un acto humanitario. Escribe Sarlo en ese prólogo: "La historia es particularmente rebelde a ser puesta en escena filosófica".
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Y Graciela Fernández Meijide, que es la otra prologuista, dice que su diferencia "con Leis se extiende a la consideración de que el terrorismo de estado es equiparable al terrorismo político no estatal... es verdad que hubo víctimas de un bando y de otro y que coexisten muertes buena y muertes malas, pero no creo que la responsabilidad ante la sociedad haya sido la misma". Y añade: "Ni siquiera puedo pensar en perdonar... no puedo perdonar en su nombre". Se refiere a su hijo Pablo.
título de la nota: La nostalgia es el final de todo
autor de la nota: Eduardo Levy Yeyati
medio: Perfil - Argentina
fecha: 5/5/2013
extracto
Aristóteles, cuenta Héctor Leis en su Testamento de los años 70, postuló el concepto de philia (amor fraterno) como cemento de la comunidad política. Son pocas las comunidades políticas donde la philia está más ausente que en la argentina, dice Leis; la distinción amigo-enemigo atraviesa toda la vida política, y sus actores tienden a enfatizar el lado enemigo. Políticos facciosos, plagados de mutuas asignaturas pendientes, políticos phobicos.
título de la nota: Revisar el revisionismo
autor de la nota: Jorge Urien Berri
medio: La Nación - ADN - Argentina
fecha: 5/3/2013
extracto
Breve y contundente, este libro de Héctor Ricardo Leis sin una línea de desperdicio combina ensayo y testimonio sobre el tema -el drama- del terrorismo que sufrió la Argentina, primero a manos de la guerrilla y después del Estado, un drama aún abierto por demasiado reciente en términos históricos y por la saturación de preconceptos, temores, intereses personales, hipocresías y aprovechamiento político.
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Luego de los cálidos prólogos de Graciela Fernández Meijide y Beatriz Sarlo, el autor se presenta, al filo de sus 70 años, como ex militante comunista, peronista, preso, amnistiado en 1973 y combatiente montonero hasta 1976, cuando se exilió en Brasil. También, como profesor con un posgrado en ciencias políticas y un doctorado en filosofía.
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La guerrilla urbana en la Argentina fue terrorista, sostiene Leis, y Montoneros nació y se consolidó en el culto a la violencia y con una lucha que, de 1973 a 1976, careció de legitimidad por librarse contra un gobierno democrático. A ese terrorismo respondió primero el de la Triple A, apoyado por el gobierno peronista, y desde 1976 el de la dictadura.
Aquí es donde Leis planta su tesis más polémica, con la que disienten Sarlo y Fernández Meijide. Con el advenimiento de una dictadura que, afirma, todas las organizaciones guerrilleras anhelaron, la lucha entre estas dos facciones "conducidas por elites mediocres además de inmorales" se volvió no sólo "suicida, sino también ilegítima. Y a pesar de haber sido demoníaca e ilegal, a pesar de haber llegado a extremos a los cuales la guerrilla nunca llegaría, la lucha de la dictadura contra la subversión fue legítima. [...] La lucha convirtió a todos en víctimas y victimarios recíprocos. Hubo más víctimas en un lado que en otro, pocos inocentes y muchos culpables". La legitimidad del terrorismo estatal, agrega, se funda en que "la principal obligación del Estado es defender su existencia con los medios a su alcance".
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Los orígenes de tanta violencia se remontan, según el autor, a los orígenes de nuestro país con las guerras civiles y con los enfrentamientos que atraviesan nuestra historia hasta el presente. Su propuesta es que ambos bandos confiesen la verdad y se perdonen porque "sin verdad no hay qué perdonar", que los juicios incluyan a los ex guerrilleros y que si hay una amnistía sea para todos. Leis cree que hay otros argentinos -militares, guerrilleros o simpatizantes- que, como él, se distanciaron de su pasado "pero no se animan a confesarlo en virtud de pactos mafiosos de autopreservación imperantes en ambos lados". Un libro tan polémico como audaz al que pronto seguirán las memorias del autor.
título de la nota: Elogio de la traición
autor de la nota: Héctor Ricardo Leis
medio: La Nación - Argentina
fecha: 4/24/2013
extracto
¿La traición puede ser elogiada? La lectura de los diarios ofrece casi todos los días declaraciones de personalidades que usan el calificativo de "traidor" como insulto y acusación de falta moral irredimible. Sin embargo, una mirada atenta sobre el sentido de la traición en países poco normales, como la Argentina, puede revelar sorpresas.
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Cuando la Argentina recuperó la democracia en 1983, no se encontraba en una situación peor que España cuando inició la transición después de la muerte de Franco. Sin embargo, aquí pasaron treinta años y el país continúa dividido y el Estado de Derecho democrático está en terapia intensiva, con riesgos de vida cada vez más graves. No puedo dejar de ver ciertas analogías entre el golpe de Estado de los franquistas en España, en 1981, con el "golpe" que el kirchnerismo más radical está dando ahora contra la República, con su tentativa de controlar al Poder Judicial como si fuese un ministerio más del Gobierno. Aunque no encontremos aquí la violencia que hubo en España, ambos movimientos tienen en común ser golpes dados desde dentro del sistema por sus sectores más radicales, franquistas allá, kirchneristas aquí.
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Volvamos a la pregunta inicial: ¿qué traidores precisamos para impedir este golpe? La respuesta es obvia, precisamos de traidores al kirchnerismo en sus dos principales variantes, peronista y montonera.
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Es hora de que todos juremos lealtad a la Constitución tal como ella está y la dejemos en paz por una buena cantidad de años. A pesar de sus posibles defectos, ella es hoy el único factor unificador, incluyente y reconciliador que existe en la Argentina. Quienes la golpeen serán responsables de males que esta vez pueden ser irreversibles.
título de la nota: El populismo muere desde adentro
autor de la nota: Héctor Ricardo Leis
medio: Clarín - Argentina
fecha: 4/18/2013
extracto
Confieso que no me preocupa tanto lo que los líderes populistas hacen o dicen, sino el consenso que reciben por sus actos y palabras, cualesquiera sean estos.
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Al populismo se lo puede ayudar a retirarse del escenario, pero la primera señal de esperanza que tenemos no viene de la oposición, sino de su delirio omnipotente que lo lleva a fallar con la lógica y con el sentido de justicia, produciendo progresivas e imparables implosiones. El populismo muere desde adentro, su asesino es la lógica. ¿Quién diría?
Héctor Leis
Autor del ensayo: Un testamento de los años 70, Katz Editores, 2013.
título de la nota: Putting balance and context into recent history
autor de la nota: Andrew Graham-Yooll
medio: Buenos Aires Herald - Argentina
fecha: 4/15/2013
extracto
At which point Héctor Ricardo Leis helps me walk back to the opening outburst about our lack of concern for human rights. We don’t want to see the rights of others. When, in 1971, I started out as a supplier of information (not an "informer", please) to Amnesty International, in London, I tried to explain the special interest in human dignity and life that the organization (started ten years earlier by lawyer Peter Benenson) proposed, my politically committed friends asked, "Yes, but what side are you on?". It was difficult to explain what became the Herald editorial line, simply, killing people is wrong. On the strength of his own experience Leis offers an interesting interpretation of a history we more often try to turn our backs on.
título de la nota: Héctor Leis: "Para que el país supere las divisiones que hoy lo aquejan, es forzoso hacer la catarsis de los 70" Entrevista
autor de la nota: Astrid Pikielny
medio: La Nación - Argentina
fecha: 3/31/2013
extracto
Politólogo y doctor en filosofía, este ex montonero hoy distanciado de la militancia critica el "uso sectario, político e ideológico de los muertos" y pide poner fin a los "ciclos recurrentes de guerra civil".
Hay, en el gesto de entrelazar las nociones de testimonio y testamento, una intención de esclarecimiento y entrega, pero también de acto final que busca restaurar la verdad, trascender la propia finitud y transmutar en legado. Así sucede con el nuevo ensayo de Héctor Leis Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en la Argentina (Katz Editores), un escrito político y moral que estará en la calle esta semana y que interviene con voz propia en el debate sobre la memoria y la responsabilidad de las organizaciones guerrilleras en el escenario de sangre y violencia que marcó la historia de nuestro país.
Militante comunista y peronista, Leis participó de la lucha armada, fue combatiente de Montoneros hasta el final de 1976 y hoy desenmascara el relato que manipula, aviesamente, historia, memoria y verdad, cuestiona el concepto de "delito de lesa humanidad", asume la violencia y las muertes provocadas por las organizaciones guerrilleras y reclama -atravesado por las nociones de perdón y reconciliación- una lista única de víctimas y un único memorial en el que figuren todos los nombres de los muertos: los de la guerrilla, los de las Fuerzas Armadas y los que mató la Triple A. "Asumo públicamente y con pesar mi propia historia de guerrillero. No puedo arrepentirme por lo que hice porque lo hice queriendo y empujado por el espíritu de época. Pero sí pido perdón por el sufrimiento causado por mis acciones. Lo nuestro fue una locura que fue al encuentro de otra locura", escribe Leis desde Brasil, destino del exilio desde 1977. "En ese sentido entiendo la mal llamada «teoría de los dos demonios» expresada en el Nunca Más por Ernesto Sabato: los dos lados del conflicto de los años 70 fueron igualmente ciegos y locos.
Desde el punto de vista criminal y moral, hubo diferencias notables, pero no en el grado de locura, de atreverse a hacer lo impensado e imperdonable. Confesar y pedir perdón por mi participación en esa locura es mi contribución al futuro del país. Si existe algún legado sería el de instruir modestamente a las nuevas generaciones para que puedan mirarles de frente la cara a todos los actores de aquellos años sin caer en sus redes", agrega.
Aunque la participación de Leis en el debate por la memoria fue relativamente distante, desde hace un tiempo, afirma, lo asedia un sentido de urgencia y angustia frente al "uso sectario, político e ideológico de los muertos" y la construcción de un discurso faccioso por parte del kirchnerismo. "Siempre me pareció difícil este debate, pero nunca hubo un discurso tan hegemónico y perverso sobre aquellos años como ahora. La memoria es fundamentalista cuando el Estado no busca el consenso y asume una versión de los hechos como única, condenando a la sociedad a dividirse en torno de memorias opuestas. La peor violencia, la que más destruye el tejido social, es la impuesta por un Estado fundamentalista. De igual forma, la peor memoria, la que más destruye la comunidad política, es la impuesta por un Estado fundamentalista. Estados que en ambos casos pueden ser autoritarios o democráticos, no importa", sostiene.
A 37 años del 24 de marzo de 1976, Leis equipara en responsabilidades a militares y militantes, cuestiona la falta de autocrítica de la dirigencia de Montoneros y considera que La Cámpora es una copia mala y oportunista de la militancia de los 70. Profesor universitario con una maestría en Ciencia Política y doctorado en Filosofía, desde hace algunos años su militancia se asocia al Club Político Argentino.
- ¿Por qué equipara en responsabilidades a quienes detentaron el poder del Estado y quienes ejercieron la violencia armada por fuera de él y desde la sociedad civil?
- Mi mirada no es la del jurista, que ingenuamente cree posible entender y operar la realidad a partir de las normas, sino la del filósofo político. En este sentido me preocupa más la trama de la historia y su sentido que los hechos aislados. El concepto de terrorismo de Estado, tal como es usado, es engañoso y sin valor teórico, y no ayuda a entender la dinámica de aquellos años. Si fuéramos a usar este concepto en sentido estricto podemos verificar que en la Argentina existió terrorismo de Estado desde el golpe de Onganía hasta la llegada de Alfonsín. Todos los gobiernos de ese período aplicaron una dosis mayor o menor de terrorismo de Estado, que siempre contó con la complicidad de las máximas autoridades. ¿O acaso se puede dudar de que los gobiernos de Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón no fomentaron y ampararon algún tipo de terrorismo desde el Estado, se llame formaciones especiales, Triple A, Operativo Independencia o cualquier otra cosa? En la Argentina hubo violaciones de los derechos humanos a lo largo de 17 años, de 1966 hasta 1983, en un crescendo que tendrá su apogeo con Videla. Esas violaciones fueron fruto de una dialéctica terrorista infernal entre actores con base en el Estado y la sociedad civil, que se alimentaban mutuamente y que perjudicaba a la nación como un todo.
- Pero, ¿por qué afirma que esos crímenes no constituyeron delitos de lesa humanidad?
- Es que esos crímenes hubieran sido contra la humanidad si el Estado argentino hubiera desparecido, pero el Estado no desapareció. En 1983 retornó el Estado de Derecho, que estaba en condiciones plenas de juzgar los crímenes habidos. El Estado existe o no existe. Si existe, los crímenes en su territorio y contra sus habitantes deberán ser juzgados, más tarde o más temprano, por ese Estado. Los crímenes contra poblaciones indefensas e inocentes, como sería el caso de un grupo nacional, étnico, racial o religioso que se encuentre fuera del amparo del Estado pueden ser considerados, sí, crímenes contra la humanidad. Por lo tanto, pretender que en la Argentina hubo crímenes contra la humanidad es, en mi opinión, un artificio jurídico que atenta contra nuestra soberanía y esconde que en los 70 hubo una lucha armada donde los militares defendieron, aunque de forma ilegal y demoníaca, la existencia del Estado como tal, contra la amenaza de su disolución por causa de esa guerra civil en curso y la casi total ausencia del gobierno. Por otro lado, las organizaciones guerrilleras, como ya lo habían probado, no luchaban en defensa de la Constitución Nacional, ya que en ese caso se hubieran autodisuelto en 1973 cuando llegó Cámpora al poder. Ellas luchaban por otro Estado y otra Constitución.
- ¿El robo de bebes tampoco es un delito de lesa humanidad?
- El robo de bebes es uno de los pocos casos que, por la extrema indefensión e inocencia de las víctimas, encuentro buenos argumentos para tipificarlo así.
- ¿Por qué nunca hubo una autocrítica pública de la conducción de Montoneros?
- El hecho más extraño de la Argentina contemporánea es el limbo en el cual permanecen los dirigentes de la conducción de Montoneros. Nadie les cobra nada, ni crímenes ni cuentas bancarias. Y cuando alguien se anima a hacerlo, ellos no responden. Se puede pensar dos cosas sobre ese silencio. La primera es que no saben qué decir porque todavía están tratando de entender lo que pasó. La segunda, que es la más probable, es que por el momento creen conveniente no decir nada. La conducción interna de Montoneros siempre tuvo un estilo centralista y militarista, a un grado tan o más alto que las FFAA. Después de todo, las FFAA no ejecutaban a sus miembros por motivos banales, como ocurrió algunas veces con Montoneros. Esa dirigencia debe pensar que la historia habrá de reconocerle sus méritos algún día y hasta entonces mejor no abrir la boca, porque tampoco saben para dónde va la historia. Todo esto tampoco explica por qué los ex montoneros no les piden una explicación a sus ex comandantes. En cuanto a la conducción, continúa sin rendir cuentas del dinero que estaba en su poder, que no era poco.
- ¿Qué similitudes y diferencias advierte entre aquella militancia y la actual, en algunos casos rentada y que ocupa puestos de poder? ¿Cuál es su opinión sobre La Cámpora?
- La militancia de los 60 y 70 fue tan heroica y altruista como voluntarista e ignorante de la realidad de las cosas. Primero fue víctima de la ideología, después de la metodología militarista-leninista-terrorista de sus organizaciones, y, por último, de Perón y los militares. Usamos ideas y métodos errados para combatir a todos al mismo tiempo. Pero fuimos originales, no reivindicamos la herencia de nadie, inventamos nuestros valores y nos sacrificamos por ellos. Las generaciones que nos siguieron son copias mal hechas de la nuestra. Adoptaron nuestra tradición de forma oportunista, desde el poder. No lucharon sino que fueron cooptados por los Kirchner. No existían antes de que ellos llegaran y fueron un invento del poder. No son ciegos, como fuimos nosotros, sino algo peor, son lacayos del poder del Estado. La Cámpora sería más coherente si se llamase "La Cayos". Su lealtad con el amo dura mientras esté en el poder.
- ¿Cree que hay un uso mutuo de los derechos humanos tanto por parte del kirchnerismo como de las organizaciones de los derechos humanos?
- En algún momento los argentinos tendrán que preguntarse por qué toleran la instrumentación política de la actual memoria histórica de los años 70 hecha por algunas organizaciones de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo de Hebe Bonafini, y los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Existe, por supuesto, un uso mutuo por parte de actores de la sociedad civil y del Gobierno para glorificar y victimizar a la guerrilla de los 70 y culpabilizar absolutamente a los militares. Pretenden con eso legitimar su populismo de izquierda y sus aspiraciones de poder. Pero hay un uso de esa memoria que es peor todavía.
- ¿En qué sentido peor?
- En el sentido de que esa memoria mentirosa y cínica es tolerada por la gran mayoría de la sociedad argentina porque le permite olvidar la verdad de aquellos años y, sobre todo, ocultar sus responsabilidades. La violencia y el terror practicado por los principales actores en conflicto de aquellos años fueron deseados de forma abierta o silenciosa por la mayoría. De todas las memorias posibles, la actual es la mejor para ocultar la verdad, ya que la culpa es únicamente de los militares. La sociedad argentina tiene miedo de abrir la caja de Pandora de su pasado: el rechazo que eventualmente les produce la mentira e instrumentación de la memoria histórica es infinitamente menor que el horror que les produciría confrontarse con su participación en ese pasado. Para que la Argentina supere las divisiones y enfrentamientos que hoy la aquejan es forzoso hacer la catarsis de los 70. La memoria actual es mentirosa porque es anticatártica. Es el alter ego de la sociedad argentina que prefiere la mentira a descubrir sus responsabilidades, tanto con la violencia de la guerrilla como de la dictadura, y de las consecuencias de ambas. Y digo sociedad argentina porque aún muchos de aquellos que padecieron la locura de la época permaneciendo neutrales, hoy también callan, esperando que la verdad sea producida por otros. ¿Por quiénes?
- ¿Cuán necesarios son los muertos para alimentar una épica en el kirchnerismo?
- En esto debemos aliviar la culpa del kirchnerismo. El culto a los muertos es parte del ser nacional y Gardel es un ejemplo. Pero el uso político de ese culto es obra del peronismo y comenzó con la muerte de Eva Perón, a quien Perón declaró santa y le decretó un feriado. Es evidente que el actual gobierno pretendió legitimarse también sobre la figura de los muertos y desaparecidos víctimas de la dictadura militar, a los cuales agregó más recientemente a Néstor Kirchner. La cosa salió bien al comienzo, pero recientemente los familiares y amigos de los muertos en Once le mostraron a la Presidenta que el uso que podía hacer de la muerte de su marido era limitado. Puede ser una buena señal, indicando que los argentinos se están cansando del uso sectario, político e ideológico de los muertos. Es la señal que la sociedad argentina precisa para comenzar la tarea de actualización de la memoria histórica de los 70, aproximándola lo más posible a la verdad. Respetemos por igual a todas las víctimas de aquellos años y dejemos que los muertos entierren a sus muertos porque nadie sabe lo que pensarían hoy si estuvieran vivos.
- En ese sentido usted reclama una lista única de víctimas en la que figuren todos los nombres de los muertos y desaparecidos: los que mató la guerrilla, las FF.AA. y la Triple A. ¿Cree que algún día será posible?
- Creo que sí. De no serlo, esos nombres se perderán en la neblina de la historia. Mi propuesta apunta a salvarlos para que contribuyan a salvar el futuro de los argentinos. Si continúa la exclusión de unos u otros, los resentimientos del pasado continuarán alimentando el presente, generando nuevas listas de muertos en el futuro. La Argentina tiene que poner un fin a sus ciclos recurrentes de guerra civil. Tal como están hoy las cosas la guerra civil no es manifiesta, pero los instintos y odios que la alimentan continúan latentes.
- ¿Qué les diría a los compañeros de militancia que sostienen que estas posiciones suyas, en lugar de avanzar en un proceso de sinceramiento y reconciliación podrían "hacerle el juego a la derecha"?
- Presumo que te referís como compañeros de militancia a los miembros de mi generación del 60, junto con los cuales quise hacer la revolución por la vía de las armas. Si fuesen ellos, les diría que están equivocados y que quien hace esa crítica decidió ser leal al peor de sus pasados, no al mejor. Decidió apegarse a los errores del pasado para defender su participación en la historia, en vez de mirar de frente a la verdad, pensando en el futuro de la nación. Diciendo la verdad sobre los años 70 no se le hace el juego a nadie, especialmente cuando en ese pasado no hubo héroes, ni vencedores, sino que fuimos todos víctimas y victimarios recíprocos. En los 60 y 70 nosotros creíamos que la verdad era revolucionaria y luchábamos contra las mentiras del poder. Cómo podría entonces hacerle el juego a la derecha si la memoria oficial, tal como aparece consagrada en los "museos" impulsados por algunas organizaciones de derechos humanos y la secretaria de Derechos Humanos del Gobierno, es mentirosa porque oculta una parte importante de los hechos. Todos lo sabemos. Yo les preguntaría a mis compañeros por qué se callan, por qué le hacen el juego a la mentira. Por otra parte, en la Argentina es imposible hacerle el juego a la derecha -o a la izquierda- si no aclaramos de quién estamos hablando. Desgraciadamente, en nuestro país existen derechas e izquierdas tan autoritarias unas como las otras, y no me une ninguna lealtad con ellas. Les preguntaría a los ex compañeros que me critican si ellos defienden todavía las muertes y el terror que provocamos durante un régimen democrático con gobiernos peronistas. Les preguntaría si ellos repetirían lo mismo otra vez.
- ¿Y si le responden que sí?
- Si ellos me responden que sí, mucho me honran con sus acusaciones. Ellos están del lado de las dictaduras y las mentiras, y hoy mi única lealtad es con la democracia y el Estado de Derecho.
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