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Jacques Derrida

Fueros. La melancolía de Abraham

prefacio de: Valeria Campos Salvaterra


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Fueros. Las palabras anguladas de Nicolas Abraham y Maria Torok

En lo sucesivo, este goce, celosamente conservado en su fuero, no podía sino ser el objeto de una desmentida [desaveu] total. Además, no habiendo sido él mismo incluido en la escena [...].
La intervención de la madre, con sus palabras rusas, después la de la niñera con sus palabras inglesas, le cerraron dos puertas a la vez [...].
Nicolas Abraham y Maria Torok, Le verbier de l’Homme aux loups

Pero gracias a este subterfugio, el texto del drama que se escribe detrás de su fuero interior se podrá interpretar por delante, en el fuero exterior, si puede decirse así.
Nicolas Abraham, Le cas Jonas (inédito)

Bajo este título y estos exergos, que se tenga a bien no leer (o, mejor, saltar) un ruego (se haga lo que se haga aquí, como yo, con esta palabra) de insertar demasiado largo. Más que nunca páginas, sí, volantes, como el "se ruega insertar" que, por otra parte, se separa rápidamente y que no obstante supongo, antes aun de comenzar, conocido.

¿Qué es una cripta?

¿Y si yo escribiera aquí sobre ella? Dicho de otro modo, ¿sobre el solo título del libro, sobre la pared externa de su primera y muy notoria legibilidad?
Menos aún: ¿sobre el primer fragmento separable de un título, sobre su símbolo quebrado o su columna trunca, criptonimia todavía sin nombre? ¿Si yo me detuviera, inmovilizándome, y también a ti, lector, delante de una palabra o una cosa, más bien el lugar de una palabra-cosa, como el que Nicolas Abraham y Maria Torok nos dan aquí para descifrar: cripta de criptonimia?

Pues no me comprometeré más allá.
En el lugar de otra, he aquí la primera palabra: cripta.
No habrá sido entonces, principalmente, la primera. No habrá tenido lugar como tal. Su lugar propio es de otro. La cripta conserva un lugar inhallable a modo de causa.

¿Qué es una cripta?

Ya he hablado mal de los prefacios. ¿El sitio de cuál ausencia -de qué de quién de cuál texto perdido- pretende ocupar el prefacio? Pre-disponiendo así de una primera palabra que no le pertenece, él -cripta a su vez- tendrá la forma de lo que preserva y me observa aquí, lo irremplazable.
No me comprometeré más allá de esta primera palabra en lugar de otra. No me comprometeré más allá de un fragmento de palabra, lo que queda de un símbolo (uno de los objetos del libro) a título de compromiso. De lo que se compromete y enlaza desde la pared del título: el sustantivo cripta incluso antes que una criptonimia. Me detengo aquí, para empezar (inmóvil), depositando sobre su borde la pequeña piedra blanca de un escrúpulo, una palabra áfona para el solo pensamiento, sobre el único camino de una cripta, para que otros se comprometan con ello.

¿Qué es una cripta?

No la cripta en general, sino esta, enteramente singular, al borde de la cual regresaré siempre. La forma de esta pregunta precederá en adelante a aquellas que se llaman, desde el origen de la filosofía, primeras: ¿qué es, en el origen, La Cosa?, o ¿a qué se llama Pensar? El verbario de Wolfman (avanzo aquí rápidamente hacia el último capítulo) da a pensar la Cosa desde la Cripta, la Cosa como efecto de cripta. No respeta ya el orden, el orden de la filosofía, desplazada de este modo, ciertamente y sin retorno posible, por una palanca psicoanalítica, pero tampoco un cierto orden común del psicoanálisis. Esta cripta no reúne ya las metáforas fáciles del Inconsciente (oculto, secreto, subterráneo, latente, otro, etc.), en suma, del primer objeto del psicoanálisis. Es, dando crédito a este primer objeto, una suerte de "falso inconsciente", un inconsciente "artificial" alojado como una prótesis, injertado en el corazón de un órgano, en el yo escindido. Lugar muy particular, fuertemente circunscrito, al cual sin embargo solo se podrá acceder por las vías de otra tópica.
Invertir el orden de las preguntas, ya no tomar el sustantivo cripta como una metáfora en el sentido corriente, sería tal vez proceder -desde el psicoanálisis y, en él, desde una nueva criptología- a una retranscripción anasémica de todos los conceptos, a ese "cambio semántico radical que el psicoanálisis ha introducido en el lenguaje". Será necesario volver a hablar de esa "conversión" anasémica que opera por "de-significación", según los giros de una "antisemántica". Pero conviene designarla inmediatamente como la condición de toda la tentativa, su elemento y su método. En lugar de pretender acceder a esta cripta desde el sentido corriente o la figura común de la cripta, nos someteremos a un movimiento al que sería demasiado simple, lineal o unilateral entender como la inversa de aquel acceso, como lo he descrito apresuradamente más arriba, como si por anasemia el movimiento pudiera remontarse hacia el lugar propio y el sentido propio desde esta cripta. Paradigma sin el cual, no obstante, resta que la pregunta "¿qué es una cripta?" no podrá ya, me parece, ser planteada.
Ni metáfora, ni sentido propio, el desplazamiento que voy a seguir aquí obedece a otra trópica. Afecta todo lo que una cripta pone en tela de juicio: los lugares, la muerte, la cifra. Estos tres son lo mismo que la cripta. No se dejan ni disociar ni ordenar según una jerarquía. No forman una multiplicidad de predicados separables, los atributos esenciales o accidentales de la cripta. Su estar juntos no ha meramente ocurrido, su unidad no es irreductible más que respecto de la cripta que constituyen de un extremo al otro: dicha unidad no es pensable sino desde la cripta, esta cripta.

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