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Robert Trivers

La insensatez de los necios

La lógica del engaño y el autoengaño en la vida humana


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Prefacio - 1. La lógica evolutiva del autoengaño

Prefacio

Las condiciones están maduras ya para formular una teoría del engaño y el autoengaño fundamentada en la lógica evolutiva, una teoría aplicable en principio a todas las especies pero en particular a la nuestra. Somos mentirosos redomados y nos mentimos incluso a nosotros mismos. Nuestro bien más preciado -el lenguaje- no solo apuntala nuestra capacidad de mentir sino que la amplía en gran medida. Mentimos sobre acontecimientos remotos en el espacio o el tiempo; sobre los detalles y el significado del comportamiento de los demás; sobre nuestros pensamientos y deseos más íntimos, etcétera, etcétera. Ahora bien, ¿cuál es la razón del autoengaño? ¿Por qué estamos dotados de maravillosos órganos sensoriales que nos permiten detectar información si habremos de distorsionarla apenas llega?
La biología evolutiva nos permite fundamentar un enfoque funcional del tema -nos mentimos a nosotros mismos para mentir mejor a los demás- pero hay muchos otros aspectos en esta cuestión. Sin duda, el autoengaño es un tema perteneciente a la psicología, pero si nos restringimos a esa perspectiva podemos enceguecernos (y enloquecer también) mucho antes de discernir los principios subyacentes de ese comportamiento. En muchos casos, comprender la vida de todos los días es más fructífero que obtener resultados en el laboratorio, pero nuestra comprensión de la vida cotidiana se ve afectada fácilmente por la ignorancia y el autoengaño. Esta observación es particularmente cierta cuando nos referimos a la política y las relaciones internacionales, pero dejar de lado esos temas sería una tontería, como si debiéramos callarnos porque nuestras opiniones pueden estar sesgadas. Como el análisis del autoengaño comienza por casa, he incluido en el texto algunas anécdotas personales. Desde luego, he intentado lograr cierto equilibrio entre lo que es posible afirmar científicamente con alguna certeza y lo que es sugerente pero difícil de confirmar, y he tratado de distinguir claramente esas dos posibilidades.
Tengo la esperanza de tentar al lector para que aplique estas ideas a su propia vida y las desarrolle aún más. He intentado no detenerme demasiado en las cuestiones inciertas sino llamar la atención sobre ellas a medida que aparecen y pasar a otro tema. Es inevitable que haya errores en parte de lo que escribí, pero espero que la lógica propuesta y los hechos presentados susciten esfuerzos por lograr una ciencia del autoengaño más profunda e integrada.
El tema elegido es negativo: el libro trata de la falta de veracidad, de la falsedad y las mentiras, externas e internas. Por momentos, las cuestiones que abordo son deprimentes pero, sin duda, el engaño y el autoengaño merecen un análisis científico explícito. Se trata de una faceta oscura y opaca de nuestra personalidad, un aspecto que preferimos no encarar, asumiendo el riesgo que eso implica, pero que también despierta nuestro asombro y nuestro humor, de modo que podemos disfrutar el tema al mismo tiempo que lo sufrimos.
Escribí el libro en cierto orden: primero la lógica evolutiva y el engaño en la naturaleza; luego la neurofisiología, el autoengaño inducido, la familia, los dos sexos, la inmunología y la psicología social. Más adelante, el autoengaño en la vida cotidiana -incluidos los accidentes aéreos, las narrativas históricas falsas, la guerra, la religión y las ciencias sociales- para terminar con algunas reflexiones finales acerca de cómo podemos combatir el autoengaño.
Con todo, concluido el primer capítulo, es posible leer el libro prácticamente en cualquier orden. Me he esforzado por hacer referencias cruzadas a los temas afines, de modo que si el lector saltea una sección que luego es necesaria, no tendrá dificultad para encontrarla. No es difícil tampoco ubicar las fuentes correspondientes a los hechos y teorías que menciono: basta con recurrir a las notas finales, que comienzan después del último capítulo y hacen referencia a la página y el contenido del texto correspondiente. De tanto en tanto he agregado otras fuentes adicionales. Las referencias completas figuran en la bibliografía.
Todos podemos tomar parte en la construcción de una ciencia del autoengaño. Todos tenemos algo que decir al respecto. La lógica es muy sencilla y la mayor parte de las pruebas, fáciles de comprender. Se trata de un tema universal que, en muchos aspectos, nos lleva a los rincones más inaccesibles de nuestra vida.

***

1. La lógica evolutiva del autoengaño

A principio de la década de 1970, estuve trajinando para elaborar una teoría social fundamentada en la selección natural. Intentaba comprender la evolución de nuestras relaciones sociales básicas: la relación entre padres e hijos, entre hombre y mujer, las relaciones con parientes y amigos, la relación que vincula a los miembros de un grupo con los que no lo son. Por otra parte, la selección natural era la clave para comprender la evolución y la única teoría que aportaba una respuesta para una pregunta crucial: ¿qué finalidad cumple un rasgo determinado? Se denomina selección natural el hecho de que en todas las especies, algunos individuos dejan más descendencia viva que otros, de modo que, a lo largo del tiempo, los rasgos genéticos de los que tienen éxito reproductivo se van haciendo más frecuentes. Puesto que ese proceso acumula los genes vinculados con un alto grado de éxito reproductivo (éxito reproductivo = número de descendientes vivos), se supone que todas las criaturas vivientes están organizadas en consecuencia, es decir, están organizadas para maximizar el éxito reproductivo individual. Como las unidades que se replican son concretamente los genes, esta afirmación significa también que nuestros genes procuran su propia propagación.
Cuando se la aplica al comportamiento social, la selección natural predice una mezcla de emociones y comportamientos contradictorios. En contraposición a las creencias predominantes en otros tiempos (y también ahora, algunas veces), no se supone que el conflicto esté ausente de las relaciones entre padres e hijos, ni siquiera en el seno materno. Por otro lado, no es difícil que los timadores -es decir, las personas que no devuelven lo que reciben- exploten las relaciones mutuas, de suerte que puede surgir evolutivamente algún principio de justicia para proteger a los incautos. Por último, se puede construir una teoría coherente no sesgada acerca de la evolución de las diferencias sexuales a partir del concepto de inversión parental relativa (cuánto tiempo y cuánto esfuerzo dedica cada uno de los padres a su progenie) y de la idea de que la selección natural actúa sobre la cantidad relativa de machos y hembras en la población (proporción de los sexos). La presente obra nos dará una visión más profunda de qué significa ser macho o ser hembra.
La lógica general de estos fenómenos funcionaba a la perfección para casi todos los temas que me planteaba, pero persistía un problema insoluble. Parecía que en el corazón mismo de nuestra vida mental se escondía una contradicción flagrante: procuramos obtener información y luego actuamos para destruirla. Por un lado, los órganos de los sentidos han evolucionado y nos brindan hoy una imagen sumamente detallada y precisa del mundo circundante: vemos el mundo en colores y en tres dimensiones, vemos el movimiento, la textura, los patrones no aleatorios, reconocemos patrones mediante inmersión y advertimos muchas otras características. Lo mismo ocurre con el oído y el olfato. En conjunto, los sistemas sensoriales están organizados para brindarnos un "reflejo" pormenorizado y preciso de la realidad, como ocurriría si supusiéramos que la verdad acerca del mundo externo nos ayudará a transitar mejor por él. Sin embargo, una vez que toda esa información llega al cerebro, a menudo la mente consciente la tuerce y distorsiona. Nos negamos la verdad. Proyectamos sobre los demás rasgos que en realidad son nuestros y luego ¡los atacamos por ello! Reprimimos los recuerdos penosos, inventamos otros totalmente falsos, racionalizamos el comportamiento inmoral, actuamos sin cesar para elevar la opinión que tenemos de nosotros mismos y recurrimos a toda una serie de mecanismos de defensa del yo. ¿Por qué?
Sin duda, esas distorsiones tendrán efectos negativos sobre nuestro bienestar biológico. ¿Por qué degradamos y torcemos la verdad? ¿Por qué alteramos la información una vez que llega para construir una falsedad? ¿Por qué habrá fomentado la selección natural nuestros maravillosos órganos de percepción para favorecer por otro lado la distorsión sistemática de la información que hemos reunido? En síntesis, ¿por qué nos autoengañamos?

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