Martin Seel
Estética del aparecer
fragmento
Prólogo
En este libro sugiero pensar la estética no a través de los conceptos de la apariencia o del ser, sino a partir de un concepto del aparecer. El aparecer al que habré de referirme es una realidad que comparten todos los objetos estéticos, independientemente de cuán distintos sean en otros sentidos. El aparecer está presente en toda actividad estética.
Percibir las cosas y los acontecimientos momentánea y simultáneamente, tal y como aparecen ante nuestros sentidos, es una forma primordial de experimentar el mundo. La conciencia que emerge de ese modo es una facultad central del ser humano. En la percepción de la particularidad inconmensurable de algo dado a los sentidos alcanzamos una percepción del presente indomeñable de nuestra existencia. La atención al aparecer es por lo tanto al mismo tiempo una atención hacia nosotros mismos. Ello ocurre también -y aun con mayor razón- cuando las obras de arte imaginan presentes, pasados o futuros, o presentes probables e improbables, porque ellas desarrollan sus energías transgresoras a partir de su presencia sensible, en tanto creaciones llamativas para los sentidos. Crean un presente particular, en el que se despliega una exposición de presentes próximos o distantes.
Quizá podría dudarse de lo anterior en lo que respecta al arte del siglo XX. Parecería que el arte moderno rehuyera continuamente el aparecer. Pensemos, por ejemplo, en la obra In advance of the broken arm, de Marcel Duchamp: una pala para quitar la nieve como cualquier otra, colgada del techo del taller que servía como sala de exposición. O en el Kilómetro vertical erigido por Walter De Maria en 1977 para la documenta VI: un tubo largo y angosto enterrado en las profundidades de la tierra, del que no se aprecia nada más que una placa de latón que sobresale en medio de una plataforma de piedra de dos metros cuadrados. Aquí estamos frente a objetos que, en opinión de muchos críticos influyentes, en su cálculo artístico están por encima del aparecer sensible. Como consecuencia, la filosofía debería expulsar las voluptuosidades de lo sensible del templo de la teoría del arte.
Quiero evitar precisamente esa consecuencia. La gracia de esos primeros ready-mades sólo puede entenderse a partir de la expectativa provocada y negada a la vez mediante la puesta en escena del objeto. El ocultamiento casi total del objeto artístico en la instalación de De Maria es aun más claramente una técnica del dejar aparecer, pues la obra hace sentir, de manera sutil y paradójica, el espacio a lo largo del cual se extiende la instalación -que no por casualidad se encuentra en el lugar donde suele erigirse una escultura-, bajo los pies del "espectador". En el contexto del arte, incluso la desaparición puede ser una fuente del aparecer.
Además de las artes plásticas modernas, la literatura también parecería obviar el aparecer -al menos allí donde renuncia al metro y a la armonía de las sílabas-. Podría pensarse que entonces ya no existe verdaderamente un objeto sensible, sino simplemente una partitura que, en cuanto obra de arte, no quiere ser explorada con los sentidos sino únicamente por el espíritu. Sin embargo, esta escisión desconoce esencialmente el habla literaria. Porque sin (un sentido para) sus cualidades sensibles, en cuanto composición gráfica, rítmica y sonora, los textos literarios no existirían.
La estética debe desde siempre superar estas y otras dudas fundamentales de cara a las artes. Pero sólo podrá lograrlo en la medida en que no se aparte de los fenómenos ajenos al arte -de la naturaleza, de la decoración y el diseño, de la moda y el deporte, y en general de cualquier ocasión que involucre una atención sensible dirigida a su propia realización-. La particularidad del arte debe pensarse precisamente en su particularidad estética: no sólo en la diferencia de sus objetos frente a los de cualquier otro tipo, sino en su diferencia frente a cualquier objeto o acontecimiento estético. La filosofía del arte comprende por lo tanto una región particular de la estética en general; sólo puede desarrollarse adecuadamente en ese marco. El arte se encuentra, en la existencia humana, en medio de una variedad de ocasiones estéticas que no están sujetas a una coreografía artística.
Los distintos capítulos de este libro enfocan su atención sobre las diversas ocasiones estéticas. Todos ellos buscan, a partir del concepto conductor del aparecer, caminos apropiados dentro del campo de la estética. De este modo, el libro traza distintos "capítulos de la estética" que, de acuerdo con la inclinación del lector, pueden ser leídos independientemente o estudiados según las correspondencias que guardan entre sí.
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