Cass R. Sunstein
Riesgo y razón
Seguridad, ley y medioambiente
notas de prensa
Riesgo y razón. Seguridad, ley y medioambiente Revista SAAP - Argentina, 8/1/2007
Disputas ambientales La Nación - Argentina, 7/16/2006
título de la nota: Riesgo y razón. Seguridad, ley y medioambiente
autor de la nota: Martín Walter
medio: Revista SAAP - Argentina
fecha: 8/1/2007
extracto
En Riesgo y razón, Cass Sunstein [...] propone un método pragmático para la selección de herramientas racionales de regulación de riesgos.
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El libro es valioso porque presenta, [...] los argumentos subyacentes en las estrategias liberales y racionalistas de regulación del riesgo. Sugiere la existencia de una relativa sobre-regulación estatal fundada en la emotividad e irracionalidad de los individuos y defiende a lo largo de la obra los beneficios del mercado y de la racionalidad tecnocrática.
título de la nota: Disputas ambientales
autor de la nota: Ana María Vara
medio: La Nación - Argentina
fecha: 7/16/2006
extracto
El conflicto por las plantas de celulosa en el río Uruguay parece despertar la conciencia de la opinión pública argentina con respecto a la problemática ambiental, sus pasiones y complejidades. La reacción sorprende por su alta visibilidad, pero también por lo tardía (en el mundo las movilizaciones ecologistas comenzaron en la década del sesenta), y porque la Argentina hace uso de dos tecnologías muy resistidas en otras latitudes: la energía nuclear y los cultivos transgénicos.
Para despejar las incógnitas sobre estas cuestiones es imprescindible disponer de bibliografía especializada, bastante escasa en español. Por eso resulta auspiciosa la traducción de Riesgo y razón. Seguridad, ley y medioambiente, de Cass R. Sunstein, profesor de derecho y ciencia política en la Universidad de Chicago. El norteamericano se concentra en las controversias ambientales, es decir, aquellos casos en que un sector de la población reclama medidas para proteger la naturaleza y las personas de algún impacto contaminante, medidas que casi inevitablemente van a afectar a algún otro sector. Su propuesta es hiperracionalista. Sunstein es partidario de basar las decisiones en un estricto análisis de costo-beneficio, en que se sopesen en términos económicos las potenciales pérdidas y ganancias de vidas humanas asociadas a las medidas de protección.
Un ejemplo provisto en las primeras páginas aclara la ecuación, que toca aspectos sensibles. A comienzos de los años ochenta, en Estados Unidos se introdujo una nafta reformulada con un aditivo, el MTBE, que reduce las emisiones de dióxido de carbono y, por lo tanto, parecía contribuir a la calidad del aire. Sin embargo, pronto se comprobó que el MTBE liberaba más tóxicos que la nafta. Y algo peor: que por ser soluble en agua, se colaba rápidamente a las napas. Por cuidar el aire, se contaminaba el agua. Frente a este tipo de casos, Sunstein se propone "mostrar cómo una democracia madura, alerta ante sus propias fallas, apunta a crear instituciones y herramientas que aseguren que la ley no se limite a expresar los valores correctos, o a efectuar los enunciados correctos, sino que realmente promueva el bienestar humano".
Está claro que este enfoque se apoya en una ética de fines, que pone el valor en alcanzar determinados bienes para la mayor cantidad de personas, y no en una ética de principios, quizás más esperable en una persona de leyes como Sunstein. El planteo abre otras discusiones: la cuestión de qué se considera un bien, así como la forma en que se jerarquizan y se distribuyen distintos bienes. De esas tres cuestiones, Sunstein aborda fundamentalmente la primera y, en menor medida, la segunda. Por cierto, los capítulos referidos a cómo se pueden estimar los costos y beneficios potenciales de cada decisión política son sólidos, bien argumentados e incluyen recomendaciones detalladas sobre aspectos económicos y legales.
Se destacan sus análisis de cómo la agencia de protección ambiental de Estados Unidos, la EPA, determinó los estándares sobre los niveles de arsénico tolerables en el agua y los requerimientos para disminuir la contaminación del aire. En relación a cómo se jerarquizan los bienes, Sunstein hace un aporte interesante aunque sesgado: compara las diferentes estimaciones de riesgo que hacen los legos y los expertos. Sin embargo, está demasiado preocupado por demostrar que los no expertos se dejan llevar por indicios parciales, que los conducen a apreciaciones distorsionadas. Cuando se sorprende de que cáncer y el sida sean tan temidos (más que las enfermedades cardíacas, que como causa de muerte son tanto o más importantes), su racionalismo a ultranza, hecho de puros números, resulta casi enternecedor. Uno quisiera poder recomendarle La enfermedad y sus metáforas, de Susan Sontag, para recordarle la importancia del otorgamiento de significados y valores en las sociedades.
Como la intervención de los "técnicos" en las disputas ambientales por la que Sunstein aboga, su libro es, a la vez, imprescindible e insuficiente. Imprescindible, porque representa una propuesta que puede alimentar las discusiones con argumentos bien articulados y francamente situados: Sunstein confiesa que su libro contiene "un planteo altamente tecnocrático". Insuficiente, porque deja a un lado una cantidad importante de variables que intervienen en este tipo de debates.
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