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Hans Ulrich Gumbrecht
Elogio de la belleza atlética
notas de prensa
Razones del músculo ABC - España, 11/17/2007
Elogio de la belleza atlética Espéculo. Revista de estudios literarios. UCM - España, 11/1/2006
El fútbol que no miramos La Nación - Argentina, 7/13/2006
Los goles como obras de arte Página/12 - Argentina, 7/10/2006
La frágil belleza del atleta La Razón - España, 7/10/2006
"El estilo de una selección de fútbol ya no define el alma de un país" Clarín - Argentina, 7/6/2006
Elogio de la belleza atlética El Mundo - El Cultural - España, 6/8/2006
El deporte como placer estético El País - España, 6/4/2006
Maravillas de la forma Hoja por Hoja - México, 6/1/2006
Elogio de la belleza atlética Página/12 - Argentina, 5/29/2006
El deporte y los críticos Clarín - Revista Ñ - Argentina, 4/15/2006
título de la nota: Razones del músculo
autor de la nota: Fernando R. de La Flor
medio: ABC - España
fecha: 11/17/2007
extracto
Gumbrecht, en contra de una tradición de reductibilidad filosófica, hace emerger los valores complejos de este mundo epidérmico, cuya naturaleza se juega en el juego mismo. El filósofo aplica su luz sobre tal objeto, o cuerpo entrenado, cuya memoria gravita sobre la cultura occidental sin al parecer decidirse a formar parte de ella. No se juzga aquí ese mundo desde una exterioridad al mismo, sino que un vértigo lo involucra desde el principio, poniéndose en juego la fascinación del desarrollo. [...] hace de los atletas héroes, de los espectadores narradores, y de las experiencias con el deporte un drama histórico de magnitudes épicas.
***
Nadie debería considerar su cuerpo ajeno a aquellos que rivalizan, se entrenan, o se extenúan dentro del terreno de juego. Nadie debería privarse de contemplar y ser parte de tanta belleza. Es el mensaje.
título de la nota: Elogio de la belleza atlética
autor de la nota: Rayko González /UCM
medio: Espéculo. Revista de estudios literarios. UCM - España
fecha: 11/1/2006
extracto
En esta obra, que podríamos designar como panegírico, el filólogo alemán, profesor en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), Hans Ulrich Gumbrecht trata de vislumbrar algunas características, grosso modo, del deporte moderno. Evidentemente no es una obra de teoría de la comunicación en el deporte -aunque destaca algunos fenómenos que se observan en el espectador-, ni tampoco de teoría de los juegos aplicada a algún deporte -aunque también se puedan extraer algunos datos interesantes al respecto-, ni siquiera se sumerge en el interesante aspecto conflictual del deporte -aunque es, de estos tres elementos que he querido señalar, al que más se acerca-. Es, como bien queda manifiesto en su título original (In Praise of Athletic Beauty), una alabanza hacia el deportista y el deporte observado como fenómeno puramente estético. Un deporte moderno que, como el propio Gumbrecht apunta, se asemeja más al areté griego que al agón, ya que no se busca el aniquilamiento del otro, sino superar los límites que cada uno se impone a sí mismo. Es la virtud del deportista lo que se busca, y no la eventual lucha entre dos oponentes para demostrarse el uno al otro su intachable superioridad. Digamos que Gumbrecht define, así pues, los deportes modernos como una práctica durativa, lo que él llama "cultura de la presencia", en oposición a la "cultura del sujeto". Mientras que en esta última, imbuida por la autorreferencia subjetiva, se da una total confianza en que la mente es la garantía de la existencia humana (Cogito, ergo sum), en aquella otra -por ende, la nuestra- "la autorreferencia humana no excluirá necesariamente a la mente, pero siempre dará importancia primaria al cuerpo" (p. 64-65).
título de la nota: El fútbol que no miramos
autor de la nota: Susana Reinoso
medio: La Nación - Argentina
fecha: 7/13/2006
extracto
Si un seleccionado de fútbol expresa o no la cultura que representa es materia de un complejo análisis que, en todo caso, habrá que relacionar con los momentos históricos que vive un país, antes que con el entramado de intereses, tradiciones, ideologías, costumbres, usos y sueños que atraviesa a una sociedad. Este es el punto de vista del sociólogo y filósofo alemán Hans Ulrich Gumbrecht, que acaba de presentar en Buenos Aires, por invitación del Instituto Goethe y Katz Editores, su reciente libro Elogio de la belleza atlética, un ensayo sobre el goce estético que los deportes provocan en los espectadores, como si de obras de arte vivas se tratara. El asunto podría conectarse con el estupor experimentado por miles de amantes del buen fútbol que Francia jugó durante el reciente Mundial de Alemania, ante la intempestiva actitud del jugador francés Zinedine Zidane, el Balón de Oro 2006, que derribó de un cabezazo al italiano Materazzi a raíz de un insulto de éste, que Zizou asumió como lesivo del honor de su familia, natural de Argelia.
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Gumbrecht dice que a veces funciona esa impresión de que un seleccionado expresa alguna esencia telúrica, "porque la manera de jugar coincide con una autoimagen cultural del país. Por ejemplo, Brasil, con su forma barroca de fútbol, o Alemania, cuya imagen negativa exterior es que son brutos y sudan mucho. Pero no coincide en el caso de Italia, cuyo estilo minimalista de juego nada tiene que ver con su cultura". Sin embargo, el autor acepta que existen estilos nacionales de fútbol que pueden reconstruirse junto con un momento histórico particular o con la cultura deportiva de un país. Sobre esto ilustra El milagro de Berna, una película de Sönke Wortmann (actualmente en la TV por cable local) sobre el inesperado triunfo mundialista del seleccionado alemán en 1954 ante Hungría. Ese año, dice Grumbrecht, la sociedad alemana enterró el sentimiento de frustración causado por la Segunda Guerra Mundial y puso la marca "al milagro económico de posguerra". Como experiencia estética, agrega, "el fútbol azuza nuestros sentidos como lo hacen los sonidos" y nos gratifica al fundirnos con miles de otros capaces de emitir un común juicio estético. En el reciente Mundial, los alemanes reunificados se abroquelaron alrededor de unos símbolos culturales que, en palabras de Gumbrecht, no suelen levantar pasiones en los jóvenes. Sin embargo, la mirada del mundo sobre sus espaldas reverdeció un orgullo por lo propio, desusado para quienes han padecido en el pasado la exacerbación nacionalista. El especialista alemán cuestiona ese "cierto multiculturalismo de clase media alta sosa que no es hinchada strictu sensu", que prevaleció entre los visitantes extranjeros.
Volviendo a Zizou: es comprensible que esa masa mundial de admiradores que tanto disfrutó con su hechizante juego sea incapaz de aceptar que hasta los héroes pueden tener exabruptos humanos. Habrá que aprender a convivir con el hecho de que existen personas, a caballo de dos culturas, para quienes el honor familiar está por encima de la gloria individual sin mácula.
título de la nota: Los goles como obras de arte
autor de la nota: Silvina Friera
medio: Página/12 - Argentina
fecha: 7/10/2006
extracto
El filósofo alemán analiza su reciente ensayo Elogio de la belleza atlética, en el que reivindica "la alegría del juego" como una experiencia de orden estético.
Lo acusan de cultivar una "extraña clase de vitalismo" y de ser un "pensador inadvertidamente religioso". El filólogo, filósofo y sociólogo alemán Hans Ulrich Gumbrecht se siente un poco cansado del tono exclusivamente cerebral de la vida académica e intelectual. Y como le gusta ir a contrapelo de lo políticamente correcto, publicó un ensayo, Elogio de la belleza atlética (Katz), en el que reivindica "la alegría del juego" como una experiencia de orden estético, igual que la música, el teatro, la literatura o las artes plásticas. ¿Es estéticamente bella una sinfonía de Beethoven y el gol de Maradona a los ingleses? Sí, eso que a muchos pares de Gumbrecht les pondría los pelos de punta, para él es indiscutible: el espectador de fútbol experimenta las "epifanías de la forma". Y lo podrían acusar también de "apátrida" porque en la entrevista con Página/12 confiesa que quería que Argentina le ganara a Alemania. El profesor de literatura de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) no tuvo mucha suerte con los pronósticos porque todos sus equipos preferidos se quedaron en el camino. "Pero si Italia juega bien, gana; aunque el mejor jugador de este Mundial fue Zidane", arriesga el viernes por la noche en la sede del Instituto Goethe, donde presentó el libro. Acertó con Italia, pero erró con Zidane, que se fue de la cancha expulsado.
- ¿Por qué mirar deportes no es en modo alguno lo que los intelectuales han llamado "una forma proustiana de placer"?
- Recuerdo la Selección Argentina del '78 que, más allá del Proceso, era una selección preciosa. Pero sé que nunca va a acontecer de nuevo. Yo tenía 30 años, acababa de nacer mi primer hijo... fue un momento muy especial en mi vida. Me puedo comprar un DVD de aquel campeonato, entonces sí se vuelve como el placer de Proust, pero el énfasis de mi libro es la experiencia en la cancha, y eso no es proustiano. En la cancha existe inmediatez auténtica, aunque si un psicoanalista me dice que es una ilusión, pues con perdón de la expresión, "me toca los cojones", como se decía en España antiguamente (risas).
- Usted señala que nadie se animaría a decir que una sinfonía de Beethoven es marginal. ¿A qué se debe que los intelectuales consideren el deporte como una actividad marginal?
- Como presupuesto no creo que sea verdad, como se decía en los felices días del marxismo, que la mentalidad dominante siempre es la mentalidad de la clase dominante. Los intelectuales, sobre todo en la Argentina, son la clase que produce discursos que van flotando. Proust, Beethoven y Borges -al que adoro- son muy importantes, pero el fútbol es marginal. Esta es una canonización típica de las clases que producen los discursos. No puede ser realmente bueno lo que es un contenido de vida del aficionado de Boca. Los intelectuales queremos que la gente de clase baja, humilde, desempleada, sea libre, pero en el fondo pretendemos que sea libre para sentirnos muy bien. Es como una autoafirmación, y decir que un hincha tiene una experiencia estética en la cancha pondría en peligro la imagen del proletario que es muy pobre, y al que yo voy a redimir.
- ¿La tradición de la izquierda marxista tiene más dificultades para aceptar que el fútbol es una experiencia estética, al sostener que "el fútbol es el opio de los pueblos"?
- Sí, claro, pero eso viene de una premisa que deberíamos empezar a relativizar. La premisa es que la politización de cualquier cosa es positiva, pero la estetización es negativa. Walter Benjamin decía que la estetización de la política es fascista y la politización del arte es muy importante. Pero yo no sé, no quiero que me digan que escuchar a Mozart, que me encanta, debe tener una función política. Me emociona, me da un sentido corporal inaudito, y a veces hasta se me ponen los ojos húmedos, pero no sé por qué eso tiene que ser político. Y no quiere decir que lo político no sea importante, pero no creo que sea lo primordial de nuestras vidas.
- ¿Por qué los deportes son vistos como "una conspiración biopolítica" o como un signo de decadencia de las sociedades contemporáneas?
- El problema es que hay una interpretación atrófica del papel del intelectual. La palabra crítica viene del griego antiguo, y se refiere a la capacidad de distinguir cosas buenas y malas, y esto implica que tanto criticar como elogiar es una función crítica. Pero, desde el siglo XIX, la misión autoexplicada y autopostulada del intelectual es que la crítica siempre tiene que ser negativa. Me parece importante que se elogien ciertas cosas, no tanto por el valor ritualístico de elogiar sino para llamar la atención sobre lo bello. Pero para los intelectuales medios -y mediocres-, elogiar está mal visto porque es una actitud afirmativa.
- Y en su caso debe ser más grave aún, porque pone en igualdad de condiciones a Beethoven y a Maradona, por ejemplo, en tanto ambos generan en usted un placer estético...
- Me gusta llevar la contraria (risas), ir a contrapelo, creo que ésa es una de las funciones del intelectual. Lo llamo a eso tener un "pensamiento con riesgo", no me importa tanto si tengo razón o no. Mi tarea, y se me paga para ello, es desarrollar preguntas, dudas, incertidumbres en vez de dar soluciones. Una cierta agitación intelectual es lo que puede hacer bien, por eso ir a contrapelo no está mal.
***
Gumbrecht lleva esta idea de ir a contrapelo hasta el extremo de afirmar algo que a más de un alemán le molestaría profundamente. "Lo primero que tengo que decir es que quería que Argentina le ganara Alemania."
- ¿En serio?
- Hinchaba por Argentina, créame... aunque nací en Alemania, hace mucho que no estoy viviendo allá. Además, es un país que no me cae bien, es algo patológico, para tratarlo con mi psicólogo, pero es así (risas). Quería que ganara la Argentina porque juega mejor al fútbol, tiene una dinámica y una belleza que siempre me gustó.
- ¿Cómo vivió este Mundial?
- Me ha salido mal porque todos mis equipos preferidos no han tenido éxito. Lo de Brasil fue feo; Argentina tuvo varios partidos buenos, pero Brasil no. Italia es un equipo muy competente, pero a mí no me emociona mucho el fútbol italiano. Lo novedoso de este campeonato es la hinchada que ya no era una hinchada. Hubo un millón y medio de personas en Alemania que no vieron ni un solo partido, que estaban en los centros de las ciudades viendo los partidos en pantallas gigantes. Esto es un multiculturalismo blando de agencia de turismo que, comparado con la malvada barra brava de la Bombonera, diría que me vuelve nostálgico.
- ¿Por qué?
- Soy un nostálgico de los fanáticos peligrosos de antaño. Extraño la intensidad de los grandes partidos que está desapareciendo cada vez más.
título de la nota: La frágil belleza del atleta
autor de la nota: Germán Cano
medio: La Razón - España
fecha: 7/10/2006
extracto
Aunque sea para denostar el fenómeno, nadie en su sano juicio puede pasar por alto la creciente presencia de los deportes en la sociedad contemporánea. Una sobresaturación informativa que contrasta significativamente con la falta de diagnósticos sugerentes. Llama la atención que pocos hayan sido los intelectuales que se han lanzado a reflexionar sobre el asunto sin los consabidos clichés paternalistas, cursis (¿hace falta recordar a Valdano?) u orgullosamente elitistas.
Cuando el hombre culto oye la palabra "deporte", no tarda en hacer ostentación de un gusto más exquisito. En la guerra social librada cotidianamente entre la alta y la baja cultura, el deporte constituye un tema privilegiado, pero todo parece indicar que tanto sus partidarios como sus detractores parten de categorías y lugares comunes erróneos. Bien sea tachado de "opio para el populacho" o "vía de escape" compensatoria de la dureza de la realidad, bien mitificado como ejemplo de "superación" o modelo de vida sana para la juventud desorientada, el deporte sigue siendo algo todavía por pensar. De ahí el interés de este ameno y singular ensayo que tan oportunamente publica una nueva editorial, Katz, caracterizada, si atendemos a sus primeros títulos y a la lista de sus autores, a sondear sin prejuicios las turbulencias de nuestro presente. En Elogio de la belleza atlética, el filósofo, filólogo y sociólogo alemán Hans-Ulrich Gumbrecht rompe concretamente algunos tabúes al respecto, atreviéndose a reflexionar con rigor sobre un tema, el deporte, que, en la mayoría de las ocasiones, apenas ha sido percibido de manera grosera como un simple epifenómeno psicológico de masas o un mecanismo compensatorio sociológico-cultural. A diferencia de estos acercamientos habituales, este ensayo -y he aquí es una de sus virtudes-, construye con finura un sutil y curioso puente entre la llamada cultura popular y la llamada cultura de las elites.
Un juicio universal. En efecto, si comprender las causas objetivas de nuestra fascinación por algo puede llegar a intensificar nuestro placer, no parece en absoluto irracional arrojar luz sobre la singular atracción que figuras como Jesse Owens, Maradona, Zidane o "Mohammed Alí" han ejercido o siguen ejerciendo sobre innumerables espectadores en todo el mundo. Por lo demás, como ponen de manifiesto los recientes mundiales de fútbol, nada es más universal hoy día que el juicio deportivo. El ensayo de Gumbrecht parte precisamente de su perplejidad ante la poca reflexión acerca del placer estético del deporte. ¿Por qué tanta resistencia a calificar de "bellas" determinadas hazañas deportivas? ¿Por qué los intelectuales en general se han sentido tan reacios a "rebajarse" y a hablar con entusiasmo de los deportes que, en su vida privada, les gustan? Y, sobre todo, ¿por qué no han pretendido casi nunca dignificar en términos teóricos esta práctica revistiéndola con atributos de valor estético?: éstas son algunas de las preguntas que Gumbrecht, profesor de literatura de la prestigiosa Universidad de Standford, lanza en este singular ensayo, tan recomendable para amantes del deporte en general o para gente curiosa por comprender la razón de la belleza de "una buena jugada", como para investigadores en el campo sociocultural de los valores. De hecho, aún teniendo en cuenta las aproximaciones históricas, sociológicas, psicológicas y políticas al tema y siempre tomando como referencia muchos ejemplos prácticos, Elogio de la belleza atlética se centra básicamente en el tipo de efecto singular que surge en el espectador cuando contempla un acontecimiento deportivo, una "experiencia" que es analizada por Gumbrecht partiendo de materiales tan clásicos como la división realizada por Kant entre lo bello y lo sublime o la conocida distinción nietzscheana entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
La óptica de la obra siempre tiende a ensalzar, nunca a rebajar, es decir, pone en práctica lo que Nietzsche llamaría la perspectiva de una "historia monumental". El autor trata de rescatar de paso la experiencia estética de una determinada concepción reduccionista que la limita interesadamente como factor de distinción social a un conjunto limitado de objetos y situaciones canonizados (libros, música en salas de concierto, cuadros expuestos en museos u obras dramáticas para el escenario...). Es más, cuando el lector se topa en el libro con descripciones de fenómenos como la gracia, el agotamiento, el enfrentamiento a la muerte, la "performance" atlética, no puede evitar pensar hasta qué punto las metáforas deportivas expresan con gran nitidez y de un modo privilegiado las experiencias límite de la existencia humana.
Desprecio intelectual. En este contexto, el mérito más destacable del libro reside justamente en su loable esfuerzo por clarificar filosóficamente las causas de un entusiasmo, el deportivo, a la luz de un esquema teórico que apunta en una dirección más ambiciosa. Dicho con otras palabras: el problema que, de soslayo, plantea aquí Hans Ulrich Gumbrecht es, quizá, mucho más interesante: ¿hasta qué punto el intelectual tradicional, en virtud de un adiestramiento histórico muy concreto en la crítica -y, por ejemplo, desconocido por un poeta como Píndaro en la antigua Grecia-, se ha prohibido como presupuesto de su quehacer reflexivo todo entusiasmo, toda disposición al elogio y en esa medida una perspectiva de aproximación a los valores predominantes en su propio tiempo? Y, desde estas premisas, ¿no se esconde en el desprecio del intelectual tradicional al deporte un resentimiento hacia un determinado tipo de placer estético? No en vano uno de los conceptos que más aparece en el libro es el de la belleza. Gumbrecht analiza la belleza concentrada de los cuerpos de los atletas y de sus movimientos sincopados y gráciles, pero también la belleza de la propia competición. El deporte se define precisamente por dos categorías básicas, la de agón (competición) y areté (lucha por la excelencia), hoy casi del todo orilladas al margen de los estadios. Podría objetarse que, al centrarse exclusivamente en la óptica individual del espectador, el autor se deja llevar excesivamente por su entusiasmo y deja de lado otros elementos de análisis, por ejemplo, el poder de seducción del deporte como factor de integración social. No es ésta desde luego la meta del ensayo, tal como queda subrayado en sus primeras páginas: explicar "por qué el observar deportes captura de modo tan irresistible la atención y la imaginación de tantas personas [...] un objeto que paraliza nuestros ojos, algo que nos atrae incesantemente, sin darnos razones".
título de la nota: "El estilo de una selección de fútbol ya no define el alma de un país"
autor de la nota: Carla Imbrogno
medio: Clarín - Argentina
fecha: 7/6/2006
extracto
Viene a presentar su último libro donde analiza el placer del deporte y el fútbol. Muy leído en Europa, cree que los filósofos deben involucrarse más en la vida diaria.
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Es autor de una decena de ensayos y escribe para los medios más importantes de Alemania. Junto a Jürgen Habermas y Peter Sloterdijk, Sepp Gumbrecht se cuenta entre los pensadores más influyentes de Alemania. Elogio de la belleza atlética, su última obra publicada aquí por Katz, revolucionó a la crítica intelectual por reivindicar el placer por mirar deportes. "La interpretación reduce el placer. El ojo analítico es incompatible con el escalofrío que embarga al fanático cuyo equipo está por ganar el campeonato", dice Gumbrecht, y, en clave personal, deja de lado las explicaciones en exceso teóricas de por qué el deporte en general y el fútbol en particular movilizan multitudes.
Sobrevolando nociones básicas de Aristóteles, Kant, Nietzsche y Luhmann termina calificando de adictiva a la belleza atlética. Una auténtica apología del deporte que Gumbrecht presenta este viernes a las 20 en el Instituto Goethe. En su conferencia confirmará su análisis utilizando imágenes frescas del Mundial que está por terminar.
Desde la Universidad de Stanford, en donde enseña, Hans Ulrich Gumbrecht respondió vía e-mail a la entrevista de Clarín.
- ¿Es su intención reivindicar el interés de los intelectuales por la vida mundana?
- No creo que la obligación de participar en los debates de la esfera pública sea mayor para un filósofo que para un ingeniero o un abogado. En relación con el interés de los intelectuales por "la vida de todos los días": sí, probablemente deberíamos dedicar más tiempo a este tipo de objetos que han sido bastante descuidados en nuestra profesión desde comienzos del siglo XIX.
- Cuando habla de los deportes, ¿lo hace desde el lugar del filósofo o del aficionado?
- Soy intelectual de profesión y he sido desde los seis años un apasionado hincha deportivo. Entonces, mi primera reacción es que todo este debate intelectual no hará que el fenómeno del deporte sea mejor. Este libro puede ser descrito como el de un hincha apasionado que resulta ser un intelectual y que, por lo tanto, recurre a herramientas conceptuales para tratar de encontrar una respuesta a por qué se ve tan atraído por el deporte.
- Como crítico cultural, ¿no está perdiendo de vista que los mundiales, además de un gran negocio, provocan que todo el mundo piense, sienta y hable sobre lo mismo?
- ¿Los intelectuales no tienen derecho a "elogiar" ciertos fenómenos? ¿O nuestra obligación es ser la voz de la crítica negativa y devastadora? La palabra "crítica" hace referencia a nuestra capacidad por abordar tanto el lado negativo como el positivo. Ahora bien: ¿Por qué un evento tan complejo y de tanta visibilidad como la Copa Mundial de Fútbol no debería ser un "gran negocio"? ¿Por qué los jugadores no deberían ganar tanto dinero? Todos ellos son portadores de una aptitud que sólo pocos poseen y que capta la atención de millones de personas. Tampoco me parece problemático que, durante un lapso limitado de tiempo, muchas personas -no son más del 25% de la Humanidad- piensen acerca de un mismo objeto, en este caso, el Mundial.
- Usted elogia las "epifanías de las formas", esas coreografías tan propias del fútbol. ¿En qué medida esos "estilos nacionales" hablan de idiosincrasias?
- Funcionaría en el caso de Brasil o Alemania -antes de la Copa 2006-, donde la coreografía del equipo aparentaba cierta convergencia con la auto-imagen colectiva de lo nacional. El estilo de una selección de fútbol ya no define el alma de un país.
- ¿Qué debería concluirse de Italia u Holanda? ¿Existe una relación "expresiva" entre el estilo mezquino del fútbol italiano y la cultura de ese país? ¿El estilo atrevido del fútbol holandés -al menos en sus mejores días- se puede relacionar con su cultura protestante?
- Más que de "la expresión de las culturas nacionales" creo que podemos hablar de estilos específicos en distintos momentos de los seleccionados. Una pregunta más interesante sería si el estilo y los movimientos de los jugadores africanos son diferentes de los de jugadores blancos. Pero las conclusiones son desagradables. ¿En verdad queremos teorizar que "la gente negra", en general, se mueve en forma diferente y con distinta gracia que "la gente blanca"?
título de la nota: Elogio de la belleza atlética
autor de la nota: Patxi Lanceros
medio: El Mundo - El Cultural - España
fecha: 6/8/2006
extracto
¿Qué puede ofrecer un libro con un título como el arriba indicado? ¿Qué hace Gumbrecht, profesor de filología, adulto, serio y formal, dedicándose a ocupaciones tan aparentemente nimias como el cuerpo de los atletas? Ofrecernos un libro provocador, un ensayo tan delicioso en cuanto a la forma como penetrante en cuanto al contenido.
Gumbrecht plantea en Elogio de la belleza atlética un desafío desde el propio título. No se trata en él de acometer una investigación histórica, ni una taxonomía de los deportes. Tampoco de adoptar método crítico para "desenmascarar" lo que se esconde tras el deporte ni de investigar supuestos significados profundos. Se trata de un elogio que se aleja de la "objetividad". El elogio se dirige a los deportes. Y, finalmente, se inscribe en el ámbito de la estética. La pregunta y sus múltiples respuestas se hacen en términos de belleza: belleza de los cuerpos de los atletas, de la competición agónica y de la competición por la excelencia, belleza de las formas efímeras que se producen en el juego.
Gumbrecht produce un aparato conceptual y tipológico ayudándose de voces clásicas: unas palabras de Aristóteles, una obra de Kant, otra de Von Kleist, una definición de Luhmann. Y aplica ese aparato, en el que abundan la belleza y la gracia, a un entorno más propio de los públicos masivos de la sociedad del espectáculo que de un investigador en ciencias humanas y sociales: aquí y allá aparecen Zidane y Ronaldinho, Joe Montana y Michael Schumacher, Dempsey y Mohamed Alí.
Categorías y ejemplos van enhebrando historia y teoría. Una historia y una teoría que se precian de "superficiales": de deslizarse por esas superficies (la cancha o el ring, pero también los cuerpos de los atletas) en las que comparece la belleza. Belleza del deporte. Y belleza del texto que la invoca, la nombra y la elogia. Que siempre se lee con una sonrisa. Y que hace pensar.
Brillante idea, la traducción de este texto, de la editorial Katz, que ya ha publicado a S. Benhabib, o a C. Castoriadis. Y que anuncia un inminente y estimulante catálogo en el que se hallan nombres como R. Chartier, L. Strauss o M. Nussbaum.
título de la nota: El deporte como placer estético
autor de la nota: José Andrés Rojo
medio: El País - España
fecha: 6/4/2006
extracto
El ensayista alemán Hans Ulrich Gumbrecht reivindica "la alegría del juego" en su libro Elogio de la belleza atlética.
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La vieja furia de los intelectuales que echaban pestes contra los deportes por su capacidad para alienar a las masas y desviarlas así de sus verdaderas preocupaciones queda hecha trizas en Elogio de la belleza atlética. Lo que ahí hace el filósofo, filólogo y sociólogo alemán Hans Ulrich Gumbrecht (Wuerzberg, 1948), que trabaja actualmente en la Universidad de Stanford, es contar su pasión por los más diversos deportes y reivindicar su belleza.
Este título es uno de los primeros que lanza una nueva editorial, Katz, que se presenta hoy en la Feria del Libro (con la participación de Javier Pradera, Fernando Rodríguez Lafuente y el propio editor, Alejandro Katz) y que ha asumido el valiente desafío de dar visibilidad a cuantos se embarcan a pensar en las cuestiones de nuestro tiempo. Ampliar los horizontes del conocimiento, ofrecer los más diversos saberes, abordar las preocupaciones de la cultura y la sociedad contemporáneas: he ahí un puñado de directrices de un sello que se estrena, junto a Gumbrecht, con libros de Claus Offe (sobre la relación de Tocqueville, Weber y Adorno con Estados Unidos) o Seyla Benhabib (Las reivindicaciones de la cultura) y que publicará a Cornelius Castoriadis, Martha C. Nussbaum, Roger Chartier o Karl Löwith, entre otros.
"Los deportes tienen mucho que ver con la música", explica por teléfono en un excelente español Hans Ulrich Gumbrecht. "No pueden interpretarse, es difícil atribuirles un sentido. Como los sonidos de una melodía, las gestas de los deportistas simplemente están ahí. Imponen su presencia. De lo que se trata, por tanto, es de transmitir esa experiencia, que es una experiencia de orden estético".
"Hablo de movimientos que parecen extraños o incluso grotescos al principio, y que terminan volviéndose tan agradables que lo pegan a uno a la pantalla durante horas", escribe Gumbrecht en su libro, donde muestra desde el principio "los intensos sentimientos" que desencadena en cualquier aficionado recordar alguno de los brillantes momentos de Pelé, Maradona, Beckenbauer o Zidane (por ejemplo).
"Lo que hace una experiencia estética es provocar tus sentidos", explica Gumbrecht. "Como ocurre con los sonidos -cuando escuchas música, la escuchas con el cuerpo entero-, los deportistas que ves tienen una entidad real. Y la tienen tus vecinos en el graderío. Lo que está en juego en estas experiencias no tiene tanto que ver con la observación y, por tanto, con la razón analítica. El deporte te exige una manera comunitaria de participar de un fenómeno. Eres un cuerpo confundido con otros cuerpos. Abandonas tu individualidad".
De eso se ocupa Gumbrecht, de esos "momentos que se cuentan entre los más estimulantes de nuestra vida" y que, al final, no son sino experiencias en los campos de deporte.
La poesía europea empezó con las odas de Píndaro a los atletas, pero con el tiempo se desentendió de esas materias. "El pensamiento occidental no tienen un discurso que sólo sirva para elogiar. Lo hemos perdido por las exigencias de la llamada alta cultura que nos obliga permanentemente a ser críticos. Y ante los grandes momentos que nos brindan los mejores atletas sólo puede existir una actitud radicalmente afirmativa. Ese sí ante la vida que reclamaba Nietzsche".
El deporte se define, explica Gumbrecht, a través de dos conceptos: agón (competición) y areté (lucha por la excelencia). "Se han cargado demasiado las tintas en el carácter competitivo de los deportes. Pero si queremos neutralizar esa dimensión, corremos el peligro de eliminar la lucha por la excelencia, y prescindir de paso del reconocimiento y la admiración. No hay derrota sin búsqueda de excelencia. Pero para ello hace falta competir. Evitar la competencia es evitar la intensidad. Con los deportes entras en un rapto, y vives con intensidad a través de la alegría del juego".
título de la nota: Maravillas de la forma
autor de la nota:
medio: Hoja por Hoja - México
fecha: 6/1/2006
extracto
La fascinación que despiertan los deportes -al practicarlos o simplemente al observarlos- es algo que se aprende y se cultiva. Pero ¿qué es lo que motiva tanto goce y admiración? Para responder esta pregunta, Hans Ulrich Gumbrecht recorre la historia deportiva de occidente y señala que además de saciar una necesidad biológica y social, el deporte genera un placer estético que se origina en la posibilidad de experimentar epifanías de la forma. [...] Obra amena y profunda, Elogio de la belleza atlética es un ensayo que disfrutarán especialmente aquellos que han encontrado en el deporte una fuente, a veces inexplicable, de gozo.
título de la nota: Elogio de la belleza atlética
autor de la nota: Federico Kukso
medio: Página/12 - Argentina
fecha: 5/29/2006
extracto
Dentro del universo que trazan las ciencias sociales, el deporte como objeto polifónico de estudio acarrea un estigma. Abundan los sectores intelectuales que ven en él -desde una perspectiva claramente simplista- una vía de escape de la vida cotidiana y lo tildan de "marginales", denostando cualquier aproximación y observación seria que exceda el racconto periodístico. Frente a estos embates, los esfuerzos de unos pocos se orientan a recuperar su dignificación académica desde perspectivas distintas que se conjugan entre sí como la sociología, la ciencia política, la psicología, la filosofía. Y hasta desde el arte, como bien hace el alemán Hans Ulrich Gumbrecht en el ensayo Elogio de la belleza atlética.
Sin obviar la mirada histórica, sociológica, psicológica y política, Gumbrecht se posiciona del lado del espectador y traza un análisis completo como aproximación para comprender la fascinación innata e inconsciente que producen los deportes en quien los mira. Posicionado siempre desde el "ojo del contemplador", el autor subsume la observación de deportes bajo la noción de "experiencia estética", apoyado siempre en los conceptos de la estética de Kant (lo bello y lo sublime) y la conocida distinción nietzscheana (actitud apolínea y actitud dionisíaca del espectador).
Luego de reconstruir la historia de los deportes desde la antigua Grecia hasta los Juegos Olímpicos modernos y los mundiales de fútbol, una historia que califica con mucha razón de "discontinua", describe el "estado de situación" del deporte: la práctica deportiva que devino cuasi obligación ética gracias a la industria de la salud, la obsesión occidental contemporánea por la dieta y el cuerpo perfecto, y las diferencias notorias entre el deporte griego y el deporte actual. Es ahí donde traza un paralelo: la convergencia de la presencia divina y la presencia heroica en la figura del deportista ante los ojos de apasionados espectadores. Según Gumbrecht -concordando con el antropólogo Roger Caillois, quien afirma que los deportes pertenecen a la dimensión de "lo sagrado"-, una de las razones que despiertan esta heroicidad (el deportista como objeto de deseo) radicaría en la distancia relativa entre el atleta y el contemplador (considerar al deportista como un otro, externo a toda mundanidad).
Fluido como instructivo, Elogio de la belleza atlética sorprende por sus observaciones y su mirada transversal, así como por su propuesta para una tipología de la fascinación, aquel entusiasmo y placer que inundan a los observadores en el momento de la contemplación deportiva, que surgiría ante la situación dramática que despliega la competencia asentada en la gracia, el agotamiento, el enfrentamiento a la muerte y la performance de los atletas que, además de records y resultados, despiertan un decoroso atractivo estético.
título de la nota: El deporte y los críticos
autor de la nota: Ivana Costa
medio: Clarín - Revista Ñ - Argentina
fecha: 4/15/2006
extracto
En su Elogio de la belleza atlética, el filólogo Hans-Ulrich Gumbrecht se pregunta por qué los intelectuales no pueden hablar con entusiasmo del deporte que les gusta.
Con referencias literarias y filosóficas, con recurrentes apelaciones a la primera persona (en la voz del narrador y en las voces de los atletas), Hans-Ulrich Gumbrecht se propone en su ensayo elaborar una teoría acerca del placer estético del deporte y establecer, a la vez, las razones por las cuales la crítica moderna nos lo escatima.
- ¿Cree realmente, como dice en su ensayo, que los deportes "no precisan ser dignificados" como objeto de estudio? ¿No se los considera parasitarios, política y comercialmente manipulados, ligados a la mafia, al delito, a la competencia salvaje, a la estupidización masiva...?
- Aquí hay un doble problema: existe una tradición de análisis socio-psicológico del deporte que lo considera así: la psicología, desde el punto de vista de los modelos de identificación con el campeón; la sociología, influenciada por la crítica cultural, como una patología. Pero con estas tradiciones convivió una perspectiva literaria mucho más positiva (Ernest Hemingway, Joyce Carol Oates o William Faulkner, cuya fascinación tardía por el béisbol fue publicada por The New Yorker). Por otra parte, existe otro fenómeno: la confusión de los intelectuales respecto de su papel como críticos. En el siglo XVIII se concibió la crítica como la capacidad de formular juicios sobre lo bueno y lo malo, pero en los siglos XIX y XX, el crítico desarrolló una obsesión por ser negativo y una perversión que desconfía de todo lo que le entusiasma. El problema del discurso reivindicativo es menos del deporte que de los intelectuales (los deportistas o aficionados no necesitan de mi libro). Yo quisiera rescatar para la crítica el discurso encomiástico.
- Esa es una cuestión general respecto de la crítica (una talentosa crítica musical decía: El concierto fue extraordinario: estamos en problemas). ¿Cómo cree posible recuperar la retórica encomiástica, sepultada en la antigüedad?
- Yo creo que es una dificultad de nuestra profesión. Se dice que Safo fue una precursora de la lucha feminista, pero a mí eso me importa poco en relación con el descubrimiento del deseo amoroso que nos ofrece en su obra. ¿Cómo producir ese tono? El problema es cómo hacer que el intelectual hable con entusiasmo. Cuando el Elogio de la belleza atlética se publicó en Alemania, alguien dijo que yo ya podía unirme a los "ex intelectuales castrados": se supone que un intelectual no puede hablar positivamente de nada.
- Se me ocurre que la moderna "distancia crítica" supone ya una distinción entre sujeto y objeto que está ausente en el discurso encomiástico, en el cual, a menudo, el sujeto se incluye como parte del encomio.
- Es cierto, Píndaro forma parte de la misma comunidad que celebra. En cambio, en la tradición crítica moderna, el intelectual se aísla del lector. Recuerdo que cuando Mark Strand celebró a Clinton en la Segunda Inauguración de la Presidencia algunos lo objetaron: ¿cómo un catedrático de la Universidad de Chicago va a participar, como poeta, de ese acto político?
- En la llamada "filosofía del deporte" se discute si el deporte es un arte. ¿Qué opina?
- No, no es un arte. Aquí está muy en boga la denominación artsy food, y yo creo que quizá tendría menos resistencia a llamar artista a un chef muy elevado, por su combinación entre pensamiento y esfuerzo manual. Pero el deporte, no. En Sobre el teatro de marionetas, Heinrich von Kleist se pregunta por qué las marionetas tienen gracia. El secreto de las marionetas está en el hecho de que su belleza no parece nunca intencional. Para la presentación de mi libro, en Stanford, elegí la reproducción de una foto de Jesse Owens en las Olimpíadas del 36. En ella, Owens está corriendo y parece sorprendido, como si la carrera le ocurriera: no es que el corra; le sale. Cuando pienso en la belleza atlética pienso en esa gracia (en alemán: anmut, que literalmente sugiere tener la mente -mut- próxima a -an- algo concreto, palpable); una belleza de movimiento que no está planeada, que todavía no es la perfección buscada. La carrera, el partido, el asalto en el ring son un riesgo sin garantías. La belleza atlética involucra también una dimensión de violencia (el atleta ocupa un lugar que sería ocupado por otro) y la ambición de ser el mejor. El deporte contrapone una areté, una excelencia o perfección, con el resentimiento. El fin del deportista es dominar al otro. Ceder en la órbita de la areté es ceder a la mediocridad. En la vida intelectual pasa algo parecido. En la Universidad de Stanford tenemos 18 Premios Nobel. De los cinco catedráticos de física teórica, tres ganaron el Nobel y los otros dos viven inspirados por esa competitividad.
- Usted señala dos actitudes desde el punto de vista del espectador: análisis y comunión. ¿Podría desarrollarlos?
- La actitud analítica se resume en la del técnico que está sentado al costado del estadio. La actitud comunal es la que ilustra el espectador entusiasta, que se vuelve corporalmente parte del hecho deportivo. Recuerdo, a propósito del entusiasmo comunal, la anécdota que me contaron sobre el único encuentro entre Borges y Derrida. Fue en Uruguay, en casa de una filóloga amiga mía. Ella había ido, con Derrida, a buscar a Borges al puerto. De regreso, se toparon con un multitud que festejaba ruidosamente el resultado de un encuentro entre Peñarol y Nacional. "¡Qué horror! dijo Derrida- ¡Estos tambores me recuerdan al fascismo!" Dicen que Borges se enojó tanto con el prejuicio del francés por la espontaneidad popular, que no le dirigió la palabra.
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