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notas de prensa

título de la nota: Hombres del libro
autor de la nota: Alejandro Katz
medio: Claves de Razón Práctica - España
fecha: 11/1/2010

extracto
Hace cuatro años, cuando llegaron a las librerías los primeros libros de Katz Editores, el primer catálogo publicado expresaba "la vocación de contribuir a ampliar los horizontes del conocimiento disponible en nuestro idioma, y la convicción de que es siempre necesario poner en crisis muchas de las ideas que organizan las visiones del mundo contemporáneo." Una editorial para ser compartida, utilizando la expresión de Ralf Dahrendorf , con los "hombres Erasmo".
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En mi historia -en mi historia profesional, pero también en mi biografía- el mundo de los "hombres Erasmo" tuvo siempre su correlato en la cultura del libro. Y el libro había sido, en aquella historia, un objeto a la vez permanente y transitorio. Permanente por su materialidad, por su capacidad de contribuir a difundir y preservar las ideas, por la estabilidad de aquello que se inscribía en sus páginas. Y transitorio, porque en el momento del máximo aprecio, el momento de la lectura, el libro, el buen libro, debe desaparecer en las manos del lector.
En el acto de lectura el libro debe desmaterializarse a favor de los sentidos que produce el texto en él inscrito: si el lector se encuentra con el libro durante la lectura es sólo por una deficiencia del editor: una traducción precaria o incorrecta, una tipografía con erratas o errores, una caja mal concebida, una encuadernación inconveniente, un estilo descuidado. El libro existe como algo material entre dos procesos inmateriales: el de la creación de sentidos por parte del autor y el de la creación de sentidos por parte del lector; debe existir para hacer visible lo que es invisible, debe mostrarse para llamar la atención y desaparecer luego discretamente, detrás del acto de lectura.
Y, sin embargo, a pesar de esas exigencias, de nuestra disposición a desmaterializar el libro, hemos pensado siempre a la cultura del libro, a los hombres del libro, apegados también al objeto y no sólo a los sentidos que produce. Hemos siempre pensado que las virtudes que Dahrendorf atribuye a los "lectores Erasmo" son virtudes de la palabra impresa. Pero, sin haberlo previsto, hemos ingresado en el siglo XXI como testigos de la evidencia de un cambio cuya naturaleza y alcances no alcanzamos a comprender, pero cuya realidad y envergadura parece inexorable y nos obliga a repensar la tarea del editor. Roger Chartier lo advierte con claridad. Al presentar, en su lección inaugural en el Collège de France, la cátedra consagrada al estudio de las prácticas de lo escrito, cátedra cuyo objeto es comprender "qué lugar ha tenido lo escrito en la producción de saberes, en el intercambio de emociones y sentimientos, en las relaciones que los hombres han mantenido unos con otros, con ellos mismos y con lo sagrado", afirma: "La tarea es seguramente urgente hoy, en un tiempo donde las prácticas de lo escrito se hallan profundamente transformadas. Las mutaciones de nuestro presente modifican todo a la vez, los soportes de la escritura, la técnica de su reproducción y diseminación, y las maneras de leer."