La judía progresista Eva Illouz, contra la izquierda que mostró nula compasión el 8 de octubre

La judía progresista Eva Illouz, contra la izquierda que mostró nula compasión el 8 de octubre

Por Eva Illouz

Ciertos acontecimientos irrumpen en la escena mundial y marcan inmediatamente una ruptura fundamental. El 7 de octubre fue uno de esos días. Hamás, la organización que en 2007 tomó el poder por la fuerza en la Franja de Gaza (asesinando a miembros del partido opositor Al-Fatah) y que fue clasificada de terrorista por los Estados Unidos y la Unión Europea, cometió crímenes contra la humanidad al asesinar a casi 1200 israelíes, la mayoría de ellos civiles. Incluso las personas más acostumbradas al salvajismo humano se estremecieron ante la crueldad deliberada de estas masacres: niños y bebés asesinados a quemarropa, violencia y abusos sexuales de una intensidad inusitada, familias enteras calcinadas, desfiles públicos de cadáveres entre multitudes que bailaban y cantaban, todo ello filmado con regocijo y transmitido a todo el mundo a través de las redes sociales. Se trataba de un nuevo régimen de atrocidades: lejos de esconderse, los terroristas se exhibían orgullosos con cámaras Go- Pro y difundían en directo las imágenes de sus asesinatos. Aún más chocante que este régimen “festivo” de crímenes contra la humanidad fueron las reacciones de un sorprendente número de progresistas que se unieron al jubiloso coro de las multitudes de Gaza.

Que yo recuerde, ninguna otra masacre —en Sudán del Sur, el Congo, Etiopía, Sri Lanka, Siria o Ucrania— ha hecho tan feliz a tanta gente en Occidente y en los países musulmanes. El domingo 8 de octubre, en una concentración de All Out for Palestine en la ciudad demócrata de Nueva York, se pudo ver a gente jubilosa imitando el acto de degollar. Bret Stephens, columnista delNew York Times, asistió a la manifestación. Buscó expresiones de tristeza o empatía, aunque fueran forzadas o convencionales. No encontró ninguna, y solo discernió “embriaguez y júbilo". Este caso dista mucho de ser aislado. Joseph Massad, profesor jordano de la Universidad de Columbia, describió la masacre como “asombrosa”, “innovadora” e “impresionante”. Russell Rickford, historiador de la Universidad de Cornell especializado en la tradición radical negra, se declaró “eufórico” por la noticia de la masacre. En una concentración similar celebrada en Brighton (Reino Unido), un manifestante tomó un megáfono para describir los atentados como “hermosos”, “inspiradores” y “exitosos”. Y esto después de que ya supiéramos que bebés y niños pequeños habían sido brutalmente masacrados.

'El 8 de octubre', de Eva Illouz.

En Francia, el Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA), fundado en 2009, emitió una declaración oficial el 7 de octubre en la que afirmaba su “apoyo a los palestinos y a los medios de lucha que han elegido para resistir”. El movimiento poscolonial Parti de Indigènes de la République (PIR) celebró la masacre como una resistencia heroica. Un miembro del grupo judío francés de izquierdas Union juive française pour la paix (UJFP) comparó a Hamás con el Grupo Manouchian, es decir, el grupo de extranjeros que se unieron a la Resistencia francesa contra los nazis, solo para ser capturados y ejecutados posteriormente por estos últimos. En el programa de radio Democracy Now!, la catedrática de Retórica de la Universidad de Berkeley (California), Judith Butler, consideró las atrocidades como un acto de resistencia. En los Estados Unidos, treinta y tres grupos de estudiantes de Harvard atribuyeron toda la responsabilidad de la masacre a Israel. Entre los cientos de declaraciones que he leído, la del profesor estrella de ecología humana de la Universidad de Lund (Malmö, Suecia), Andreas Malm, me parece ejemplar: “Lo primero que dijimos en aquellas primeras horas [del 7 de octubre] no fueron palabras, sino gritos de júbilo. Quienes hemos vivido nuestras vidas con y a través de la cuestión de Palestina no podíamos reaccionar de otra manera ante las escenas de la resistencia asaltando el puesto de control de Erez: ese laberinto de torres de hormigón, recintos y sistemas de vigilancia; esa instalación omnipresente de cañones, escáneres y cámaras —seguramente el monumento más monstruoso a la dominación de otro pueblo en el que he entrado jamás— de repente en manos de combatientes palestinos que habían dominado a los soldados de la ocupación y arrancado su bandera. ¿Cómo no gritar de asombro y alegría?

'El 8 de octubre' (Katz): Eva Illouz -una de las voces más críticas de la acción del Gobierno israelí en Gaza- emprende aquí un análisis de otra dimensión del conflicto: la genealogía intelectual de este odio virtuoso. Desde las transformaciones de la teoría francesa en los campus hasta las alianzas entre decolonialismo e islamismo, desde la competencia entre minorías hasta las reconfiguraciones geopolíticas globales, descifra las estructuras de pensamiento que han hecho del antisionismo la única causa capaz de unir a la izquierda.

Eva Illouz es directora de estudios en la EHESS (París) y profesora de sociología en la Universidad Hebrea de Jerusalén. También es autora de libros como 'Por qué duele el amor' o 'Capitalismo, consumo y autenticidad' entre muchos otros.

  • Algunas mujeres habían recibido disparos en la cabeza mientras las violaban, otras habían sido encontradas con la pelvis rota debido a la violencia de las agresiones sexuales y otras habían aparecido muertas con clavos en los genitales. Ante estos hechos, este profesor, cuyo sueldo lo paga una universidad en una gran democracia, no sintió más que júbilo ante los terroristas que se dirigían a Israel para llevar a cabo un pogromo. Que los palestinos sintieran cierta Schadenfreude (regocijo malicioso) podría quizás explicarse a la luz de un conflicto centenario; pero ¿y los canadienses, estadounidenses, suecos o franceses de a pie, para quienes no estaba en juego ningún recuerdo personal? ¿Cómo explicar su extraña alegría o indiferencia ante la noticia del pogromo? La emoción de las universidades, los intelectuales y los artistas del mundo fue monótona y sorprendentemente uniforme.
  • Judith Butler, el icono de la izquierda queer ya mencionado, fue invitada el 3 de marzo de 2024 a una mesa redonda organizada en París por el movimiento decolonial Parti des Indigènes de la République (PIR). Sus comentarios sobre las mujeres violadas, torturadas y fusiladas a sangre fría podrían dejar estupefacta a cualquier persona medianamente decente. “Haya o no pruebas de las supuestas violaciones de mujeres israelíes” —dijo con una mueca escéptica— “de acuerdo, si hay pruebas, entonces lo deploramos [...], pero queremos ver esas pruebas y queremos saber si son justas”. Si estas mujeres hubieran sido congoleñas, sudanesas o kosovares, es probable que Judith Butler no se hubiera atrevido a mostrar un escepticismo tan repugnante. El hecho de que las mujeres asesinadas fueran israelíes hizo que este escepticismo fuera legítimo e incluso obligado.
    La negación y la alegría ante la furia aniquiladora de Hamás siguen siendo, para mí, un enigma inquietante. Llevará tiempo descifrar las extrañas perversiones e inversiones que se han desplegado. El entusiasmo con el que cierta izquierda progresista ha acogido las noticias de las masacres en todo el mundo y su glorificación de los carniceros fundamentalistas es más que inquietante. El grotesco escepticismo de Butler y el sádico regocijo de Malm ilustran con contundencia que la sensibilidad moral de muchos intelectuales progresistas requiere ahora un examen, como el que se haría a un enfermo que se niega a aceptar su patología. Esta tarea es aún más urgente si tenemos en cuenta que la izquierda con la que me sigo identificando ha luchado históricamente contra la barbarie colonial, el abuso de poder y toda forma de desigualdad. Fue la izquierda la que situó la dignidad humana en el centro de las instituciones políticas. A la izquierda le debemos nuestro progreso social y moral. Entonces, ¿cómo es posible que una parte de la izquierda progresista haya acogido con indiferencia o incluso con alegría una masacre, sobre todo en los campus universitarios? ¿Por qué artistas, profesores e intelectuales —las mismas personas que se supone que defienden la causa de la humanidad— han mostrado tanta indiferencia ante una masacre de judíos? Sea cual sea la posición política de cada uno sobre la respuesta militar de Israel, los acontecimientos del 7 de octubre justificaban una reacción compasiva, al menos hasta el 27 de octubre, día en que Israel lanzó su operación terrestre en Gaza. Si el 27 de octubre parece una fecha demasiado indulgente, entonces al menos hasta el 8 de octubre.
  • Protesta en la Universidad de Austin, Texas, contra la masacre en Palestina. (EFE)
  • Protesta en la Universidad de Austin, Texas, contra la masacre en Palestina. (EFE)
  • ¿Por qué el 8 de octubre fue la fecha en la que la compasión, por fría y convencional que fuera, estuvo tan misteriosamente ausente? Este pequeño ensayo se limita a ese único día, en el que la izquierda identitaria demostró que su política va más allá del narcisismo ofendido y los safe spaces. Hasta entonces, los crímenes del identitarismo no eran más graves que haber abandonado el universalismo, la economía y la clase por el relativismo, la raza y la cultura; repetir el mantra de la interseccionalidad y considerar el color blanco como culpable. Ahora esta política resulta más peligrosa, ya que se asemeja a una visión cuasi religiosa del mundo, que imbuye a sus seguidores de una misión escatológica de salvación y atribuye a Israel un mal radical. No obstante, sus orígenes no estaban enraizados en el odio, sino en una saludable expansión de los derechos democráticos. En las últimas décadas, sin embargo, una división maniquea del mundo ha convertido el odio en un principio político más activo del identitarismo progresista: Israel se ha añadido al eje del mal, que incluye la blancura, el privilegio, el colonialismo, el capitalismo, la masculinidad y el calentamiento global. Las fuerzas del Bien son los indígenas, la FLINTA, los palestinos, la piel negra, el islam y la naturaleza. ¿Cómo ha llegado el conflicto palestino-israelí a formar parte de esta ingenua y peligrosa visión y división del mundo? ¿Y cómo ha llegado esta división simplista del mundo a dominar el mundo intelectual y artístico, que supuestamente garantizaba el matiz, la complejidad y la verdad? Cuando se violan las normas y formas elementales de humanidad y razón, el odio debe cuestionarse y hacerse inteligible, sobre todo cuando emana de las élites.
    Por desgracia, no tenemos motivos para creer que las élites culturales e intelectuales sean menos autocomplacientes o autoengañadas que las económicas.