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Eva Illouz

El consumo de la utopía romántica

El amor y las contradicciones culturales del capitalismo


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Introducción a la sociología del amor

"La frialdad, la severidad y la claridad premeditada de un concepto de matrimonio tan noble como el que ha regido en toda sociedad aristocrática que se precie de tal, desde la Antigua Grecia hasta el siglo XVIII, nos haría temblar un poco a los "modernos", a estos animales de sangre caliente y corazón sensible que somos. Justamente por eso, el amor como pasión (en el sentido más grandioso de la palabra) es una invención del mundo aristocrático, donde mayores eran los límites y las privaciones". Nietzsche, La voluntad de poder.

Algunas personas sostienen que el amor romántico es el último refugio para la autenticidad y la calidez que nos ha robado esta época cada vez más tecnocrática y legalista. Según otras, representa una ideología que esclaviza a la mujer, un síntoma de la muerte de la esfera pública o un modo de evadirse de la responsabilidad social.
Este libro no pretende ser una voz más entre las que exaltan las virtudes del amor o lamentan sus deficiencias. En lugar de ello, su objetivo es esclarecer los términos del debate analizando cómo se conecta el amor con la cultura del capitalismo tardío y sus relaciones de clase. Mientras que muchos estudios se enfocan en los efectos del capitalismo sobre el yo y las relaciones humanas, este trabajo aborda con mayor seriedad la siguiente pregunta: ¿cómo se dio el encuentro del amor con el capitalismo? Por lo tanto, se trata aquí de comprender las formas y los mecanismos mediante los cuales se produce la intersección de las emociones románticas con la cultura, la economía y la organización social del capitalismo avanzado.
Este último se distingue por ser una entidad de dos caras: en la medida en que fomenta la incorporación de todos los grupos sociales al mercado, ha creado un espacio simbólico común muy poderoso, unificado por las esferas del consumo y de los medios masivos; pero el capitalismo no sólo unifica, sino que ha generado conflictos sociales de gran intensidad en su etapa industrial, mientras que en la etapa postindustrial ha fragmentado a las clases sociales con el surgimiento de grupos cada vez más reducidos, como las comunidades de consumo o los segmentos diferenciados por su estilo de vida. Es decir, el capitalismo posibilita la participación de todos en la esfera económica y simbólica del consumo, pero al mismo tiempo se conserva y se reproduce mediante la concentración de la riqueza y la legitimación de las divisiones sociales.
Lo que aquí se plantea es que las definiciones modernas del amor romántico y sus prácticas se entrelazan con esa dualidad que caracteriza al capitalismo tardío. El amor romántico se ha convertido en un elemento íntimo e indispensable del ideal democrático de la opulencia que acompañó el surgimiento de los mercados masivos, con lo cual ofrece una utopía colectiva que trasciende y atraviesa todas las divisiones sociales. Sin embargo, en paralelo con ese proceso, también ha patrocinado, por así decirlo, los mecanismos de dominación económica y simbólica que se encuentran en funcionamiento en la estructura social de los Estados Unidos. En su sentido más amplio, entonces, la tesis de este trabajo es que el amor romántico conforma un campo colectivo en el que entran en juego las divisiones sociales y las contradicciones culturales propias del capitalismo.

El amor romántico como práctica social

En tanto sistema económico, el capitalismo "supone la producción y el intercambio de bienes con el objeto de acumular una plusvalía, o sea, una ganancia, parte de la cual se reinvierte para mantener las condiciones de la acumulación en el futuro" (Abercrombie, Hill y Turner, 1986: 87). Sin embargo, más allá de esta definición técnica, lo caracteriza también una mentalidad cultural determinada, ya que, como señala Bell (1976: 14), "las relaciones de intercambio, las de compra y venta, han impregnado casi todos los aspectos de la sociedad". En el marco del capitalismo, las partes se vinculan explícitamente sobre la base de los propios intereses individuales y de los beneficios económicos mutuos, y las operaciones se justifican calculando sus efectos sobre el resultado final del balance. En el marco del amor romántico, por su parte, las personas se unen gracias a "la capacidad de sustanciar la espontaneidad y la empatía en una relación erótica" (Shorter, 1977: 23). En última instancia, los socios comerciales son intercambiables dentro del mercado y las relaciones varían con las circunstancias económicas, mientras que en el marco del amor romántico, la persona que amamos y con la cual nos sentimos unidos es única e irremplazable. Es más, "el amor es lo más importante del mundo, y ante él deben sacrificarse todas las demás consideraciones, en especial las materiales" (Stone, 1977). El amor romántico no es racional sino irracional, no es lucrativo sino gratuito, no es utilitario sino orgánico, y no es público sino privado. En síntesis, el amor romántico parece evadir las categorías tradicionales según las cuales se concibe el capitalismo. Tanto en el ámbito académico como en la cultura popular y en la esfera del "sentido común", el amor romántico se eleva por encima del intercambio comercial e incluso más allá del orden social en general.
Hasta la década de 1960, la antropología, la sociología y la historia adherían de manera implícita a esta opinión. Esas disciplinas concebían la cultura como una práctica pública y colectiva, pero equiparaban a las emociones con las experiencias subjetivas, fisiológicas y psicológicas, por lo que no las incluían en el estudio de la vida colectiva y simbólica. En vez de analizar el amor romántico en términos de los ritos públicos, los conflictos sociales y las relaciones de clase, lo relegaban inevitablemente a una esfera incómoda para la sociología: la de la vida privada.
Sin embargo, durante los últimos veinte años han aparecido nuevas voces en el campo de la antropología y de la psicología que insisten en que el "material" volátil de la cultura (las normas, los lenguajes, los estereotipos, las metáforas y los símbolos) ejerce cierta influencia sobre las emociones, e incluso puede llegar a definirlas. No obstante, si bien la mayoría de las disciplinas sociales hoy en día aceptan la existencia de un lazo entre la cultura y las emociones, se muestran más reacias a reconocer el vínculo entre amor y economía. Como el arte y la religión, el amor es "el lugar por excelencia de la negación del mundo social" (Bourdieu, 1979a: 596-597), sobre todo cuando ese mundo adopta el rostro oscuro de los intereses económicos, y cuando el amor romántico niega su propia base social al atribuirse la capacidad de trascenderla o de revocarla. Ahora bien, la pregunta sería entonces cómo conceptualizar los vínculos existentes entre las emociones, la cultura y la economía.
Se entiende como "emoción" un conjunto complejo de mecanismos de percepción, procesos interpretativos y respuestas a estímulos fisiológicos. De este modo, las emociones ocupan el umbral donde aquello que no es cultural se codifica en la cultura, donde el cuerpo, la cognición y la cultura convergen y se fusionan. Entonces, en tanto práctica cultural, el amor romántico queda expuesto a la doble influencia de la esfera política y de la esfera económica, aunque se distingue de otras prácticas porque supone una experiencia inmediata del cuerpo.

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