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Dipesh Chakrabarty

El humanismo en la era de la globalización

+ La descolonización y las políticas culturales


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El humanismo en la era de la globalización

Mientras abandonamos las costas del siglo XX y nos adentramos en las aguas sin cartografiar del siglo XXI, miramos hacia atrás para orientarnos en el futuro. ¿Hay algún modo de resumir nuestro pasado? ¿Hay un solo problema que defina el siglo XX? Naturalmente, un siglo es un largo lapso de tiempo marcado por muchos acontecimientos distintos. Pero hay ocasiones en que ciertos problemas destacan. Podemos pensar en el siglo XVIII europeo como un período global en el que Holanda, Francia y Gran Bretaña sustituyeron a España y a Portugal como fundadores de los imperios modernos, y como un período en el que la Ilustración defendió de manera convincente una idea abstracta de la igualdad humana. También fue, irónicamente, un período que pasó por alto el problema de la esclavitud y la discriminación de las mujeres. El siglo XIX -a pesar de la opinión de algunos críticos muy importantes (entre los cuales tenemos que contar a Nietzsche)- terminó con una elevada cota de progreso, y dejó a las colonias y a los países menos industrializados del mundo el legado del marxismo y del liberalismo, los dos mayores regalos del pensamiento político europeo. ¿Cómo cabría considerar la historia global del siglo XX? ¿De qué acontecimientos del siglo XX debemos obtener nuestros recursos para afrontar el futuro?
Sin duda, puede haber más de una respuesta a esta pregunta. Comenzaré con una que ya nos ha sido dada, pues se trata de una respuesta que tiene que ver de manera significativa con este breve ensayo: el humanismo en la era de la globalización. "El problema del siglo XX -escribió el gran pensador afroamericano W. E. B. Du Bois mirando hacia el futuro precisamente en el comienzo del siglo- es el problema de la línea de color". Du Bois tenía razón. La línea recorrió la división colonial durante los primeros cincuenta o sesenta años del siglo (o más, en el caso de Sudáfrica), y también marcó las vidas de aquellos cuyos ancestros habían sufrido el sistema atlántico de esclavitud. En palabras de Du Bois, la línea de color afectaba a "la relación entre las razas más oscuras con las más claras en Asia y África, en América y en las islas del mar". La misma línea dividía también a los pueblos indígenas de sus colonos gobernantes y, como sabemos, adoptó una forma despiadada con el racismo biológico de los nazis. Pero incluso cuando no adoptaron la forma amenazadoramente virulenta de la imaginación nazi, el racismo biológico o variaciones del darwinismo social apuntalaron las políticas administrativas en las colonias europeas. Naturalmente, había en Europa voces contrarias y antiimperialistas -como recuerda el reciente libro de Sankar Muthu sobre la Ilustración-, pero por lo general éstas no marcaban el tono de la política en el momento de consolidación de los imperios europeos.
Du Bois también señaló un lado más positivo de la línea de color. Dijo que "la característica de nuestra época [era] el contacto de la civilización europea con los pueblos subdesarrollados del mundo". Además, según él, "no era muy agradable volver la mirada" hacia ese contacto. "Guerra, asesinato, esclavitud, exterminación y libertinaje, ése ha sido una y otra vez el resultado de llevar la civilización y el santo Evangelio a las islas del mar y a los infieles sin ley." Pero el mayor contacto cotidiano entre los europeos y los otros pueblos también supuso nuevas oportunidades para el hombre, que, esperaba Du Bois, serían aprovechadas por los líderes durante el siglo XX. Vencer la línea de color y preservar para la humanidad todo lo que era bueno, hermoso y verdadero fue el reto que Du Bois se planteó para su época. Podemos considerar que Mahatma Gandhi, Martin Luther King Jr. y Nelson Mandela son hombres que encarnaron, aun de manera parcial, el sueño de Du Bois en el siglo XX.

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