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Zygmunt Bauman

Múltiples culturas, una sola humanidad

+ "Si perdemos la esperanza será el fin, pero Dios nos libre de perder la esperanza"


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Múltiples culturas, una sola humanidad

"Múltiples culturas. Una sola humanidad." He aquí un hermoso marco de pensamiento de nuestro orden líquido contemporáneo y de nuestro sumamente complejo, difícil, arriesgado y peligroso mundo. Nuestras ideas y las preocupaciones que sentimos por nuestras propias vidas y por las vidas de las personas que nos rodean se sitúan entre los dos extremos de ese marco. Muchas culturas: ésa es la realidad. Una sola humanidad es un destino, un propósito o una tarea ideales. Las múltiples culturas representan el pasado: es lo que hemos heredado de milenios de historia humana. La humanidad única es el futuro, como ya predijera inicialmente Immanuel Kant, quien escribió hace más de doscientos años acerca de la unificación universal del género humano. Pocos leyeron entonces sus predicciones. Hace poco, sin embargo, se ha redescubierto aquel librito de Kant sobre el futuro de la humanidad y, de pronto, todo el mundo se ha interesado por él, lo que es todo un síntoma, toda una constatación de que la unión de la humanidad está bien presente en el actual orden del día político. Es un tema de palpitante actualidad cuya dimensión no deja de aumentar.
Existe, no obstante, un tercer (e invisible) elemento entre el de la multiplicidad de culturas, por un lado, y el de la humanidad única, por el otro. Es invisible, sí, pero también necesario. Ese elemento intermedio es la frontera. La frontera es lo que separa y, al mismo tiempo, conecta culturas. Hoy en día, estamos obsesionados por las fronteras. Es una paradoja: una paradoja en el plano lógico, pero no en el psico-lógico. Es una paradoja lógica porque, en un mundo como el nuestro que se globaliza con gran rapidez, las fronteras son cada vez menos eficaces. Y, al perder su eficacia, pierden también su importancia práctica. Pero, al tiempo que disminuye su importancia, adquieren una significación creciente, hasta el punto de que tienden a estar sobresaturadas de significado. Es algo para lo que difícilmente podemos encontrar una coherencia lógica... Y, sin embargo, en el plano psicológico, apenas resulta paradójico, dado que, cuanto menos éxito tenemos a la hora de mantener intactas las fronteras que hemos trazado, mayor es nuestra obsesión por dibujarlas de nuevo una y otra vez. La realidad es que, actualmente, estamos obsesionados por trazar fronteras. Cuanto menos eficaces resultan, más obsesionados estamos. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo?
El gran antropólogo noruego Frederik Barth señalaba que las fronteras no se trazan para separar diferencias, sino, justamente, para lo contrario. Es el hecho de haber trazado la frontera lo que nos lleva a buscar activamente diferencias y a tomar viva conciencia de la presencia de éstas. Las diferencias son, pues, producto de las fronteras y de la actividad misma de la separación.
Todos y todas pertenecemos a la raza humana. Todos y todas somos humanos. Pero cada una y cada uno de nosotros es único y distinto a todos los demás. Las diferencias son infinitas. Si uno mira a su alrededor, no encontrará a ninguna otra persona que sea exactamente como uno. No hay dos seres humanos idénticos en todo el planeta. Pero, generalmente, la mayoría de estas diferencias no nos importan. No nos impiden interactuar.

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