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François Jullien

La urdimbre y la trama

Lo canónico, lo imaginario y el orden del texto en China


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Introducción

China es una civilización, no de la palabra que confiere un Sentido (la Biblia), ni del discurso -logos- que articula construcciones teóricas por medio de la sintaxis. No es una tierra de Revelación, donde prevalecería el mensaje y crecería la Promesa; y apenas ha podido regular dialécticamente las formas y los géneros entre sí, como lo haría el gramático que se esmera en la justa combinación de las letras en palabras y de las palabras en frases. China es, fundamentalmente, una civilización del texto (que es del orden de lo trazado y cuya operación es un continuo tejido). Como lo expresa en sí misma la palabra wen, que significa a la vez cultura-civilización-texto-ideograma y está etimológicamente compuesta por un cruce de trazos, para componerse el texto (chino) cruza los hilos. De este modo, cruza el hilo de urdimbre de la rectitud y de lo normativo -que le sirve como soporte y le confiere su consistencia- con la trama de lo imaginario y de lo insólito, que corta ese orden con lo extraordinario, lo vuelve inédito e interesante. Del mismo modo, cruza la linealidad del enunciado con un enunciado paralelo que se empareja con él y le responde -transversalmente- según esa factura inherente que constituye, en la ausencia de sintaxis, el paralelismo de las expresiones. En vez de contener un Anuncio o de explorar venturosamente otros posibles, en China el texto se compone en forma de red, ¿más reflexiva en sus pensadores y más afectiva en sus poetas? En todo caso, la ruptura nunca se consuma entre ambos, pues entre los polos del yin y el yang siempre se tratará de la contracción y del despliegue, del afuera y del adentro (o del "principio regulador" y de la "energía", de la "emoción" y del "paisaje", etc.), siempre será cuestión de captar el juego de las interacciones y las correlaciones que incesantemente tejen el mundo.
En el país de la seda, "urdimbre" y "trama" (jing y wei) serán las coordenadas del texto chino.

Aquí desplegaremos ese "orden" del texto -a semejanza de lo que Foucault llamaba "orden del discurso"- a partir de cuatro aspectos. 1) Primero, y siguiendo al primer gran pensador del texto en la China clásica (Liu Xie, en el siglo V), habría que identificar esa "urdimbre" que instaura el texto confuciano como texto normativo (jing) en el seno de la civilización china, así como considerar el estatus posible de ese otro hilo (de trama: wei) que viene a enriquecer la textualidad china y la abre a su renovación. 2) De allí deriva la cuestión del estatus ambiguo de lo imaginario frente a lo normativo. Al lugar común de la teoría literaria china contemporánea, según la cual China habría "inventado" la imaginación antes que (el) Occidente (griego), bloqueado como está por la mimesis, yo le respondería que habría que considerar esa "imaginación creadora" desde dos ángulos diferentes: por un lado, China ha tematizado muy tempranamente la idea de que el espíritu "viaja" y puede, pues, hacerse presente allí donde se está físicamente ausente; pero, por otro lado, China no concibió sino tardíamente -y de manera muy progresiva- un estatus de lo ficticio (bajo la influencia del budismo, proveniente de la India, el cual reflexiona sobre lo ilusorio y lo fantasmagórico, y a partir del advenimiento de la novela). A tal punto que la noción moderna de "imaginación" finalmente se tradujo de Occidente. 3) En cuanto a la composición del texto en sí, puesto que el paralelismo es uno de sus principios organizadores y cumple la función de sintaxis, habría que sondear esa lógica del apareamiento (aquí lo hago a partir de Wang Fuzhi, pensador del siglo XVII que recapitula de manera especialmente exhaustiva los recursos propios del pensamiento chino), y también examinar su posibilidad literaria (analizando el capítulo que le dedica Liu Xie). 4) Finalmente, habría que estar atentos a fenómenos de ordenación a los que por lo general no prestaríamos mucha atención. Puesto que no subordina ni subsume y, por lo tanto, no construye, se mantiene horizontal y se conforma con enhebrar los casos, la lista representa, para nosotros, más bien el grado cero del discurso teórico o, en todo caso, un régimen débil. Por el contrario, en el marco paratáctico del chino antiguo, y sin importar de qué trate la lista -de la mano, del cuerpo, del poema-, esta última está dotada de un fuerte efecto que la convierte en un texto propiamente dicho. Muchos de los propios escritos confucianos son sólo listas. Dichas listas, incluso las más breves, constituyen exposiciones absolutamente independientes, a la vez autónomas y suficientes, al igual que una historia ejemplar o una sentencia moral: tanto por el efecto de alineación que opera como por la heterogeneidad que tolera en su interior, como también por el juego de inducción o rechazo que instaura y el circuito que organiza, la lista se presta plenamente a la interpretación e incluso a la meditación.

Más allá de la cuestión del texto, este examen no deja de plantear preguntas metodológicas relativas a la comparación entre culturas. Así, ¿qué significa identificar bajo el modo de "ni lo uno ni lo otro", rechazando alternativamente cada una de las posibilidades que sin embargo nuestra propia tradición organiza como alternativa? Tal es el caso del texto confuciano, que no es ni Escritura santa ni obra clásica: para que esa otra posibilidad pueda pensarse, habrá que probar con ambas analogías y, a la vez, despegarse de ellas, asimilar y desasimilar, comparar y descomparar. Y además, ¿qué es lo que constituye la condición de posibilidad de una representación teórica, en este caso la de la imaginación? Pues no podremos conformarnos con observar que Grecia no tematizó la cuestión de la imaginación creadora sin considerar cómo el juego de oposiciones que instauró Grecia preparaba el terreno para una teoría de la imaginación transfiguradora, incluso a pesar de la mimesis. Del mismo modo, nos preguntaremos a partir de qué articulación común advienen tanto la ordenación del pensamiento como la del enunciado. Ya que, más allá de disyunciones fáciles como la de fondo y forma, la lista y el paralelismo son fenómenos que estructuran inseparablemente la concepción y la expresión. Desde la gramática y la retórica (la letra, la palabra, la proposición, la frase, el período), pasando por la física (los átomos componen los cuerpos como las letras componen las palabras, dice Lucrecio), hasta la pintura (del punto a la línea, a la superficie, al cuerpo, etc.; véase Alberti), Occidente ha pensado y escrito com-poniendo (ya que está gobernado por la relación parte-todo). De allí la importancia del ordenamiento por medio de la sin-taxis en la escritura (pintura) y en el pensamiento europeo. China, por su parte, ha pensado y escrito (pintado) por polaridad, no de manera lineal, sino de manera dinámica (bajo el modo del yin/yang: el paralelismo), entregándose también al placer del inventario y por medio de la variación (la lista).

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