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Heinrich Wiegand Petzet

Encuentros y diálogos con Martin Heidegger, 1929-1976


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Prólogo e Introducción

Prólogo

Es demasiado pronto para pretender escribir una biografía de Martin Heidegger. Sus escritos póstumos permanecerán inaccesibles durante muchos años, las cartas se encuentran dispersas e inasequibles, la edición completa de sus escritos, inéditos en gran parte, apenas ha comenzado a ver la luz. Con materiales tan incompletos, una crónica de su vida sería sumamente fragmentaria. Por otra parte, el filósofo manifestó siempre su aversión a que la biografía relegara la obra a un segundo plano; su vida, insistía, carecía por completo de interés: sólo tenía importancia aplicarse a su obra. Piénsese de esto lo que se quiera, lo cierto es que en la actualidad es casi imposible ocuparse críticamente de la persona de Heidegger sin caer en una nueva tergiversación, como las que en gran número han difundido sus adversarios.
Por ello, el intento de este libro es otro. Al partir de recuerdos que muchas veces incluyen detalles y anécdotas aparentemente sin importancia y que abarcan casi medio siglo, de cartas, de anotaciones y de conversaciones transmitidas, se procuró reconstituir los contornos, en especial de la segunda mitad de la vida del filósofo. Este intento estuvo orientado por la noción de que en un tiempo en que lo único que se hace es calcular y fichar, tendría sentido volver a trazar con el pensamiento una vida dedicada sólo a "lo que hace falta", sin desatender por ello las cosas simplemente humanas. Si el libro consigue prestar ese servicio a la memoria de ese hombre, habrá logrado su propósito.
En rigor, un libro de estas características debería limitarse a relatar vivencias propias. Sin embargo, en favor de la cohesión, no fue posible prescindir enteramente de testimonios ajenos. Y como ha sido escrito por un historiador, cae de su peso que éste ha evaluado todos los elementos teniendo en cuenta su fiabilidad. De esta manera, el trabajo se basa, por un lado, en las propias anotaciones del autor y en las cartas que recibiera de Heidegger y en las que éste escribió a algunos de sus amigos y, por otro lado, en numerosos testimonios recogidos en este círculo. Pero debe advertirse que en ningún momento la intención fue escribir una obra científica, razón por la cual también se ha prescindido del correspondiente "aparato". Aquellos que echaren en falta notas y aclaraciones como las que, por ejemplo, incluye la edición de las cartas de Thomas Mann, deberían tener en cuenta que haberlo hecho habría sido contradictorio con el carácter de la obra en su totalidad. En la medida de lo posible, se han incluido en el texto las fechas y la indicación de las fuentes de las que están tomadas las citas incorporadas al texto.
La confianza y la amistad que Heidegger le profesó durante largos y a menudo difíciles años fueron un gran obsequio para el autor, pero también representan una responsabilidad. Cumplir con esta responsabilidad mediante la publicación de un libro destinado a allanar el camino para una futura biografía significaba, sin duda, exponerse a múltiples objeciones, referidas ya al autor, ya a su obra. Pero el presente relato puede ser defendido de buena fe. Pretende ser más que una mera confidencia. Como quiera que se juzgue en el futuro a Martin Heidegger, no cabe duda de que este hombre fue una de las grandes figuras del siglo XX, tanto en la aceptación como en el rechazo que generó. En este sentido, haciendo el balance de su vida podría él apropiarse de estas palabras dichas por Goethe en su vejez:

"Pues cómo podría yo cerrar los ojos al hecho de que he llegado a ser repugnante y odioso para muchas personas, y que éstas intentan presentarme a su modo ante el público; yo, en cambio, sé que nunca me volví inmediatamente contra mis detractores, sino que me he mantenido en ininterrumpida actividad, y la he sostenido hasta el final, a pesar de las impugnaciones."
H. W. P.


Introducción

Caminos con Martin Heidegger

"Corre desde el portón del jardín hacia el Ehnried. Los viejos tilos del parque del castillo lo siguen con su mirada por encima de la muralla..." Con esta oración, traducida a muchas lenguas, comienza el pequeño escrito El "camino campestre", gracias al cual Martin Heidegger se hizo conocer incluso más allá del círculo mundial de sus lectores filosóficos. Esa pieza de prosa alemana, que tiene algo de la calma y la sencillez de Adalbert Stifter, está tan ligada al nombre de Heidegger como su famosa obra Ser y tiempo, que movilizó el pensamiento de toda una época.
El "camino campestre" se ha hecho emblemático. Representa algo característico del filósofo Heidegger, porque el "camino" es uno de sus términos fundamentales, siempre reiterados. Quien eche un vistazo siquiera superficial a su obra se encontrará una y otra vez, en giros siempre cambiantes, con el "camino". Así, se lee que a veces un lector emprende un camino en el que un autor lo precedió. "Un autor en el camino del pensar puede, en el mejor de los casos, indicar [weisen], sin ser él mismo un sabio [Weiser], un sofós." Se lee también que el más necesario camino de nuestro pensar es largo, "y sin embargo son pocas aún las señales que indican el camino". Pero, "El preguntar construye un camino"; y estamos además "De camino al habla". Y no hay que dejar de pensar en que "El camino siempre envuelve el peligro de descaminarse".
La estrofa con la que concluye "De la experiencia del pensar" dice:

"Marcha y sobrelleva
ausencia y pregunta
siguiéndote por un sendero."

Lo que queremos transmitir es lo siguiente: para Heidegger, en sus "tentativas del pensar" siempre es cuestión del camino, del estar en camino. Esta significatividad del camino (¡que es todo lo contrario de un sistema preconcebido, ya que es lo opuesto de todas las ataduras!) debería ser considerada por todo aquel que lea el presente escrito y siga sus caminos. Los caminos de los que aquí se trata no son principalmente los del pensar, sino un trecho, paralelo a éstos, del camino de una vida; siluetas, contornos, indicios.
Sin embargo, el propósito del libro no se agota en lo meramente biográfico; sírvanos como ilustración una antigua leyenda china. Cierta vez, un afamado y anciano pintor se hallaba rodeado de sus discípulos, frente un cuadro que acababa de terminar. Todos se admiraban de la obra, de ese paisaje con sus árboles y montañas que se perdían a lo lejos. Algunos se dirigieron al maestro para pedirle que comentase tal o cual maravilla, y entonces ocurrió algo extraordinario. El maestro, para indecible sorpresa de todos, puso los pies en el camino que conducía al interior del cuadro; y caminó y caminó, hasta desaparecer finalmente por un recodo del camino. Los discípulos, preocupados, quedaron a la espera, y esperaron hasta entrada la noche. Pero el pintor no regresó: tan completamente se había compenetrado el maestro con su obra.
Esto significa que sólo la obra cuenta. Y es eso lo que decía Heidegger cuando desestimaba la importancia de los hechos privados, porque ocuparse de ellos no era más que distraerse de lo único que contaba. Sin embargo, ¿no hay algo que de este modo queda completamente desatendido? Si recordamos la leyenda, ¿no faltaría el camino que el maestro tomó para ingresar al cuadro y atravesarlo, un camino que sin embargo era parte de ese todo? El camino con sus vueltas, sus paradas, sus peligros, ¿no forma parte de la obra consumada? Si este camino hubiese tomado otro derrotero, ¿no habría transformado la totalidad en algo diferente?
De lo que aquí se trata es de dar una visión de este camino y de su relación con la totalidad. En ciertos puntos de él, al levantar la vista o al volver hacia atrás, un golpe de luz anuncia algo que posee una relación profunda con el camino emprendido, aunque ella quizá sólo se nos manifieste más adelante. Por esto nos ha parecido que no sólo tenía sentido, sino que en efecto era necesario que este tramo del camino de Heidegger quedase preservado para las generaciones futuras, antes de que se extinguieran los recuerdos personales. Sólo los recuerdos y las experiencias pueden reconstituir el nexo vivo entre las cartas y las anotaciones; sin ellos, éstas quedarán reducidas a una seca existencia de archivo. Si ocasionalmente se rozan asuntos privados, es con el fin de dejar ver ciertos encadenamientos que trascienden esa esfera.
Muchas cosas les parecerán cercanas a aquellos que conocieron a Heidegger, les harán evocar experiencias similares o hechos emparentados, mientras que a las generaciones más jóvenes les resultarán nuevas, desconocidas y aun extrañas. Para esta juventud, que ya no está familiarizada con la presencia y el efecto que provocó un hombre del que se ha dicho a su muerte que fue "el mayor pensador del siglo", para esta juventud que a menudo no recibe sino una imagen distorsionada de él, hemos escrito las páginas que siguen.
No hay en ellas nada sensacional. Algún material detonante, quizás, e impulsos, según esperamos. El paisaje intelectual a través del que nos conducen se extiende por medio siglo, ¡pero qué medio siglo! Caminando a lo largo de semejante paisaje, es natural que haya paradas aquí y allá, que se mire en derredor y se busque descubrir sentidos, que haya obstáculos en el camino, y aun que el que camina detrás pierda de vista al que va delante. Marchando a la zaga, sin embargo, siempre hemos reencontrado al que iba delante, y al hacerlo hemos avanzado un tramo en terreno antes intransitable; de esto queremos, agradecidos, dar testimonio con este libro. Según dice Hofmannsthal en su obra Los caminos y los encuentros, no es posible imaginar una figura más extraordinaria y enigmática que la que forman las líneas aparentemente caprichosas de una vida humana. ¿Dibujan estas líneas un caminar, un marchar, un buscar en vano? "A veces dejan una huella que brilla por mucho tiempo... que fulgura y no se desvanece."
Lo que Martin Heidegger supo al final de su largo camino (¿lo supo también acerca de sí mismo?) se encuentra en un pequeño poema que tituló "Cézanne":

"Señal, casi imperceptible ya, del sendero
que indica un mismo sitio
al poetizar y al pensar.
lo meditativamente sereno,
lo insistentemente quieto
la figura del viejo jardinero Vallier
que cultivaba lo poco llamativo
junto al chemin des Lauves."

 

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