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François Jullien

Nutrir la vida

Más allá de la felicidad


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Por dónde se comenzaría en el pensamiento, si no a partir de alguna fisura

- ¡Verdaderamente admirable! -exclamó el príncipe-. Al escuchar las palabras del carnicero Ding, comprendo lo que significa nutrir la propia vida.
Zhuangzi

¿Por dónde se comenzaría en el pensamiento, si no a partir de alguna fisura, que luego se sigue como un filón hacia yacimientos más secretos?

La línea de fisura que sigo pasa entre los pensamientos chino y europeo. Al presionar, cada vez, sobre el punto elegido, amplío la fractura hasta hacer surgir, por esa operación de separación, nociones fundamentales que están sedimentadas en uno y otro lado, sin relación una con otra, y de las que han derivado esos pensamientos; al profundizar esa relación, remonto a las condiciones de posibilidad de la razón europea, con miras a conmocionar su evidencia y a reconfigurar el campo de lo pensable.

El punto de partida me es dado aquí por una de las expresiones chinas más familiares: "nutrir la propia vida?. Escapa a la gran escisión del cuerpo y el alma, como también a los sentidos propio y figurado, a través de la cual la cultura europea se ha formado tan poderosamente. Pero cuyo rechazo también puede amenazar el espíritu contemporáneo, tan tentado está por el exotismo.

Pues, al tirar de ese hilo de la nutrición vital, veo deshacerse poco a poco la trama de nuestras oposiciones de categorías: no sólo la de lo psíquico y lo somático, sino también la ruptura de planos que hemos instituido entre lo vital, lo moral y lo espiritual. El desafío es, entonces, recuperar, en lo profundo del verbo "nutrir" y despojándolo de esas difracciones operatorias, alguna completitud de la experiencia. Al punto que de allí se retire la idea de finalidad, tan usualmente proyectada sobre aquélla: y al punto de que se disuelva, de ese modo, la incitación a la Felicidad, a la que tienden nuestras aspiraciones. ¿La capacidad de "nutrir la vida", nos dicen, en efecto, por su lado, los eruditos chinos, liberándola de la presión del sentido, no sería sólo mantenerse "evolutivo", refinando y decantando lo vital en uno, de tal manera que sea conducido a alcanzar su régimen pleno?

Así pues, este periplo vuelve a darnos la ocasión de verificar que la única manera de acceder al pensamiento del otro es retrabajar el propio.

Pero, entonces, ya no hay un pensamiento "propio". El diálogo entre las culturas no consiste en etiquetar pertenencias, sino que ofrece una nueva oportunidad para relanzar la filosofía.

 

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