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Noam Chomsky y Michel Foucault

La naturaleza humana: justicia versus poder

Un debate


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Primera parte. Acerca de la naturaleza humana

ELDERS: Damas y caballeros, bienvenidos al tercer debate del Proyecto Internacional de Filósofos. Esta noche nos acompañan el señor Michel Foucault, del Collège de France, y el señor Noam Chomsky, del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Son filósofos cuyas visiones tienen puntos en común y puntos divergentes. Quizá, la mejor forma de compararlos sea considerarlos como cavadores de túneles que trabajan con herramientas diferentes en laderas opuestas de una misma montaña, y que no saben siquiera si están acercándose. Sin embargo, ambos trabajan con ideas absolutamente nuevas, en profundidad, comprometidos por igual con la filosofía y con la política. Me parece que son motivos suficientes para esperar un debate fascinante en torno de la filosofía y de la política. Es por ello que mi intención es no perder más tiempo y comenzar por un tema central y recurrente: la naturaleza humana.
Todos los estudios del hombre, de la historia a la lingüística y la psicología, enfrentan el interrogante de si en última instancia somos el resultado de una serie de factores externos, o si, a pesar de nuestras diferencias, poseemos algo que podríamos denominar una naturaleza humana común que nos permitiría reconocernos como seres humanos. De modo que mi primera pregunta está dirigida a usted, señor Chomsky, porque suele utilizar el concepto de naturaleza humana, e incluso términos relacionados con él, como "ideas innatas" y "estructuras innatas". ¿Qué fundamentos proporciona la lingüística para otorgar un lugar central al concepto de naturaleza humana?

CHOMSKY: Permítame comenzar de un modo ligeramente técnico. Una persona interesada por el estudio de las lenguas enfrenta un problema empírico muy definido. Hay un organismo, un hablante maduro, podríamos decir un hablante adulto, que de alguna forma ha adquirido una impresionante variedad de habilidades que concretamente le permiten decir lo que quiere decir, comprender lo que las personas le dicen, y hacerlo de un modo que me parece adecuado calificar como sumamente creativo… Esto es, gran parte de lo que una persona dice en su trato normal con otros es novedoso, gran parte de lo que oímos es novedoso, no se parece a nada que conozcamos por experiencia; sin duda, no se trata de una conducta novedosa aleatoria, sino de una conducta en cierto sentido muy difícil de caracterizar, propia de cada situación. Y, en efecto, posee muchas de las características de lo que podríamos denominar creatividad.
Ahora bien, la persona que ha adquirido este intrincado conjunto de habilidades altamente organizadas y articuladas -el conjunto de habilidades que llamamos conocer una lengua- posee cierta experiencia: en el curso de su vida fue expuesto a cierta cantidad de información, tuvo una experiencia directa de la lengua.
Es posible investigar la información disponible para esta persona; al hacerlo, en principio, nos enfrentamos con un problema científico bastante preciso, a saber, cómo explicar la brecha entre la cantidad realmente limitada de información, insuficiente y de calidad más bien deficiente, que recibe un niño, y el conocimiento resultante, altamente articulado y sistemático, profundamente organizado que, de algún modo, éste extrae de dicha información. Además, es posible observar que individuos diferentes con experiencias muy distintas en una lengua particular arriban a sistemas muy congruentes entre sí. Los sistemas a los que arriban dos hablantes del inglés basándose en experiencias muy distintas son congruentes en el sentido de que, en la mayoría de los casos, uno puede comprender lo que el otro dice.
Más notable aun es observar que en gran variedad de lenguas, de hecho en todas las que han sido estudiadas seriamente, existen limitaciones notables en relación con el tipo de sistemas resultantes de las muy distintas experiencias que poseen las personas. Este fenómeno relevante tiene una única explicación posible, que expondré de modo muy resumido, y es suponer que el esquema estructural general, y tal vez incluso el contenido específico del conocimiento, que en última instancia proviene de esta experiencia muy fragmentaria y limitada, es en gran medida un aporte del individuo mismo y, de hecho, es un aporte determinante.
Una persona que conoce una lengua ha adquirido este conocimiento porque su experiencia de aprendizaje se basa en un esquema muy detallado y explícito que le informa a qué tipo de lenguaje está expuesto. Esto es, para expresarlo sin excesivo rigor: sin duda, el niño no debe partir del conocimiento de que está oyendo inglés, holandés o francés, o cualquier otra lengua, sino un lenguaje humano de un tipo muy limitado y explícito que le permite un margen de variación muy reducido. Y es a causa de este esquema muy limitado y organizado que posee inicialmente que es capaz de pasar de la información fragmentaria y deficiente a un conocimiento altamente organizado. Debería agregar además que podemos realizar ciertos avances, creo que significativos, en la descripción de las propiedades de este sistema de conocimiento, que llamaré lenguaje innato o conocimiento instintivo, que el niño aporta al aprendizaje de la lengua; y también podemos realizar avances significativos en la descripción del sistema que se representa mentalmente cuando el niño ha adquirido dicho conocimiento.
Afirmaría entonces que este conocimiento instintivo o, si prefieren, este esquema que permite obtener un conocimiento complejo e intrincado a partir de información muy fragmentaria, es un constituyente fundamental de la naturaleza humana. En este caso, creo que se trata de un constituyente esencial a causa del papel que el lenguaje desempeña no sólo en la comunicación, sino también en la expresión del pensamiento y en la interacción entre las personas; y supongo que debe ocurrir algo similar en otras esferas de la inteligencia humana, de la cognición y la conducta humanas.
Es a este conjunto de esquemas o principios de organización innatos que guían nuestro comportamiento social, intelectual e individual al que me refiero cuando utilizo el concepto de naturaleza humana.

ELDERS: Señor Foucault, cuando pienso en libros como Historia de la locura en la época clásica y Las palabras y las cosas, tengo la impresión de que usted está trabajando a un nivel completamente distinto y con un objetivo y una finalidad totalmente opuestas; cuando pienso en la palabra esquema en relación con la naturaleza humana, supongo que usted está intentando explicar distintos períodos a partir de diversos esquemas. ¿Qué puede decir al respecto?

FOUCAULT: Es cierto que desconfío un poco de la noción de naturaleza humana, y es por el siguiente motivo: creo que entre los conceptos o nociones que una ciencia puede utilizar no todos tienen el mismo grado de elaboración, y que en general no poseen la misma función ni el mismo tipo de uso posible en el discurso científico. Tomemos el ejemplo de la biología. Es posible encontrar conceptos con una función clasificatoria, con una función diferenciadora y otros con una función analítica: algunos nos permiten caracterizar objetos como, por ejemplo, el concepto de "tejido"; otros, aislar elementos, como el de "rasgo hereditario"; otros, por último, establecer relaciones, como el de "reflejo". Al mismo tiempo, hay elementos que tienen un rol en el discurso y en las reglas internas de la práctica del razonamiento. Pero también existen conceptos "periféricos", aquellos de los que se sirve la práctica científica para designarse a sí misma, para diferenciarse de las otras prácticas, delimitar su campo de objetos y designar lo que considera la totalidad de sus tareas futuras. En parte, el concepto de vida cumplió este rol en la biología durante un cierto período. Durante los siglos XVII y XVIII, prácticamente no se utilizaba el concepto de vida en el estudio de la naturaleza: se clasificaba a los seres naturales, sin importar si tenían vida o no, en un vasto cuadro jerárquico que iba de los minerales al hombre; el corte entre los minerales y las plantas o los animales quedaba, de algún modo, sin resolver; desde un punto de vista epistemológico, sólo importaba fijar las posiciones de una vez y para siempre de un modo irrefutable.
A fines del siglo XVIII, mediante el uso de instrumentos más perfeccionados y técnicas más avanzadas, la descripción y el análisis de estos seres naturales demostró un campo entero de objetos, de relaciones y procesos que nos ha permitido definir la especificidad de la biología en el conocimiento de la naturaleza. ¿Es posible afirmar que la investigación sobre la vida finalmente terminó constituyéndose como la ciencia biológica? ¿El concepto de vida ha sido el responsable de la organización del conocimiento biológico? No lo creo. Me parece más probable que las transformaciones del conocimiento biológico de fines del siglo XVIII se demuestren, por un lado, mediante una serie de conceptos nuevos utilizados en el discurso científico que, por otro lado, dieron lugar a un concepto como el de vida que, entre otras cosas, nos ha permitido designar, delimitar y situar un cierto tipo de discurso científico. Afirmaría que el concepto de vida no es un concepto científico; ha sido un indicador epistemológico del efecto que las funciones de clasificación, delimitación y otras tuvieron sobre las discusiones científicas, y no sobre su contenido.
En mi opinión, el concepto de naturaleza humana es similar. No fue mediante el estudio de la naturaleza humana que los lingüistas descubrieron las leyes de la mutación consonántica, ni Freud los principios de interpretación de los sueños, ni los antropólogos culturales la estructura de los mitos. Creo que en la historia del conocimiento el concepto de naturaleza humana cumplió, ante todo, el rol de un indicador epistemológico para designar ciertos tipos de discursos vinculados o contrapuestos a la teología, la biología o la historia. Me resultaría difícil ver allí un concepto científico.

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