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Marcos Novaro

Manual del votante perplejo

Una terapia en seis pasos contra la neurosis política


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Presentación

Recomendaciones útiles para ilusos y cínicos

¿Cómo juzgar la conducta de nuestros representantes, para revalidar nuestra confianza en los mejores de ellos y hacer a un lado al resto, sin quedar presos del desánimo ni de nuestras ilusiones? El objetivo del texto que sigue es responder esa pregunta.
Puede que no sea así, pero si usted compró este libro, o siquiera un cierto interés lo llevó a ojearlo en el pasillo de una librería, es altamente probable que pertenezca a uno de los siguientes dos tipos de personas.
Primero, el votante ya curtido en decepciones que ha llegado a la conclusión de que los políticos son todos iguales, lo que es equivalente a decir que son unos sabandijas, y no está ya dispuesto a confiar en nadie. Prefiere hacer del escepticismo su bandera por el resto de su vida activa. Incluso cuando esté abierto, o resignado, a seguir escogiendo entre los candidatos que se le presenten, porque lo hará con bajísimas expectativas o directamente ninguna, tan solo para vengarse de los que están en el poder y lo tienen harto, o bien para dejar fuera de juego a los más inescrupulosos e inútiles. Lo que le permite, con un mínimo esfuerzo, dar alguna utilidad a su voto sin abandonar en ningún momento el blindaje cínico que, según cree, mejor lo protege de nuevos intentos de manipularlo, engañarlo y desilusionarlo.
Segundo, el votante esperanzado en que tarde o temprano habrá de dar con las personas adecuadas para que lo gobiernen, porque está convencido de que finalmente deberá aparecer el individuo o el grupo de individuos que se comprometa con el bienestar de la gente, de las personas comunes, decentes y trabajadoras como usted, y no simplemente se encarame al poder para satisfacer su propio interés. Hasta que eso suceda y aparezca la gente dispuesta a sacrificarse por el país y capaz de sacarlo adelante, usted usualmente trata de mantenerse informado, despotrica regularmente por el curso que siguen los asuntos públicos, acumula indignación y cada tanto ensaya con alguna nueva figura o partido, a la espera de dar con los indicados.
Si una de las dos descripciones corresponde a su caso preste atención: no se equivocó. Sea que pertenezca al primer grupo, llamémoslo el de los escépticos y resignados, o al segundo, el de los esperanzados e indignados, es posible que encuentre alguna utilidad en este libro, porque él está escrito pensando en usted. Y en usted. Para los dos. No porque se pretenda aquí confirmar sus ideas, temores y expectativas -algo imposible de hacer para los dos grupos a la vez, demás está decirlo-, sino porque busca curar sus respectivos malestares, que, aunque parezcan muy distintos, son en el fondo uno solo.
Este manual tiene por objetivo desmentir parcialmente ambos conjuntos de creencias, el de los ilusos y el de los cínicos. Y ofrecer una terapia para calmar la incomodidad y el disgusto con que unos y otros viven su relación con la política. Para lo cual se propone mostrar que, aunque parezcan dos grupos de opinión contrapuestos y que se sostienen en dos posturas morales irreconciliables, en verdad se parecen bastante entre sí y si se esforzaran un poco en reflexionar sobre sus similitudes y diferencias, tal vez podrían ponerse de acuerdo en una visión más matizada, más realista y sobre todo menos neurótica de los problemas políticos que los desvelan.
El punto de partida es bastante simple: se mostrará aquí que aunque cínicos e ilusos tienen algo de razón, a cada uno le falta lo que al otro grupo le sobra.
Por un lado, no tiene sentido seguir esperando al elegido, o comparar a los políticos que tenemos a la mano con un ideal inexistente, con una especie de redentor mítico. Esto ya ha sido utilizado suficientes veces como aliciente para seguir y entronizar a rufianes de variado pelaje como para que sigamos blandiendo esta esperanza con inocencia. Como si la necedad y la ceguera, practicadas con insistencia, pudieran ser suficiente evidencia de virtud moral.
Por otro lado mostraremos que, aunque pueda servir para hacer parecer a la gente que la adopta más inteligente y juiciosa de lo que realmente es, también carece de mayor utilidad la tesitura del canchero decepcionado que pretende tener suficiente mundo como para saber que no conviene confiar en nadie y que los políticos son todos iguales. En realidad, sabemos muy bien que de un modo u otro seguiremos estando obligados a elegir a alguno, el que nos parezca menos igual que los demás. Y acompañar la elección con más o menos cinismo no nos garantizará que vayamos a usar mejor nuestras oportunidades.
Si los ilusionados se ilusionaran un poco menos y los escépticos se mofaran también menos del mundo que los rodea, si confiaran menos en su virtud moral en el primer caso y en la función rectora del desprecio y el resentimiento, en el segundo, estaríamos ya de por sí dando importantes pasos hacia un enfoque más útil del problema que tenemos por delante: cómo establecer una relación un poco más productiva, sana y amable con los políticos y la política. En suma, habremos empezado a combatir la neurosis política, y a vivir más felizmente nuestra vida pública.

Por qué un manual

Dicho esto y develados el objetivo y buena parte del chiste de este libro, podría usted pensar que no tiene sentido seguir leyendo. Pero atención: las cosas no son tan sencillas como para poder agotarlas en un par de páginas.
La premisa de la que partimos es que el cínico y el bien pensante son cara y contracara de una relación neurótica con la política que nos dificulta actuar como ciudadanos razonablemente críticos y constructivos. Para superar esta neurosis vamos a sugerir una terapia, que no es ni infalible ni exhaustiva, pero que es realmente barata e incruenta, por lo que cuesta muy poco ensayarla. Pero nada es gratis: esta terapia nos exige que dediquemos al asunto algo de tiempo y que cumplamos satisfactoriamente ciertos pasos, una suerte de ejercicios, cuya utilidad es conveniente entender antes de poner manos a la obra.
Lo que se lista a continuación, entonces, es una secuencia de ejercicios teórico-prácticos que nos permitirán entrenarnos -sin necesidad de ser ni de volvernos expertos- en el juicio sobre el complejo campo de los procesos políticos. Una actividad que como todo en este mundo se desarrolla entre el cielo y el infierno, a veces en el fango de los vicios humanos, a veces en torno a ideales y fines que son todo un dechado de nobleza, y tiene sus reglas específicas y sus peculiaridades. Y aunque no contenga tantos misterios como algunos expertos en complicar las cosas quieren hacernos creer, ni es tan diferente a otras esferas de la vida como a menudo se sospecha, tiene sus vueltas.
La secuencia sugerida reza así: primero, informarnos adecuadamente; segundo, identificar los problemas morales que hay que resolver para distinguir entre la buena y la mala política; tercero, escoger criterios confiables para evaluar los resultados de la acción política; cuarto, distinguir convenientemente las funciones que cumplen los líderes, las instituciones y las reglas de juego; quinto, establecer la relación de confianza y distancia más adecuada frente a los actores políticos; y sexto, aprender del pasado y no insistir en cambiarlo.
En cada capítulo intentaremos ilustrar el problema a resolver y las posibles soluciones con ejemplos y explicaciones prácticas, sin enredarnos en disquisiciones abstractas. Aunque claro, algunos problemas teóricos habrá que encarar.

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