Eric Voegelin
La nueva ciencia de la política
Una introducción
fragmento
Introducción
La existencia del hombre en sociedad política es existencia histórica; y si una teoría de la política profundiza en los principios, debe ser al mismo tiempo una teoría de la historia. Las siguientes disertaciones sobre el problema central de una teoría de la política -la representación- llevarán entonces el análisis más allá de una descripción de las que convencionalmente se llaman instituciones representativas, hacia la naturaleza de la representación como forma por la cual una sociedad política cobra existencia para la acción en la historia. Por otra parte, el análisis no se detendrá en ese punto, sino que procederá a una explicación de los símbolos por medio de los cuales las sociedades políticas se interpretan a sí mismas como representantes de una verdad trascendente. Y la variedad de esos símbolos, por último, no formará un mero catálogo, sino que será accesible a la teorización en tanto sucesión inteligible de fases en un proceso histórico. Un análisis de la representación, si sus implicaciones teóricas se desarrollan de manera consistente, se convertirá, de hecho, en una filosofía de la historia.
En la actualidad, no se acostumbra abordar un problema teórico hasta el punto en que los principios de la política se unan con los principios de una filosofía de la historia. Sin embargo, el método no puede considerarse una innovación en la ciencia política, sino que aparecerá más bien como una restauración si se recuerda que los dos campos que hoy se desarrollan por separado estaban inseparablemente unidos cuando Platón fundó la ciencia política. Esta teoría integral de la política nació de la crisis de la sociedad helénica. En un momento de crisis, cuando el orden de la sociedad vacila y se desintegra, los problemas fundamentales de la existencia política en la historia se perciben con más facilidad que en períodos de estabilidad. Podría decirse entonces que, desde aquel momento, la limitación de la ciencia política a la descripción de las instituciones existentes y a la apología de sus principios -es decir, la degradación de la ciencia política a su consideración como criada de los poderes existentes- fue típica de las situaciones estables; mientras que su expansión a toda su grandeza como ciencia de la existencia humana en sociedad y en la historia, así como de los principios del orden en general, fue característica de las grandes épocas de naturaleza crítica y revolucionaria. En la historia occidental hubo tres de estas épocas. La fundación de la ciencia política por parte de Platón y Aristóteles marcó la crisis helénica; el Civitas Dei de Agustín marcó la crisis de Roma y el cristianismo y la filosofía del derecho y de la historia de Hegel marcó la primera gran conmoción de la crisis occidental. Esas son sólo las grandes épocas y las grandes restauraciones. Los períodos entre las mismas están marcados por épocas menores y restauraciones secundarias. En cuanto al período moderno en particular, habría que recordar el gran intento de Bodin en la crisis del siglo XVI.
Por restauración de la ciencia política nos referimos al retorno a la conciencia de los principios, tal vez no a un retorno al contenido específico de un intento anterior. No se puede restaurar la ciencia política en la actualidad a través del platonismo, el agustinismo o el hegelianismo. Mucho puede aprenderse, sin duda, de los filósofos anteriores respecto de una serie de problemas, así como en lo que hace a su abordaje teórico; pero la misma historicidad de la existencia humana -es decir, el desarrollo de lo típico en una concreción significativa- impide una reformulación válida de los principios por medio del retorno a una concreción anterior. De ahí que la ciencia política no pueda restaurarse en la dignidad de una ciencia teórica, en el sentido estricto, por medio de un renacimiento literario de logros filosóficos del pasado. Los principios deben recuperarse por medio de un trabajo teórico que comience por la concreta situación histórica de la época, y que tome en cuenta toda la amplitud de nuestro conocimiento empírico.
Formulada en esos términos, la tarea parece formidable en cualquier circunstancia; y puede parecer imposible dada la enorme cantidad de material que las ciencias empíricas de la sociedad y la historia ponen a nuestra disposición en la actualidad. De hecho, sin embargo, esta impresión es engañosa. Si bien no hay que subestimar las dificultades, la tarea comienza a hacerse factible en nuestra época por el trabajo preparatorio realizado en el transcurso de los últimos cincuenta años. Desde hace dos generaciones, las ciencias del hombre y la sociedad están dedicadas a un proceso de reteorización. Si bien con lentitud al principio, el nuevo desarrollo cobró ímpetu después de la Primera Guerra Mundial, y en la actualidad avanza a una velocidad vertiginosa. La tarea empieza a ser factible porque, en buena medida, se la lleva a cabo mediante una teorización convergente de los materiales relevantes en estudios monográficos. El título de estas disertaciones sobre la representación, La nueva ciencia de la política, indica la intención de presentar al lector un desarrollo de la ciencia política hasta ahora prácticamente desconocido para el público en general, así como de demostrar que la exploración monográfica de los problemas llegó al punto en que la aplicación de los resultados a un problema teórico básico en política puede por lo menos intentarse.
|