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Javier Auyero y María Fernanda Berti

La violencia en los márgenes

Una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense


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Prefacio - Introducción

Prefacio

En la Argentina, las discusiones públicas sobre "inseguridad" suelen tener como protagonistas a los sectores medios y medio altos de la estructura social. Ellos dominan el discurso sobre la violencia urbana -son quienes más hablan de este tema- porque, supuestamente, serían los que más la sufren. Sin embargo, los que experimentan la victimización con mayor frecuencia son quienes están en lo más bajo del orden social y simbólico; allí, entre los más desposeídos, es donde encontramos la mayor cantidad de homicidios y heridos graves. A ellos, a los habitantes de los márgenes urbanos, no se los suele escuchar hablar públicamente de la inseguridad. Ellos la viven a diario, pero el discurso de la inseguridad pertenece a (es fabricado y manipulado por) otros. Así, la experiencia de la violencia interpersonal (y del miedo a esta) entre los más pobres se vuelve algo indecible; y el trauma que se vive a diario en los territorios de relegación en los que ellos habitan se torna en una experiencia negada.
Fruto del trabajo en conjunto de una maestra, María Fernanda Berti, y de un sociólogo, Javier Auyero, este libro trata sobre el trauma colectivo creado por la constante e implacable violencia interpersonal que se vive en un barrio marginalizado del conurbano bonaerense. Queremos someter esta experiencia al análisis científico y, dado el incesante cuestionamiento a la credibilidad y realidad misma del fenómeno, queremos desenterrar estas vivencias y percepciones para que se hagan visibles y sean debatidas. Con la intención de contrarrestar un persistente proceso de negación y silenciamiento, nos dedicaremos a la tarea básica de documentar -sobre la base de una laboriosa recopilación de material estadístico, periodístico y etnográfico- la multiplicidad de violencias que existen en los márgenes urbanos, sus usos y sus formas.
Son muchos los interrogantes que quedarán sin abordar ¿Cuáles son los orígenes de tantas violencias? ¿Qué tipos de efectos colectivos e individuales generan a mediano y largo plazo? ¿Funcionan las violencias aquí expuestas como formas de control político y subordinación de los pobres por medio del terror? ¿Cómo? ¿Por qué? Este libro quizá plantee más preguntas que las que efectivamente conteste; somos muy conscientes de nuestras limitaciones explicativas. Nuestra intención aquí es comenzar una discusión seria y sistemática sobre un tema cuya relevancia y urgencia no pueden seguir siendo encubiertas.

***

Introducción

Agosto de 2012. No estaba en nuestros planes ir a visitar la tumba de Lucho, pero la insistencia con la que sus amigos y familiares más cercanos hablaban sobre los objetos y los recuerdos allí depositados nos persuadieron. Un sábado gris, con el cielo encapotado y con una persistente llovizna, nos subimos al colectivo 219 en el centro de una ciudad del sur del conurbano bonaerense e hicimos el recorrido hasta el cementerio de la calle Belgrano. En la oficina de información, cerca de la puerta principal, un policía retirado nos indicó dónde debíamos preguntar por la ubicación de la tumba. De curioso, y tal vez de aburrido, nos preguntó a quién buscábamos. Le dijimos que a Luis Alberto Orijuela, un chico que había sido alumno de Fernanda en una escuela de Arquitecto Tucci. Con su mirada puesta en la casi vacía sala de espera nos dijo algo que, en más de un sentido, condensa la preocupación que atraviesa las páginas de este libro: "Se mueren cada vez más jóvenes".
"Sección 23, fila I, sepultura 71", nos informó la empleada. El policía nos indicó el camino. No recordábamos la última vez que habíamos estado en el cementerio y nos llamaron la atención los fuertes colores de muchas de las tumbas más recientes (azul y amarillo, para quienes en vida habían sido hinchas de Boca Juniors; rojo y blanco para los de River; también había tumbas con los colores de San Lorenzo, Independiente, etc.). No nos fue fácil encontrar a Lucho. Su sepultura se encuentra en la parte más alejada de la entrada, donde la señalización es escasa. Luego de más de media hora de caminar intentando hallarla, tuvimos que pedir ayuda a un empleado que pasaba por allí en bicicleta. "Acá está, la próxima vez ya saben dónde está", nos dijo con amabilidad.
Lucho tenía 17 años cuando fue asesinado. En su sepultura, pintada con los colores de River Plate, flores coloridas conviven con botellas de alcohol vacías, y mensajes de sus amigos y familiares: "Me has dado tanto afecto, y son tan buenos los recuerdos compartidos, que es realmente lindo acordarme de vos"; "Te extrañamos y cuánta falta nos hacés, eras el pie donde nos apoyamos, en las buenas y en las malas, en nuestras alegrías y tristezas". Lejos de allí, en la pared frente a la casa donde Lucho vivió toda su corta vida, en Arquitecto Tucci, sus amigos pintaron: "Lucho, nunca te olvidaremos".

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