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Judith Butler

Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de la izquierda

+ "Las categorías nos dicen más sobre la necesidad de categorizar los cuerpos que sobre los cuerpos mismos" (entrevista de D. Gamper Sachse)


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Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de la izquierda

Estoy muy satisfecha de volver a Barcelona esta tarde para hablarles de la relación entre la guerra y las culturas visuales, pero también de la relación entre la precariedad y una nueva crítica del poder del Estado desde la izquierda. Desde mi punto de vista, tenemos que repensar los términos del materialismo con el fin de comprender cómo las cámaras funcionan como instrumentos de guerra, pero también de sarrollar una política contra la guerra que se centre en los desposeídos, lo que requiere nuevos vocabularios y nuevas acciones. Voy a comenzar con una reflexión sobre las dimensiones visuales de la guerra, para volver luego a la cuestión más amplia de cómo comprender las nuevas formas de opresión y desposesión, así como las estrategias que es necesario considerar.
Cuando pensamos acerca de cómo se llevan a cabo las guerras, qué formas toman las acciones de guerra, tendemos a pensar primero en los instrumentos materiales de la guerra, y tendemos a pensar que sabemos lo que queremos decir con "instrumentos materiales" cuando así los mencionamos. Aun cuando se esté de acuerdo en que las cámaras son instrumentos materiales de la guerra, resulta difícil decir que ellas hacen la guerra o que son parte de la acción de guerra. Después de todo, son las personas las que hacen la guerra, y se dice que ellas utilizan las cámaras. Pero ¿qué ocurre si los instrumentos adquieren su propia agencia y las personas se convierten en extensiones de esos instrumentos? Lo que se debe considerar es cómo pensamos acerca del material de guerra, qué cuenta como material y si las cámaras y sus imágenes son parte de esa materialidad extendida. Pero también debe dirimirse si las personas utilizan instrumentos, o si los instrumentos no sólo utilizan personas, sino que también redefinen la noción de persona como una especie de instrumento, útil y desechable al mismo tiempo.
Por supuesto, esta cuestión ha dado lugar a algunos viejos debates que se discuten desde hace tiempo en los estudios sobre filmación y medios de comunicación, y que tienden a centrarse en la distinción entre la cámara y la imagen. En el contexto de la fotografía de guerra, la imagen puede reflejar o incluso documentar la guerra; a veces puede convocar respuestas emocionales a favor o en contra de la guerra, pero incluso entonces se entiende que asiste o apoya un esfuerzo de guerra o la resistencia a ella. Pero ¿forma realmente parte del hacer la guerra? Puede que sea más fácil decir que las cámaras son parte de la acción de guerra, ya que están literalmente agregadas a los misiles y a los dispositivos de bombardeo, y reemplazan a la agencia humana en el caso de los drone, cuya capacidad de destrucción en la guerra de Afganistán quedó fuera de duda. En efecto, la cámara-bombardero que es el drone ha causado muchas muertes de civiles, ya que localizan su objetivo a través de sensores térmicos cuya precisión es dudosa.
El avión no tripulado encuadra y alcanza su objetivo, pero ¿qué hacemos cuando miramos la guerra a través del encuadre de su cámara? ¿Se identifica nuestra perspectiva con el propio drone convirtiéndonos así, sin darnos cuenta, en instrumentos visuales de la guerra? Hago estas preguntas porque a veces se produce una confusión cuando suponemos que, por una parte, hay guerra y que luego se da su representación; lo primero es material, y lo segundo menos. Y a pesar de que atribuyamos algún sentido de materialidad a la imagen, tendemos a distinguir entre ese sentido de materialidad y el que pertenece a las pistolas, las bombas y los instrumentos de guerra directamente destructivos. Aunque tendamos a aceptar que los medios de comunicación del Estado contribuyen en la ejecución de la violencia de Estado, quizá sea el momento de reconsiderar la tesis de que los recientes esfuerzos por parte de estados, como el mío, para controlar las dimensiones visuales y narrativas de la guerra no sólo han perseguido controlar y estructurar los modos de comprensión pública formulada y ratificada dentro de los campos visuales y audibles, sino también establecer los parámetros sensoriales de la realidad misma, incluido lo que puede ser visto y oído.

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