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Jordi Llovet
La amistad
+ Conversación con un amigo (entrevista de Llàtzer Moix)
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La amistad
Amigos y amigas,
Quienquiera que abra un diccionario de refranes, en cualquier lengua, encontrará una gran cantidad de entradas relativas a los "amigos" y la "amistad". Existen pocos lugares comunes en las lenguas de Occidente tan ricos en refranes y máximas como estos dos términos: "el amigo", "la amistad". Así, tras consultar varios diccionarios castellanos, he encontrado centenares de expresiones, de las que voy a seleccionar sólo unas pocas para leerlas en esta conferencia: "aquéllos son ricos, quienes tienen amigos"; "a los amigos todo, a los enemigos la ley"; "amigo de muchos, amigo de ninguno"; "allí hay verdadera amistad, do hay dos cuerpos y una voluntad"; "amigo beneficiado, enemigo declarado"; "amistad por interés no dura porque no lo es"; "amigos y libros, pocos y buenos"; "juntáronse el codicioso y el tramposo"; "amistad de hombres leales sólo perdura entre iguales"; "quien tiene un amigo tiene una mina".
Sólo he elegido unas pocas, pero, como ya he dicho, cualquier diccionario las recoge por centenares, y dicen cosas muy diversas.
Resulta curioso, sin embargo, que casi todos los refranes sobre la amistad y, en especial, los que he elegido para abrir esta conferencia, sean refranes que remiten a tópicos sobre la amistad no sólo distintos, sino también muy antiguos y reiterados. No debería ser motivo de sorpresa, porque la amistad es un invento tan viejo como la humanidad o así es, al menos, en los países de tradición occidental, es decir, los que han conocido la impronta de las culturas judía, griega, romana y cristiana. En realidad, sin conocer lo que decían las Escrituras y qué se decía en Grecia y Roma sobre la amistad, no se puede tener una idea cabal de la amistad ni tampoco podemos alcanzar lo que hoy entendemos por esta palabra. Permítanme, pues, que les invite a un recorrido por estas tres civilizaciones -la griega, la judeocristiana y la latina- para analizar qué entendían por "amistad" y para ver, después, si estas concepciones de la amistad aún perduran, qué se conserva de ellas, o cómo se han transformado.
Debo confesar que tengo una irreprimible tendencia a creer que todo lo que se representó en el entarimado de esas tres culturas que he señalado conserva, por fuerza, cierta vigencia. Si decimos de un anciano que "es más viejo que Matusalén"; si la heroína de Troya, Helena, todavía pudo dar nombre a un detergente para hacer la colada; si en Holanda hay un club de fútbol que lleva el nombre de otro de los grandes personajes de La Ilíada, Áyax; si Freud dio el nombre de "complejo de Edipo" al complejo que une en exceso a un hijo con su madre; si Joyce escribió un libro que se titula Ulises; y si Kafka escribió una narración sobre El silencio de las sirenas, entonces es que los mitos antiguos y las formas de cultura de aquellas civilizaciones que la gente se obstina en considerar periclitadas y ya del todo agotadas son mitos y formas de la cultura que aún se encuentran en muchas formas y actitudes de nuestra vida cotidiana. Hay legados que no desaparecen de un siglo para otro, ni siquiera de un milenio para el siguiente. Así pues, como verán enseguida, es fácil descubrir, al menos en los refranes que he leído para empezar, la impronta de aquellas civilizaciones y de sus respectivas maneras de entender la amistad. Para ello, debo reclamar su benevolencia, porque en una hora tendré que concentrar muchas y muy diversas teorías de la amistad. Pero verán como todas les suenan: nihil novum sub sole, como se lee en el Cohélet, o Eclesiastés. Ésta es la primera tesis que es oportuno que subraye de inicio: hay teorías varias sobre la amistad, e incluso una sola cultura como la greco-helenística brindó ejemplos muy dispares de ella, y hasta contradictorios entre sí, pero casi todas poseen vigencia.
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