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Samuel Johnson
Escritos políticos
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Introducción
I
La historiografía académica de los últimos cuarenta años, empezando por la obra de Sir Lewis Namier, ha destruido más allá de cualquier esperanza de reparación el mito victoriano de la estructura política de Inglaterra durante el siglo XVIII, y con él la imagen victoriana de la posición política de varias figuras del siglo XVIII, entre ellas Samuel Johnson. Ese mito, popular porque era fácil de captar y porque los propagandistas podían utilizarlo fácilmente para servir a intereses partidarios, dominó la historiografía británica durante alrededor de un siglo, desde la época de Lord Macaulay en las décadas de 1830 y 1840 hasta la de su sobrino nieto, George Macaulay Trevelyan, en las de 1920 y 1930. Parece difícil que sobreviva mucho más frente a su abandono unánime por los historiadores serios, pero se resiste a morir. Como todavía interfiere con la actitud del siglo XX hacia Johnson, dedicaremos algún tiempo a examinarlo.
La interpretación victoriana o "whig" de la propia historia británica del siglo XVIII se originó en la política británica de ese siglo. Popularizada en el siglo XIX por Macaulay, J. R. Green, Lecky y otros, se inspiraba en indicios hallados en los escritos de Burke en apoyo de la facción Rockingham de los whigs en las décadas de 1760 y 1770 y en otras obras de propaganda política de la época. El grupo de Rockingham, sucesores de los whigs que siguieron la dirección de Sir Robert Walpole y los Pelham (Henry Pelham y su hermano el duque de Newcastle) a comienzos del siglo XVIII, y predecesores de los que siguieron a Charles James Fox y Earl Grey a comienzos del XIX, después de disfrutar de muchos años de poder durante los reinados de Jorge I y Jorge II, se encontraron excluidos de él tras el ascenso al trono de Jorge III en 1760. Como el joven Jorge no había ocultado su lealtad a la política de su padre, Frederick, príncipe de Gales y uno de los más persistentes líderes de la oposición a Walpole, los rockinghamianos no pueden haberse sorprendido cuando el nuevo monarca, decidido a preservar el tradicional derecho de independencia del ejecutivo, buscó sus ministros entre whigs extraños a la sucesión Walpole-Pelham-Rockingham: su tutor en la adolescencia y asesor político del príncipe Frederick, el escocés conde de Bute; William Pitt, más tarde conde de Chatham, que había iniciado su carrera en la década de 1730 como uno de los más vocingleros de los "patriotas" whigs antiwalpolianos; George Grenville, cuñado de Pitt pero en esos momentos políticamente opuesto a él. Tampoco debe haber sorprendido a los rockinghamianos que jóvenes políticamente ambiciosos como Lord North, Lord Shelburne y el duque de Grafton se apartaran de ellos y aceptasen cargos bajo otros auspicios. Durante el resto del siglo, de hecho, el marqués de Rockingham y su sucesor, Charles James Fox, sólo desempeñaron cargos de ministro durante dos breves períodos, en 1765 y de nuevo en 1782-1783, en una coalición con su antiguo enemigo, Lord North, quien disgustó al electorado con su descarado cinismo.
Tales acontecimientos eran más bien naturales en un contexto político en el que existían muy pocas divisiones ideológicas, como ocurría en la Gran Bretaña del siglo XVIII (y como ha ocurrido durante buena parte de la historia de los Estados Unidos), donde las confrontaciones políticas eran en gran parte luchas por el poder en un contexto de alianzas y agrupamientos en cambio constante. Sin embargo, causaron intenso resentimiento entre los rockinghamianos, desplazados después de muchas décadas en el poder; y su teórico y propagandista Edmund Burke, en sus Thoughts on the Cause of the Present Discontents [Reflexiones sobre la causa del actual descontento], de 1770, elaboró una "línea" muy complicada para justificar ese resentimiento. Con ese toque de paranoia que caracteriza buena parte de los escritos políticos de Burke, la obra contenía insinuaciones sobre actividades conspiratorias de Jorge III y un "Gabinete Interno" de "Amigos del Rey" para subvertir la constitución y restaurar el absolutismo regio. Un corolario de ello era que los rockinghamianos eran los únicos representantes del pensamiento "whig" puro e incontaminado, los que preservaban la auténtica tradición de la Gloriosa Revolución de 1688, mientras que los otros políticos whig, que colaboraban con Jorge III, eran traidores a esa tradición que no buscaban sino su propio interés, y por lo tanto no eran más que "tories" disfrazados. Historiadores del siglo XIX siguieron sus huellas y con la mayor seriedad tildaron de tories a Bute, Grafton, North y el joven Pitt, calificación que habría asombrado a muchos de sus contemporáneos.
En el siglo XVIII los tories eran en su mayoría la mediana y baja nobleza: los "caballeros rurales", el estamento de los esquires, la "gentry", todos ellos poseedores hereditarios de propiedades solariegas relativamente pequeñas, en las zonas rurales de Inglaterra. Representaban entre un cuarto y un quinto de los miembros de la Cámara de los Comunes (en la de los Lores estaban subrepresentados, ya que en esa época y también más tarde la representación se concedía a los leales partidarios del ministerio en funciones). En los Comunes fueron casi siempre silenciosos ocupantes de los bancos del fondo, que esporádicamente concedían sus votos a algún ministro -Harley o North o el joven Pitt- que les caía bien. Pero básicamente no estaban muy interesados en desempeñar un papel activo en la escena política nacional, aunque eran muy activos en la política local; se preocupaban por obtener apoyo para la agricultura y por mantener bajos los impuestos a la tierra, y trataban de que el gobierno central interfiriera lo menos posible con ellos. En general eran "aislacionistas", "little Englanders" [es decir, opuestos a la expansión del imperio británico] y desconfiaban de las relaciones con el extranjero que podían conducir a guerras y aumentos de los impuestos. Se enorgullecían de su independencia política, y con frecuencia frente a medidas polémicas dividían sus votos entre ambos lados por igual; de hecho, a veces se hablaba de ellos como "los miembros independientes". El personaje de Squire Western de Henry Fielding es una caricatura de este tipo por un whig urbano, "patriota", y sin duda es calumnioso en lo referente a la educación, el habla y las maneras del squire tory promedio, pero es bastante exacto en cuanto a sus actitudes políticas. Después de 1714 nunca tuvieron la fuerza parlamentaria ni la cohesión necesaria para formar nada que pudiera llamarse una administración "tory", aun cuando sus votos, que mantenían el equilibrio de poder entre facciones whig en conflicto, podían afectar la existencia del ministerio; fue su defección lo que causó la caída del ministerio North en 1782.
Un whig, por el contrario, era un activista de la política nacional, ansioso por que el gobierno central llevara el futuro del país en una dirección acorde con los intereses de su propio grupo económico. Los grandes empresarios de la City de Londres y Bristol tendían a ser whigs; lo mismo ocurría con los grados más altos de la nobleza, con sus enormes extensiones de tierra (que en la última parte del siglo con frecuencia resultaron contener importantes minas de carbón), los duques y los marqueses a quienes Burke admiraba y servía tan fielmente, convencido de que lo que era bueno para los Rockingham y los Richmond era bueno para Gran Bretaña. Naturalmente, no todos los whigs querían llevar el país exactamente en la misma dirección ni colocar el poder gubernamental en manos del mismo grupo de individuos: los grandes conflictos políticos del siglo fueron todos entre grupos opuestos de whigs, con ocasionales grupos tories como aliados inconstantes y tibios de uno u otro lado.
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