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Michael Polanyi
La lógica de la libertad
Reflexiones y réplicas
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Prólogo
La lógica de la libertad, publicado por primera vez en 1951, está integrado por una serie de artículos que, con la excepción de uno, fueron escritos después de la Segunda Guerra Mundial. En el prefacio, Polanyi afirma que el libro es un reflejo de sus "esfuerzos, constantemente renovados, por aclarar la posición que ocupa la libertad frente a un número de cuestiones que surgen a partir del agitado período de la historia en que vivimos". Es posible que esa afirmación, además del hecho de que varios artículos son réplicas a los defensores de la concepción instrumentalista de la ciencia, nos lleve a considerar este libro como anticuado o limitado, tentación que debemos resistir, pues ésa sería una interpretación completamente inadecuada del carácter y el temperamento del libro. Tal como lo indica el título mismo de la obra, la principal preocupación del autor residía en encontrar la mejor manera de comprender la estructura fundamental de la libertad, y es ésa una preocupación perenne. Polanyi explora la cuestión tanto de manera directa, especialmente en la segunda mitad del libro, como indirecta, línea de investigación esta última que refleja el deseo de comprender aquellos movimientos contemporáneos, tanto teóricos como prácticos, que fueron perjudiciales para la libertad. En este sentido, Polanyi creía que, si lograba comprender al menos en parte la razón por la que la libertad era eclipsada, estaría al mismo tiempo, de manera indirecta, entendiendo mejor la lógica misma de la libertad.
La lógica de la libertad explora la estructura de la libertad pública, que Polanyi entiende a partir de su concepción de las formas del orden social. Existe una tendencia generalizada a creer que todo orden social ha sido diseñado o logrado de manera intencional por una única persona o grupo. En oposición a esa tendencia, Polanyi afirma que los órdenes sociales más importantes para el bienestar de la humanidad son órdenes espontáneos, es decir que son el resultado de la interacción entre individuos que adaptan mutuamente sus acciones a las acciones de otros. No se trata de que los órdenes espontáneos surjan del diseño humano, sino que son el resultado de las acciones humanas. Polanyi afirma que el mercado económico es el ejemplo más claro de ese tipo de orden y señala a Adam Smith como alguien que, con mucha perspicacia, articuló la lógica de ese orden. Sin embargo, lo que Polanyi considera más fascinante y, en última instancia, más esclarecedor de la libertad son los órdenes espontáneos intelectuales, especialmente la ciencia.
La ciencia es un orden espontáneo, tanto en términos de su actividad misma como de los resultados de la investigación científica. A través de las consultas, la competencia y la persuasión, y motivados por su propia iniciativa, los científicos adaptan sus líneas de investigación y de opinión a las de otros científicos. Sin embargo, Polanyi sostiene que para que exista un orden científico se necesita algo más: un "instrumento" canalizador, por medio del cual se coordinen las distintas acciones de los científicos. Ese "instrumento" es el objetivo, o el fin, de la ciencia, que define como la búsqueda de la verdad. Según el autor, debido a la creencia en la realidad trascendente de la verdad, la ciencia tiene el carácter extraordinario de sistema intelectual.
Para Polanyi, la ciencia es no sólo el modelo de orden espontáneo más significativo, sino también el más significativo modelo de libertad pública. En La lógica de la libertad la idea de la libertad pública es el concepto más importante y también es el más difícil de comprender. La dificultad radica en que, en la actualidad, se suele creer que la libertad consiste en los derechos de los individuos a realizar acciones privadas, o bien en las libertades políticas, como la de votar. La libertad que dilucida Polanyi es algo muy distinto.
Cuando habla de "libertad pública", se refiere a la libertad cuyo ejercicio contribuye a la formación o al mantenimiento de un orden espontáneo. En el caso de la ciencia, la libertad de la que habla se refiere a la actividad de los científicos que actúan según su propia iniciativa en sus intentos por comprender la verdad. Otro de los ejemplos de orden espontáneo intelectual que cita Polanyi y, por lo tanto, como modelo de libertad pública, es el derecho consuetudinario. En ese contexto, la libertad hace referencia al hecho de que los jueces adaptan sus decisiones a las decisiones de otros jueces con el fin de alcanzar una resolución de justicia.
Lo que caracteriza principalmente a esas libertades como libertades públicas es que el científico y el juez actúan como miembros de instituciones públicas, a saber, la ciencia y el derecho. De hecho, debido a los beneficios públicos que resultan de sus acciones, conferimos al científico y al juez la libertad de actuar sobre la base de su propia iniciativa, lo que, desde luego, está sujeto a limitaciones inherentes a las actividades de la ciencia y del derecho que posibilitan su aplicación: la libertad pública no es una licencia pública. A través de la libertad de la que gozan, el científico y el juez participan de una confianza pública: al formar parte de una institución pública, tienen una responsabilidad fiduciaria con el público. Por lo tanto, en este análisis libertad y responsabilidad están estrechamente relacionadas.
En el prefacio, Polanyi afirma que aboga por una sociedad libre, no por una sociedad "abierta". La distinción que establece es importante, porque para él, y a diferencia de una sociedad "abierta", una sociedad libre está "dedicada a un conjunto particular de creencias", concretamente a la creencia en las realidades trascendentes de la verdad, la justicia, la caridad y la tolerancia. Lo que caracteriza a una sociedad libre es la creencia en esas realidades, una creencia que constituye un compromiso moral imposible de ser comprobado, y que posibilita y justifica las libertades públicas. Polanyi hace hincapié en el hecho de que una sociedad libre está menos caracterizada por sus libertades privadas que por sus libertades públicas y por las creencias compartidas en un dominio público.
En la explicación que da el autor sobre la libertad pública, dedica un lugar importante a un análisis detallado de las ideas que subyacen a distintas críticas de la libertad pública surgidas entonces. Para Polanyi, la ciencia es el principal modelo de libertad pública, pero es también el modelo de libertad pública que más se ataca. Considera que las críticas hacia la ciencia teórica que impone el totalitarismo están ancladas en una visión materialista de la naturaleza humana, que rechaza las realidades sobre las que se apoya la libertad pública (la verdad, la justicia, la caridad y la tolerancia), rechazo que conduce a una concepción instrumentalista de la ciencia y al consecuente uso de ella para fines materiales. Según aquellos que adhieren a las "virtudes" que ofrece la planificación de la ciencia, las actividades de los científicos deben ser dictadas directamente por el Estado. En este sentido, la concepción de la ciencia como una libertad pública aparece subvertida: el Estado controla todos los caminos "públicos" de la vida. De esa manera, el poder del Estado se convierte en la única fuente de orden y en juez de todos los conflictos y desacuerdos, incluso entre los intelectuales, tal como lo demostró el caso Lysenko.
Es evidente que el totalitarismo socava sin tregua la libertad. Muchos de los que consideran este hecho ponen el foco en la libertad privada: los individuos no pueden seguir sus deseos tan fácilmente, por no decir que son víctimas de actos de brutalidad pura. Sin embargo, pese a que sin duda Polanyi reconoce este hecho, hace hincapié en la manera en que la libertad pública es eclipsada por los regímenes totalitarios. Lo motiva su comprensión de que la libertad pública inexorablemente sienta las bases de una sociedad libre, bases que brindan las condiciones por las cuales la libertad privada puede alcanzar cierto grado de eficacia social. Sin embargo, no cree que sean sólo los movimientos totalitarios los que amenazan la libertad pública. Todos los movimientos y las prácticas intelectuales que tratan de anular los órdenes espontáneos, que sostienen la idea de que todo orden social es o debe ser planificado, también amenazan la libertad pública y, de esa manera, amenazan la trama de una sociedad libre.
Que una sociedad libre -aquella en la que reina la libertad pública- y una buena sociedad -la que es impulsada por una creencia en las realidades trascendentes- son indisociables es un concepto que ocupa un lugar central en La lógica de la libertad. Sobre esta base, y del argumento del párrafo anterior, podría esperarse de Polanyi la afirmación de que las consideraciones morales no están presentes en los regímenes totalitarios. Pero lo que considera peculiar del totalitarismo es que, pese a que rechaza las realidades trascendentes, muestra un alto grado de pasión moral. Sin embargo, esa pasión moral no es una señal de honor, sino de deshonor. Polanyi sugiere que las pasiones morales que de hecho fomentan el totalitarismo -y también algunas formas menos virulentas de la insensatez humana- se han despegado de cualquier realidad que pudiera restringirlas. En ese sentido, lo que aparece es la pasión moral sin ningún tipo de juicio moral. Ha ocurrido, pues, una "inversión moral": la pasión moral recurre ahora a cualquier método, por más grotesco e inmoral que sea, para satisfacer sus deseos. Bajo esa apariencia, la pasión moral es funcional a la causa del fanatismo, en lugar de rechazarla. En nuestros días, esa causa continúa amenazando la libertad en la que se centra el libro de Polanyi.
Stuart D. Warner
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