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Lisa Block de Behar

Medios, pantallas y otros lugares comunes

Sobre cambios e intercambios verbales y visuales en tiempos mediáticos


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Algunas anotaciones preliminares

Cuando los títulos no indican nombres propios o circunstancias particulares, suele ser frecuente, y no por eso menos adverso, que presenten el exceso de generalidad que requiere anticipar un tema y sus variaciones. Esa anticipación se resigna a una imprecisión aun mayor, como ocurre en este caso, porque pretende considerar aspectos concernientes a medios, pantallas y lugares comunes, los cambios e intercambios que propician, en tiempos que los favorecen o los imponen. Sin embargo, dadas las afinidades que entablan las palabras entre sí, tal vez hubiera bastado mencionar medios, el primer término de la serie, por la indefinible extensión de significados, la vaguedad de sus límites, la acrecentada abundancia de sus referencias, tanto que ese término podría incluir los siguientes de la misma serie sin descartar ni el medio geográfico, social, económico, político, cultural, ni la sospecha de que ya nada queda fuera de esos y otros medios.
Aun redundando sobre tales desmesuras, habría que empezar, una vez más, por el principio, y preguntarse ¿qué se entiende por medio? "Igual a la mitad de algo", apura la definición del diccionario, iniciando una lista de casi cuarenta acepciones y más de cien frases hechas, sin llegar a registrarlas todas. Más aun, según el criterio de neutralidad lexicográfica al que allí se apunta, ninguna insinúa el carácter vertiginoso de la inflación arrolladora de los medios ni intenta encauzar sus desbordes, ni da entrada a las alusiones al poder que los medios detentan, un privilegio que medra a dos puntas -o varias más-, apostando tanto a las complacencias del poder oficial como a las complicidades con la oposición. Los medios administran intereses, los generan o -antes de que se conozcan o para que no se conozcan- ignoran aquellos temas (subjects, sujets, "sujetos" en otras lenguas) que prefieren no atender ni discutir y, al ignorarlos, los suprimen. Asociados a las libertades propias de los regímenes democráticos, su estatuto político es frágil o, por lo menos, problemático. Tal vez las todavía imprevisibles virtudes informativas de Internet, la facilidad de construcción de sitios y la aun más generosa facilidad de accesos, contrarresten algunas de las distorsiones que los medios patrocinan, controlan y manipulan.
En plural, medios designa "las técnicas de comunicación" y las realizaciones que promueven: la maquinaria (medios) y su producción (medios); medios de comunicación (prensa, cine, radio, televisión, Internet, etc.) que, desde los años sesenta, descargan en masa (analógica y digital, eléctrica y electrónica, multitudinaria y popular), innumerables voces en imágenes fundidas sobre las vastedades del mundo. Aunque siempre fue una noción en extremo significativa, la emergencia de sentidos que presenta medios, sus antecedentes y expectativas, deviene una actualidad incontenible de la que es causa, nombre y emblema.
Cada vez más extendidos y cada vez más diminutos, adminículos mínimos o de ligera consistencia, los aparatos y sus aceleradas producciones proliferan, pululando en una dispersión abundante y viciosa, por medio de instrumentos tan perfectos que su propia perfección parece consagrarlos o condenarlos a una progresiva desaparición. Son aparatos que emiten incontables mensajes, que se valen de los recursos electrónicos de registro y reproducción, de conservación y transmisión, ilustrando una "cultura de copias" que, mecánica e informática, se afirma a través de una geografía física y política impugnada por las instancias mediáticas, ubicuas y cotidianas, convirtiendo el prodigio en un hábito afianzado, y afianzado con tanta naturalidad que ya ni se asume ni asombra.
A esta altura decir que los medios se difunden urbi et orbi, ciudad y mundo indistintos, no es más que un lugar común, la mención trillada de un itinerario consabido. Un tópico, que asimila en un mismo vocablo "lugar" y "argumento trivial", el estereotipo de retóricas aún vigentes, y el "medicamento", un remedio -otro medio que se repite-, la escritura, el invento ancestral que, entre otras magias, redujo distancias, salvando espacios distantes y tiempos distintos, revocándolos. Anónimo o anodino, el lugar común se desliza entre redes invisibles en las que cabe un no-lugar, otro tópico a contrapelo pero del que no se apartan ni la acción ni la reflexión contemporáneas, acosadas por el tamaño del espacio -por mencionar el título de un pequeño libro que dio lugar a otro libro, algo menos pequeño, en los años veinte del Río de la Plata-, y al tamaño de una esperanza mayor que, sólo ahora, Internet mediante, alienta iniciativas planetarias.
Entre tantos medios cabe, por lo menos, un medio más, uno que queda en el medio, entre fronteras discontinuas, entre medios visuales y verbales, entre lenguas diversas, entre los acontecimientos y su interpretación, entre la ficción y aquello que no lo es, entre individual y compartido, entre medios y extremos, un resquicio donde adviene una nueva realidad, cada vez más indecisa, una entrerrealidad, el intervalo que se prolonga, donde la razón vacila y la mente -entre la mención y la mentira- resiste o flaquea.
Sería inútil, entonces, sugerir la posibilidad de sustraerse a los interminables artificios inventados por la imaginación tecnoestética, como es inútil procurar sustraerse a los medios naturales o culturales o, simplemente, al medio ambiente. Entre sus cometidos, la tecnología se ha propuesto habilitar máquinas que sorteen distancias y diferencias: contra el alejamiento, la proximidad; contra la separación, la reunión; contra la fugacidad, la permanencia; contra la inadvertencia, el registro; contra la realidad, la virtualidad. Ya son muchas las oposiciones ganadas, pero no son las únicas.
Alternando conflictos y conciliaciones vagas, medios y medios (ambientales y técnicos), indisociables, forman parte de un mismo espacio o se cruzan, apelando a fantasías literarias y cinematográficas, para producir personajes híbridos de seres y máquinas aptos para superar los obstáculos biológicos de la especie por medio de dispositivos, prótesis, injertos, experimentos en laboratorios aberrantes y en clínicas donde la perversión de prácticas que podrían ser concentracionarias, no sólo proceden de la ficción de este continente austral y americano, que supo cultivarla, sino de crueldades más programadas, confundidas por una aterradora historia que, en cierto momento, fue contemporánea.
La situación narrativa se da, en un medio dado, un "don" circunstancial, un "presente" donde con otro dado se juega el azar, una coincidencia de palabras e idiomas, de contingencias que ocurren en un ámbito poético, sin salida. Sin embargo, los medios parecen proponer una alternativa a esa aporía, prodigando ambivalentemente instrumentos de intercesión e intercepción a la par, que forjan la ilusión de otros medios y el simulacro de experiencias virtuales o vicarias, similares a las fugas incitadas por la lectura desde que el lector sabe reivindicarlas.
¿Por qué los medios inventados han inquietado la fantasía de nuestros mayores escritores, los más cercanos, quienes imaginaron avanzadas tecnológicas que aún logran deslumbrar a sus lectores cuando, ya construidos y en uso, sus personajes fantásticos o fantasmales ingresan a la superficie cada vez más plana, más grande o más pequeña de páginas o pantallas que los exponen, desde donde quieren o creen salir? Se diría que cuanto menos desean depender los escritores, como los que no lo son, del medio territorial, más dependen de los medios técnicos, y sería ésa una aserción banal tan universal como reversible.
Los medios de comunicación dan lugar a un espacio común entre medios extraños, que dejan de serlo en la vidriosa transparencia de una pantalla o en la opacidad de la página escrita. En ambos casos se observa una transformación y tal vez sea éste uno de los fenómenos clave: de la realidad a la ficción, de la obra literaria al cine, del cine a la televisión, de la televisión a videos, a DVD, a teléfonos celulares y, no por último, a los infinitos sitios de Internet que, inmoderados, pasan del insondable espacio satelital a la oscuridad compartida en el cine o al de la familiaridad doméstica cada vez más personal, más privada, más secreta, suscitando una perpetua transformación de actitudes y gestos, de transformación en transformación, una metamorfosis casi inadvertida, nada ajena a una previsible pero aun hipotética mutación antropológica.
En estos años finales e iniciales de los siglos veinte, como en los siglos que los precedieron, desde las interdicciones ancestrales, escritores, artistas, científicos y filósofos especularon sobre la reproducción mecánica de imágenes (visuales, auditivas, en movimiento). Se referían a reproducciones progresivamente fehacientes, similares a las que inventaron o a aquellas en las que se aventuraron audaces narradores, coartadas de la fantasía útiles para derogar distancias, retener el tiempo, remedar sus eventualidades y evanescencias.
Intentaron atravesar las clausuras de la historia; refutar la radicación territorial única y excluyente o proponerse metas, metáforas y metamorfosis para que prevalezcan las técnicas en la ficción y la ficción sobre las técnicas. Contra las nostalgias de la inmortalidad perdida, atenuadas apenas por las urgencias de la continuidad biológica, son narraciones que alertan contra copias y cópulas que multiplican copias de copias y seres en series.

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